Pese a haberse publicado en Valencia de España hace dos años, solo ahora
tuve noticia de este muy importante librito dedicado a la poesía surrealista
cubana. En un trabajo aparecido en el número 7 de Derrame, Vicente Jiménez anunciaba el título Las claves prometidas –proyección de surrealismo en la poesía cubana
contemporánea, que se ha convertido finalmente en esta Memoria del surrealismo en Cuba, editada por Aduana Vieja.
Vicente Jiménez nació en Cuba en 1936 y reside en los Estados Unidos desde
1962. En la introducción, liquidando bellamente el discurso académico, escribe:
“El autor se autoproclama surrealista en su visión del mundo y especialmente
del arte, por lo que, como investigador y crítico, nunca pretenderá ser
objetivo ni imparcial. Para él no hay poesía mayor que la poesía surrealista en
cualquier idioma”.
A ello se añade, en la consecución de un libro invalorable, el hecho de que
Vicente Jiménez formó parte de la aventura surrealista cubana, por lo que ha
conocido a muchos de los nombres de que se ocupa, dando de ellos una
información apasionada y de primera mano.
Gina Pellón, Método mecánico en forma de mariposa, 1976, col. privada, Noruega |
Su obra se limita a la poesía, pero en la introducción enumera una serie
amplia de artistas cubanos surrealistas o de huella surrealista, que van de su
exponente capital, o sea Jorge Camacho, a nombres circunstanciales, pasando por
figuras de notable relieve surrealista como Gina Pellón, Joaquín Ferrer,
Roberto García York, Agustín Cárdenas o Jesse Fernández, lo que da sin duda
para otro bello libro.
Al haberlos conocido en los años 50, Vicente Jiménez sitúa óptimamente a
cada uno de los escritores tratados en su turbulento contexto cubano. Estos
nombres son, en sus respectivos capítulos, Juan Breá y Mary Low, Nivaria Tejera
y Fayad Jamís, José Antonio Baragaño, Fernando Palenzuela, José Antonio
Arcocha, Carlos M. Luis, Jorge Valdés Ramos y Walt Jiménez. Que el sentido
crítico de Vicente Jiménez es acerado y rigurosamente surrealista, lo muestran,
por poner un ejemplo, las palabras con que cierra su artículo sobre Fayad
Jamís: “A pesar de su gran poesía, por la que le he incluido en este estudio,
no es posible llamar surrealista a quien escribiera tan incisivamente por la
libertad y no obstante por tantos años se postrara al servicio de la tiranía”.
El volumen contiene al final el texto de Baragaño “¿Por qué la poesía?”,
escrito en 1960, y una fascinante entrevista de Floriano Martins a Fernando
Palenzuela, que aunque publicada en Agulha
en 2006, es todo un acierto incluir aquí. Este soberbio poeta profundiza aquí
en una serie de cuestiones decisivas, desde los recuerdos de muchacho y el
encuentro con Arcocha y Baragaño hasta su visión de la poesía, pasando por las
observaciones sobre Lezama y sus acólitos, la crítica a los muchos que se
aprovechan del surrealismo para luego denostarlo o ningunearlo (de estos he
conocido yo a unos cuantos) o las circunstancias en que Octavio Paz no se
atrevía a colaborar con los escritores no castristas por no ser ello en la
altura “políticamente correcto”, como diríamos hoy. En la entrevista, Fernando
Palenzuela dice: “El surrealismo es para mí, en última instancia, una forma de
sentir la vida, de ver la realidad, un estado de ánimo por encima de cualquier
expresión literaria o artística”.
El trabajo de Vicente Jiménez es de extrema importancia, ya que supone una
visión certera, y prácticamente definitiva, de lo que ha sido el surrealismo en
Cuba. Ojalá alguien con sus mismos criterios afronte la vertiente plástica, que
en el surrealismo nunca puede disociarse de cualquier otra, y de la que él
mismo ofrece los mojones principales e ineludibles. Se dan en sus páginas
también pistas bibliográficas muy útiles, como sobre todo las que en la página
Banda Hispánica de la red antologizan a Arcocha, Baragaño o el propio
Palenzuela.
Este libro, en fin, es un ejemplo de lo que siempre ha debido hacerse en
los estudios geográficos del surrealismo, y de lo que raramente se ha hecho.