Con 94 años, desapareció en el pasado otoño Víctor Chab, una de las grandes personalidades del surrealismo en su proyección argentina. Muchas veces nos hemos referido a él aquí, y aunque baste con poner su nombre en el buscador para encontrar nutrida información, aprovecho para reproducir el artículo de Caleidoscopio surrealista, añadiendo la página que le dedicó Aldo Pellegrini a su exposición de 1970 en la Galería Gradiva de Buenos Aires.
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Víctor Chab, Con la lluvia del embalsamador de piedras, 1966 |
En 2002 se publicó en Buenos Aires un gran libro sobre él, con motivo de su retrospectiva (1947-2002) en el Palais de Glace bonaerense. En el catálogo, valiosos textos de Édouard Jaguer, Jorge Villacorta Chávez, Julio Llinás, Enrique Molina, Aldo Pellegrini y Juan Andralis. En una entrevista del mismo año, Víctor Chab afirmaba: “Mi pintura es automática”. A la vez, Floriano Martins lo entrevistaba en el n. 31 de su revista digital Agulha (“Víctor Chab: una trayectoria del surrealismo”), afirmando el artista su fidelidad al surrealismo y al automatismo. Transcribo dos pasajes de sumo interés: “Si bien los fundamentos del surrealismo están muy claramente expuestos en el primer manifiesto de 1924, a partir de ese mismo año se lo dio por muerto sistemáticamente por los espíritus idiotas que no vieron más allá de sus narices. El límite que Jean Schuster establece entre el surrealismo histórico y el eterno –con la muerte de Breton– es una violencia golpista y arbitraria y totalmente innecesaria. Carece de fundamento teórico”. “Yo concibo el arte de pintar como el camino de la gran libertad. De igual manera que transité por caminos distintos y opuestos, en la actualidad mi obra está fijada al desnudo femenino; el cuerpo de la mujer no tiene igual como cantera para las variaciones estéticas y me produce un placer sin límites. El surrealismo tiene la particularidad maravillosa de no basarse en un corpus técnico como el cubismo, el fauvismo, el neoplasticismo, donde los fundamentos están basados estrictamente en la descomposición de la figura (cubismo), la plenitud del color (fauvismo) o la geometría octogonal (neoplasticismo). El surrealismo nos abre las puertas a lo desconocido. Todas las formas y todas las técnicas pueden adscribirse a las fantasías más delirantes: figuración o no figuración, y todas las variantes de la reunión de los contrarios”.
Más recientemente (2013), Víctor
Chab realizaba una serie de dibujos muy
bellos, cuyo colorido alegre contrasta con el de sus cuadros más
característicos, si acaso volviendo a algunos de los años 50, pero,
paradójicamente, con más jovialidad y alegría. Y es que estamos ante un artista
de esos pocos que han sabido mantener la inspiración viva a lo largo de una
larga vida, sin repetirse, sin regodearse en los propios hallazgos, sin
transitar senderos trillados por otros o por ellos mismos.
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Víctor Chab, poema-collage |