Este reencuentro periódico con Benjamin Péret no puede ser sino una
felicidad para quienes lo admiramos y estimamos. De nuevo se reúne una cantidad
de material muy interesante de y en torno a Péret, alguno conocido, pero sobre
el que vale la pena volver o es de difícil localización, y otro enteramente novedoso.
La presentación, como siempre, es una virguería, salpicada ahora con las
imágenes inconfundibles de Jean-Claude Silbermann.
El primer apartado es “Los caminos del exilio: de Marsella a México”. En el
dossier Marsella sobresalen los trabajos de Alain Paire, el primero sobre el
café Au Brûleur de Loups, lugar de encuentro de intelectuales y refugiados
sobre todo provenientes de París, y el segundo sobre la cooperativa de los
“croque-fruits” de Sylvain Itkine, quien también frecuentaba el citado café.
Péret llamará a esta cooperativa “islote de revuelta, verdadero oasis en la
pusilanimidad ambiente”.
El dossier México lo abre Jean-Louis Bédouin con un texto ya publicado en Trois cerises et une sardine, siguiendo
una serie de cartas del exilio escritas por Paalen, Remedios Varo, Leonora
Carrington y Péret, que presenta Karla Segura Pantoja, para quien estas cartas
dibujan “una geografía afectiva e intelectual”. Esta investigadora da a
conocer, recogido de los fondos Pierre Mabille de la Biblioteca Literaria de
Jacques Doucet, el “juego de la profecía” que en los años 1943 y 1944 contó
como participantes, aparte Mabille y Péret, a Michelette Mabille, Leonora
Carrington, Remedios Varo, Gerardo Lizárraga, Victor Serge, Renato Leduc,
Esteban Francés, Miriam y Hermann Wolf y Kurt y Arlette Seligmann y que debe
pasar a engrosar la más que rica lista de los juegos surrealistas. Hay también
un testimonio sobre Chiki Weisz, el fotógrafo polaco compañero de Leonora
Carrington y amigo de los Horna, de Gerzso, de Péret. Por último, Richard
Spiteri, estudioso siempre fiable, discurre sobre el “diálogo” entre Paalen y
Péret.
Philippe Audoin, Les vacances de la bien-aimée |
Otra sección se dedica a “Lo maravilloso”, y en ella, aparte el conocido
ensayo de Mabille, debe destacarse el ensayo de Gaëlle Quemener sobre lo
maravilloso en los cuentos de Péret y la bella evocación que hace Philippe
Audoin de sus primeros encuentros con Breton, ilustrada por dos dibujos que nos
han sorprendido; por cierto que de Audoin se anuncia en Le Grand Tamanoir una
recopilación de textos inéditos con dibujos de Silbermann: Les capucines aux lèvres d’émail. Sur André Breton, al que
suponemos pertenecen estas páginas. La correspondencia vuelve con cartas de
Paalen y de Leonora a Péret. En una de Leonora, le dice que ya no le agrada
Buñuel y le habla de “Juanito Larrea”, al que acaba de conocer y encuentra
“antipático y pretencioso”, dándoles la tabarra con temas de cosmología y al
final enfadándose con ella por parecerle que tiene “un humanismo de mal gusto”.
Otra más en la cuenta de este deplorable personaje hispano-francés-americano,
quien, por cierto, le negó a Péret publicar en revista Le deshonneur des poètes, para
no herir las susceptibilidades de sus amigos estalinistas.
Los tres “estudios” corresponden a Lurdes Andrade sobre Leonora (ensayo
traducido de Letras de México), a
Philippe Audoin sobre el gran Silbermann y a Dominique Rabourdin sobre Gilles
Brenta (más adelante se reproduce también la semblanza que le hizo al
surrealista belga cuando su óbito, y a la que ya aludimos aquí por haberse
publicado en el noticiero de Mélusine).
El plato fuerte documental es este pliego de las autoridades de Vichy sobre
Breton y Péret, impecablemente analizado y comentado por Jerôme Duwa. Ya en
Marsella, la policía dirá de Breton que es autor de “varias obras de tendencia
anarquista” y la censura le vetará la publicación de la Antología del humor negro y de Fata
Morgana,la primera por ser su autor “la negación del espíritu de revolución
nacional”. Como señala Jerôme Duwa, los órganos represivos de Vichy han
progresado en su conocimiento del “llamado Breton”, que es como lo designan en
el documento que aquí vemos.
Otros “Documentos” son el recuerdo personal que Guy Pierre ha guardado de
Eva Friedrich, sobrina de Eva Sulzer que conoció a Breton, Péret, Max Ernst y
por supuesto Wolfgang Paalen y Alice Rahon; un inventario de las dedicatorias
librescas de Péret y Breton; y una nota de Jerôme Duwa rescatando el gran poema
que André Liberati dedicó en sus mejores tiempos a Benjamin Péret.
