Acaba de reeditarse el interesantísimo volumen Le surréalisme, orquestado en 1966 por Ferdinand Alquié. Aunque su título era también Entretiens sur le surréalisme, se trataba de una serie de conferencias seguidas cada una de un coloquio. Al final de la introducción, Alquié alude a André Breton, quien, por su dolencia asmática, ya no pudo asistir a aquella semana surrealista, y que, además, al publicarse el libro, en 1968, ya había muerto:
“Yo confiaba entonces que él podría, al menos, seguir aquellos debates leyendo este libro. Hubiera querido volverle a expresar mi reconocimiento infinito por todo el calor, por toda la luz que no ha cesado de aportarme, y haberle agradecido, una vez más, el haberme enseñado, cuando yo tenía veinte años, el sentido maravilloso de la palabra libertad”.
En la introducción general, Alquié lamenta que el congreso, por así llamarlo, no haya sido dirigido por él y por Raymond Queneau, quien declinó la oferta. ¡Afortunadamente! Tras señalar que “está permitido encontrar surrealismo fuera del surrealismo, pero sin advertir que no es lo mismo hacerlo antes que durante el surrealismo, Alquié afirma, creo que con acierto: “Podemos decidir que surrealista es lo que ha salido del grupo surrealista, pasado y presente, y lo que ha tenido su asentimiento. Creo que, de esta manera, el concepto de surrealismo puede ser definido con claridad”.
Figuras del grupo surrealista o que habían pertenecido a él intervienen con grandes textos: son Gérard Legrand (“Surrealismo, lenguaje y comunicación”), Annie Le Brun (“El humor negro”), Alain Jouffroy (“Surrealismo y poesía”), Michel Carrouges (“El azar objetivo”), Jean Schuster (“El surrealismo y la libertad”), Jose Pierre (“El surrealismo y el arte actual”), André Souris (“Paul Nougé y sus cómplices”) y Philippe Audoin (“El surrealismo y el juego”). Mucho tiempo nos llevaría entrar en estos textos llenos de sugerencias, así como en los debates subsiguientes. Extraordinarias son las intervenciones de Annie Le Brun, Alain Jouffroy y Jean Schuster, aunque en el coloquio que sigue al discurso de este último resulte amargo verle atacar a “los que hacen profesión de enterradores con respecto al surrealismo”, tres años antes de que él se convierta en lo mismo. Especial interés reviste la discusión que sigue al texto de Carrouges. Esos debates son lo mejor de algunas intervenciones, como la de René Passeron sobre “El surrealismo de los pintores”, con espléndidas objeciones de Jose Pierre; la del experto en electro-schocks Gaston Ferdière sobre “Surrealismo y alienación mental”, por lo que dice luego Philippe Audoin; la de Michel Giomar “La novela moderna y el surrealismo”, por Annie Le Brun; la de Noël Arnaud y Pierre Prigioni sobre “Dada y surrealismo”, con Henri Ginet rechazando muy bien el concepto de “surrealismo francés”; o la de Jean Brun, titulada “Dionisos, el surrealismo y la máquina”, que da pie a observaciones muy finas de Annie Le Brun, Gérard Legrand y el propio Alquié. Interés escaso o nulo revisten las charlas de Marie-Louise Gouhier (“Bachelard y el surrealismo”), Jean Wahl (“Lo surreal”), Stanley S. Collier (“Surrealismo y teatrología”) y Alfred Sauvy (“Sociología del surrealismo”, con increíbles tonterías de Paul Bénichou). Más específico es el capítulo de Robert Stuart Hort, dedicado a Contre-attaque.
La “Discusión general” es cerrada admirablemente por Georges Sebbag y Ferdinand Alquié. Y aún tenemos un apéndice, con extractos de una carta verdaderamente sensacional de Jehan Mayoux en torno a la historia, la revuelta y la revolución y un bello texto de Marguerite Bonnet sobre “El surrealismo y el amor”.
En suma, de nuevo al alcance de la mano un volumen primordial de y sobre el surrealismo.
Desnos/Leiris
Ya que estamos con novedades bibliográficas, anotemos dos más. Los Écrits sur les peintres de Robert Desnos, editados en 1984 por Marie-Claire Dumas, aparecen ahora revisados y completados por la misma especialista, a quien tanto debemos los lectores de Desnos. Por otro lado, el año pasado aparecieron los Écrits d’art de Michel Leiris, aunque ya ahí, como en las boticas, puede encontrarse de todo.