Componente del Grupo Surrealista de Madrid, Jesús García
Rodríguez lleva a cabo una fértil labor como poeta,
ensayista y traductor. Cofundador de la
colección Ondina de poesía, ha dado a la luz varios libros en ella (La
muerte del capitán, 31 sonetos reciclados, El sexo portátil),
así como en las Ediciones Imposible (La dolorosa y trágica historia de
Ambrulia Micaela, santa, puta, virgen y mártir, Superfreak, Obituario
español, El ventilador pensativo, Fragmentos escogidos, Desmontando
a Sade), y está presente en las principales antologías y libros colectivos
del grupo español, (Indicios de Salamandra, La experiencia poética de
la realidad como crítica del miserabilismo y Situación de la poesía (por
otros medios) a la luz del surrealismo), ello aparte sus incisivas contribuciones a Salamandra.
Ahora, Jesús García Rodríguez publica un
librito sorprendente en las Ediciones de la Torre Magnética: Migración, donde se vale de una prosa
tan suntuosa como cautivadora, una prosa hímnica que es la única que puede expresar adecuadamente todo
el misterio y la fastuosidad del mundo y de “la ardua marcha de los pueblos,
como espejismos sobre la nieve”, y que hace pensar en poemas muy antiguos pero
también en páginas de Schwob, Cirlot o Lovecraft. Un epígrafe de los Poemas bárbaros de Leconte de Lisle conduce,
en las últimas páginas, a la denuncia de la civilización más nefasta: “Y el
destructor de los bosques, el hombre de piel blanca y mente enferma, solo ama
el dinero y el número –¿acaso Dinero y Número no son uno y lo mismo? Y su amor
al número es proporcional a su odio a la vida, y su odio a la multiplicidad es
proporcional a su obsesión con lo uno. Mas él también, y todos los oropeles de
su soberbia, serán solo carroña lacerada en el vendaval inmisericorde del
tiempo. Descanse en paz, y que el humilde acanto y el torvisco y el oloroso
toronjil florezcan siempre sobre las ruinas de sus fútiles civilizaciones”.
Pero dejemos al propio poeta expresarse sobre
estas migraciones, que han llevado
ilustraciones de otro miembro del grupo, Antonio Ramírez. El texto siguiente
funciona como “prólogo” del impresionante poema.
*
“Esta migración en el tiempo y en el espacio parece querer
seguir el vuelo estacional de las aves, y verlo todo desde esa perspectiva
itinerante; en ella no hay nostalgia del pasado, ni fervor profético: se aferra
al ahora como una garra a su presa, un ahora que, como siempre, es nunca y
siempre. Se vislumbra en sus frases una voluntaria negación de la Historia.
En ella se quieren aparear épica y lírica, y quizá no lo
consigan. El tono épico predomina, pero eso no significa nada.
El constante salto en el tiempo y en el espacio solo busca
aproximar en lo posible el relato a la lógica de los sueños.
Sus palabras son densas y sonoras porque así siento yo el
mundo y su despliegue. Cómo uno dice el
mundo es la manera que uno tiene de crearlo, de recrearlo. Aquí más que nunca
el poema es cosmogonía.
Pero el sentido final de la obra no es estético ni poético,
sino ecológico: la diversidad de
formas de vida de la naturaleza está y debe estar siempre muy por encima del
dominio homogeneizador de las devastadoras tecnologías humanas.