Tras las “Actualidades”, con una de ellas evocando Gérard Roche a Guy
Prévan, llegamos a las reseñas, entre las que destacan las de Jerôme Duwa sobre
la retrospectiva de Jorge Camacho en la galería de Sophie Scheidecker y sobre
la edición de la Breve historia del iglú
africano de Les Coleman en Le Grand Tamanoir y la de Michel Jacubowski
sobre La nuit succombe de Hervé
Delabarre y su “poesía simple y sutil, dominada por un automatismo fulgurante y
onírico”. Esta sección de “Actualidades” redondea en su variedad –otros nombres
atendidos son Éric Losfeld, César Moro, Nanos Valaoritis, André Breton, Charles
Jameux, Jean-Claude Silbermann y por supuesto Benjamin Péret– un gran número de
los Cahiers Benjamin Péret.
Jean-Claude Silbermann, La buena estrella, 1991 |
*
Mención aparte merecen las dos reseñas dedicadas al libro de Barthélémy Schwartz
Benjamin Péret, l’astre noir du
surréalisme, obra de Dominique Rabourdin y Jerôme Duwa. El primero refuta
muy bien y con entera facilidad la idea de que Péret era un “marginal en el
interior del surrealismo”, y ello a causa de su fuerte compromiso político:
“Eso es no ver que la gran mayoría de los tracts
y declaraciones colectivas del surrealismo son de carácter político, que Péret
ha redactado buena parte de ellos y (con excepción de Ruptura inaugural) los ha firmado todos. Hubiera sido más justo
saludar en él al poeta surrealista por excelencia en el interior del grupo
surrealista, cuyo militantismo político da la impresión de que Schwartz no
encuentra convincente”. En todo caso, señala Rabourdin, “no es en el
surrealismo donde Péret es marginal, sino en política”. Palabras totalmente
certeras: el surrealismo es ante todo Breton y Péret, y lo que se le añada ya
depende de cada uno: para mí, por ejemplo, Tanguy y Toyen (y Artaud, al modo como Cesariny lo asociaba a Breton); para otros, Max
Ernst, Magritte, Effenberger, Nougé, etc., etc. Otras puntualizaciones de
Dominique Rabourdin son también certeras, como las de no tener en cuenta el
compromiso político de muchos surrealistas muy cercanos a Péret ni textos
decisivos como la respuesta peretiana a los anarquistas cuando tomaron partido
por Camus.
Jerôme Duwa va por el mismo camino cuando rechaza afirmaciones como la de
que la “surrealidad” de Péret “desbordaba ampliamente los límites del
movimiento”, afirmación absurda donde las haya. “¿Este avidez de distinciones
no tiene límites? –se pregunta Duwa– ¿A qué puede conducir in fine el apartamiento sistemático de Péret con relación al
movimiento surrealista en su conjunto?”
Barthélémy Schwartz presume de que viene a hacerle “justicia” a Péret, pretensión
que no acaba de entenderse: están publicadas de la mejor manera posible sus
obras completas, hay excelentes estudios sobre él, existen unos primorosos Cahiers Benjamin Péret que suceden a un
boletín que duró muchos años... Si más gente no lo conoce es porque no quiere,
y esa gente no se merece que uno se esfuerce por ellos. El Péret que le
interesa, y de modo hagiográfico, es el político, y remata su estudio apelando
al situacionismo y dándole la palabra a Raoul Vaneigem, quien consigue
largar en dos líneas una burrada doble: lo mejor de Péret es que fue a la
guerra de España y que aparece en aquella foto insultando a un cura, “falsa o
verdadera” (¡sic!). Pero lo grande y específico de Péret es su prodigioso
imaginario, hubiera o no hubiera ido a la guerra de España, aquella formidable
trampa para liquidar a los revolucionarios de todas partes y donde por cierto,
como relató Buñuel, estuvo a punto de fusilarlo... la propia izquierda
marxista. No fueran sus poemas, sus cuentos y sus fervorosos ensayos y no
tendría Péret el interés capital que tiene, por mucho que admiremos en él la
perfecta conjunción del poeta revolucionario y el revolucionario político.
En un primer momento, no llegué a pedir este libro porque dudaba que fuera
a aportarme nada nuevo, y así es. No es que sea una mala introducción a Péret, pero
no iguala a otras tantas, sobre todo porque casi que se podía haber escrito sin
haber leído uno solo de sus cuentos o de sus poemas, contentándose el autor en
este terreno con cerrar el volumen con una antología de setenta páginas, que
obviamente tampoco va a aportarle nada a quienes conozcan de corrido la obra
peretiana.
*
En una próxima entrega aludiremos a la reciente publicación del cuaderno 16
del Centro de Estudos do Surrealismo, dedicado a Benjamin Péret en Brasil. Y
aquí aprovechamos para recordar dos publicaciones con esta temática:
péret brasil 2