El 26 de abril de 2016, el pacífico
bicicletista Lou Dubois –así lo conocí yo hace unos veinte años cuando, llegado
en su bicicleta como un nuevo Jarry a la librería parisina L’Or du Temps donde
yo me encontraba, y oírme dar la dirección de Tenerife para enviar unos libros,
me preguntó si yo conocía a un escritor canario... que no era otro que yo
mismo–, el bicicletista Lou Dubois, que se encontraba ensoñaradamente apostado
a un lado del puente de la Concorde, fue llamado por un agente que no solo lo
interpeló por estar allí, sino por al punto haberse dirigido a él montado en su
bicicleta, situación en verdad típicamente “ubuesca”.
Lou Dubois acaba de publicar, en las
ediciones Venus d’ailleurs, imprenta In Octo de Montpellier, la documentación,
oficial y poética, de este affaire que revela no solo toda la estulticia
de la autoridad en sus rangos más bajos (ejemplificada en este pobre descerebrado
que es el agente 0043888), sino también la de ese infierno burocrático en que
hace mucho tiempo desembocaron las sociedades occidentales. En efecto, se
aporta la multa del llamado Ministerio de Justicia (166 euros), recibida medio
año después, y que es un modelo lingüístico y mental de espanto y ridiculez.
Razón tenía el Capitán Cap en situar a la cabeza de su programa político la
guerra a esta hidra de mil cabezas, que generaciones de cretinos tan poderosos
como perversos han llevado a su apoteosis actual. Si echamos un vistazo rápido
a la literatura española, ha quedado como epítome de la materia el artículo de
Larra “Vuelva usted mañana”, pero en el siglo XVIII hay páginas soberbias de
Torres Villarroel o el Vizconde Buen Paso que adelantan a Kafka, y más atrás ya
tenemos a Quevedo despotricando de la maquinaria judicial, de su carácter bozal
tanto como corrupto, o, en la mismísima Edad Media, el personaje del Abogado en
la Danza de la muerte –aunque como siempre lo que se dibuja al fondo es
la pesada silueta siniestra de Roma.
Y así sigue medrando con su infierno de
leyes este glacial mundo de la Autoridad y la Burocracia (etc.), que
periódicamente sancionan a perpetuidad los millones de votantes de las
elecciones estatales.
A la carta dirigida al fiscal (que la habrá
leído como si viniera en ideogramas chinos), Lou Dubois ha añadido otras ocho aun
más hilarantes (¡y cuánta falta nos hace este humor loco!), acompañadas
de sus típicos collages. La dirección del remitente varía a cada una de ellas:
1 rue des Huns, 2 rue Raymond Roussel, 3 rue des Domes, 4 rue Coeur à Barbe, 5
rue Hassan al Sabbah, 6 rue Jules Verne, 7 rue Léo Ferré, 8 rue du Turban Bleu
y 9 rue René Clair, esta última titulada “París liberado”.
Para fin de año, Lou Dubois anuncia una
nueva exposición en la galería Les Yeux Fertiles, que sin duda será otra fiesta
de la imaginación.