Adolphe Acker nació el 25 de febrero de 1913 y murió el 9 de julio de 1976. Hoy, pues, celebramos su centenario.
Militante trotskista, e incluso delegado en los congresos internacionales, se incorpora al surrealismo en 1932, firmando sus tracts y participando en el grupo Contre-attaque y en la revista de la fiari Clé. Al igual que Benjamin Péret, trabajaba como corrector de imprenta, hasta que concluyó sus estudios de medicina, convirtiéndose desde 1940 en el médico de los surrealistas, de los trotskistas, de los sindicalistas y, en general, de todos los que luchaban contra el nazismo y estaban cerca de él. Se incorpora luego a La Main à Plume (1941-1944), donde, por su origen judío, firma como Adolphe Champ y Paul Chancel.
Años después, es uno de los que –con Hérold, Brauner y Pastoureau– acompañan a Breton en la turbulenta respuesta a la conferencia que sobre el surrealismo dio en 1947 el estalinista Tzara. Pero se aleja del grupo (y del surrealismo) a raíz del affaire Carrouges, o sea en 1951, al solidarizarse con Pastoreau; su desacertada postura es bien comentada por Jose Pierre en Tracts surréalistes (I, pág. 340), cuando lo asocia a los llamados “surrealistas revolucionarios”, aunque Acker nunca aceptó el estalinismo. Y más perdió él con esa postura que el surrealismo, a cuyo destino había unido el suyo durante dos décadas.
Acker es un curioso ejemplo de militante surrealista sin obra –por algo en un artículo sobre Vaché (La Main à Plume, 1941) habla de “nuestra pereza legítima y natural” y en “Trayectoria de la libertad” (Informations surréalistes, una de las últimas publicaciones de La Main à Plume, 1944) de “un cierto desprecio por la tinta de imprenta, una presión constante sobre la realidad por la manera de vivir, por los juegos, por el amor, por lo insólito”.
En Transfusion du Verbe, tercera publicación de La Main à Plume, aparecida a fines de 1941, Acker se ocupaba de la película de Brunius Violons d’Ingres (1939), con palabras que también merecen ser evocadas:
“No dejemos limitar nuestro horizonte. No nos dejemos encerrar en un museo Grévin del surrealismo. Que los traficantes de literatura montparnassiana se imaginen que basta adueñarse de algunas consignas y de algunas imágenes de almanaque para dar la ilusión de una actividad valiosa y auténticamente surreal, es su problema. Nosotros no podremos justificar nuestra acción sino por una ambición desmesurada, una investigación apasionada de todos los sueños, de las excursiones locas por las perspectivas del Ser. Reunámonos con los constructores de Inútiles”.
En 1943, Acker muestra su lucidez al señalar contundentemente el carácter nocivo de la presencia en el grupo tanto de Éluard como de Hugnet. Al año siguiente publica “Trayectoria de la libertad”, un gran texto que concluye con estas bellas palabras:
“Tú que estás obsesionado, tú cuya imaginación ve fácilmente un caballo galopar sobre un tomate, haz el mundo a tu imagen, proyecta tus sombras, proyecta tus fantasmas, la libertad tiene necesidad de ti”.
Sobre estos años de Adolphe Acker, hay que consultar el siempre útil libro de Michel Fauré Histoire du surréalisme sous l’Occupation (1982) y y el de Anne Vernay y Richard Walter La Main à Plume... Anthologie du surréalisme sous l’Occupation (2008), que reproduce “A propósito de Jacques Vaché” y “Trayectoria de la libertad”.