martes, 29 de julio de 2025

Automatismo en la costa africana

A los visitantes surrealistas en la isla de Tenerife, tan prestigiada por Óscar Domínguez y sobre todo por la estancia bretoniana de 1935, acostumbro llevarlos a conocer la cordillera de Anaga, con parada obligatoria en el pueblo de Taganana y un paseo por la playa de arena negra del Roque de las Bodegas, desde donde hace siglos se exportaba vino de malvasía para algunos países europeos.

Al extremo de la pequeña playa, hay una formación rocosa conocida como Piedra de la Sal, tan desconocida que ni una sola vez es nombrada en la gigantesca enciclopedia informática, dato que acaba de sorprenderme. Tiene un pasadizo, y mismo al lado una de las rocas que baña el mar ostenta una enigmática espiral, guanche o neoguanche. Llevados de una súbita inspiración, Miguel de Carvalho y Rik Lina decidieron frotar sus lápices sobre una serie de hojas colocadas encima de la superficie rugosa. He aquí las dos que me regalaron:



La primera es obra de Rik Lina, y de ella emergió un personaje que me recordó a los de Baj.

La segunda es la de Miguel de Carvalho, con intervención collagista posterior, cuando estábamos en el Bar África, allí mismo, frente al mar. El drago que ha surgido lo vio como el drago (dragón) del Roque de las Ánimas, lo que merece una explicación. El Roque de las Ánimas, imponente, se encuentra al otro lado de la carretera, y es así llamado porque se escuchaban allí las voces de las ánimas de quienes habían muerto, hace muchos siglos, al intentar arrancar las orchillas, entonces tan preciadas para los tintes. Pero además, en el Roque abundan los dragos, que pueden verse desde lejos, diminutos pero a la vez inverosímiles.

Lamento no tener fotos mías de la Piedra de la Sal ni del Roque de las Ánimas, pero como ilustración tomo estas de la red:

Piedra de la Sal

Roque de las Ánimas y Piedra de la Sal