Desde 1987, en Montreal, trabaja el grupo informal automatista Les Boules, que solo ha celebrado dos exposiciones y cuya primera publicación es este cuaderno con 15 pinturas y 13 dibujos, aparecido en las ediciones Sonámbula. Ello no da un índice adecuado de una actividad que ha sido bastante rica, porque Les Boules no tiene en absoluto como apetencia inscribirse en el actual mercado artístico, interesándose solo por la práctica plástica colectiva y anónima.
La presentación de La grandeza de la luna quemada la hace Bernar Sancha, de quien ya conocíamos, también en Sonámbula, la colección de dibujos titulada Joyero de los días negros, publicada en 2011 con una presentación de Jacques Desbiens.
En su texto, Sancha ataca con dureza la vanidad artística y la generalización del marketing y describe la aventura de Les Boules, considerada como “tributaria del automatismo, de un surrealismo espontáneo”: “El arte colectivo que practicamos reposa no sobre el «talento» o las habilidades técnicas, sino sobre la participación, el placer y la ausencia de preocupaciones curriculares. Una sola exigencia se requiere para participar en nuestros talleres: estar dispuesto a dejar el ego en el vestuario”. Y añade, a renglón seguido: “Cada obra seleccionada para esta recopilación es pues el resultado de la interacción dinámica de varios individuos: encabalgamiento de contribuciones individuales actuando unas sobre otras al capricho del azar de lo gestual y de los caprichos del inconsciente, sin consideraciones estéticas, hasta alcanzar a veces una sorprendente unidad de conjunto”.
En efecto, aunque lo importante sea la experiencia –cuya dinámica particular es también aquí descrita, por cierto que con una referencia a la aparición final del título sin que encontremos ninguno en las imágenes presentadas–, no falta en los resultados, que me parecen magníficos, esa “unidad de conjunto”, como en muchos cadáveres exquisitos, sobre los cuales Bernar Sancha tiene el desacierto de condenar el que aparezcan a veces firmados, interpretando por vanidad lo que no es, en la inmensa mayoría de los casos, otra cosa que un registro inocuo de los amigos haber estado allí.
La aventura colectiva de Les Boules se inscribe en una de las líneas centrales del surrealismo, y por eso merece ser resaltada. La imaginación, el humor y el lirismo siguen irrumpiendo con toda frescura desde que se produce el abandono al automatismo, y ello queda aquí perfectamente demostrado.