A los visitantes surrealistas en la isla de Tenerife, tan prestigiada por Óscar Domínguez y sobre todo por la estancia bretoniana de 1935, acostumbro llevarlos a conocer la cordillera de Anaga, con parada obligatoria en el pueblo de Taganana y un paseo por la playa de arena negra del Roque de las Bodegas, desde donde hace siglos se exportaba vino de malvasía para algunos países europeos.
Al extremo de la pequeña playa, hay una formación rocosa conocida como Piedra de la Sal, tan desconocida que ni una sola vez es nombrada en la gigantesca enciclopedia informática, dato que acaba de sorprenderme. Tiene un pasadizo, y mismo al lado una de las rocas que baña el mar ostenta una enigmática espiral, guanche o neoguanche. Llevados de una súbita inspiración, Miguel de Carvalho y Rik Lina decidieron frotar sus lápices sobre una serie de hojas colocadas encima de la superficie rugosa. He aquí las dos que me regalaron:
Piedra de la Sal |
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Roque de las Ánimas y Piedra de la Sal |