miércoles, 23 de noviembre de 2011

Granell y Breton

La galería Guillermo de Osma ha publicado el precioso libro Los Granell de André Breton, que además reproduce en su página. La publicación gira en torno a las obras de Granell que poseía Breton y a la correspondencia entre ambos. Las obras son en total nada menos que 48, uniformemente bellas, e incluyendo la célebre Cabeza de indio, de 1944, El viaje de André Breton de la Torre Saint Jacques a las Antillas, de 1963, y la maravillosa serie de las islas, gouaches de 1948: “Estatuas de las islas”, “Trofeos de las islas”, “Pájaros de las islas”, “Sombras de las islas” y “Nacimiento de la selva en las islas”. Un título que merece destacarse es Día de la transformación de las hojas de los árboles en cartas de juego (día señalado por Pierre Mabille en “Le jeu des cartes surrealistes”), de 1949.


El libro va precedido de un estudio de Georges Sebbag y Emmanuel Guigon, “Historia de una seducción”, donde se trazan de manera rica y documentada los parámetros de la relación amistosa entre Granell y Breton.
El epistolario va de 1946 a 1990, ya que se amplía al par de cartas intercambiadas por Granell y Elisa tras la muerte de Breton. En 1966, al darle las condolencias, Granell escribe: “Haber conocido a André Breton fue el acontecimiento moral e intelectual más extraordinario de mi vida”. Yo puedo decir lo mismo, si aclaro que ese acontecimiento fue haber conocido, a los 16-17 años, los libros que en 1972 estaban de él traducidos al castellano.
Las cartas, como siempre ocurre, combinan el interés con el desinterés. En realidad (y en general), somos contrarios a la publicación de cartas de nadie (salvo para los vanidosos que ya calculan su publicación, las cartas son un mensaje momentáneo de una persona concreta a otra, y nadie debería husmear en esos mensajes), pero cuando se publican están ahí, y buscamos en ellas tener más del espíritu de alguien que amamos y ya desapareció, o conocer algo más de los datos de una época. En ambos casos, estas cartas aportan mucho, sobre todo por parte de Granell, quien escribe más y resulta más revelador que Breton. Su retrato de la vida yanki de Puerto Rico tiene un amargo sabor a lo que después se ha hecho planetario: la civilización del ruido, del cacharro tecnológico y de la purulenta publicidad (le faltó decir algo sobre el aire apestado que se respira en todos lados). Granell lanza sus invectivas, además, con la misma verba y gracia con que hablaba, y que tuvimos quienes lo conocimos el lujo de disfrutar. No menos arrasadoras son sus palabras contra el abstraccionismo triunfante y contra el existencialismo que dictaba las leyes en los años 50.
La Fundación Granell prepara la publicación de las cartas que Granell conservaba de sus amigos surrealistas.

Ilustración: “Las galas de Nadja”, 1950.