Joyce Mansour (foto de Marion-Valentine) |
Hay libros que tardamos en obtener, por uno u otro motivo. Dimos noticia de este hace ahora dos años, remitiendo a una fina reseña de Jeanne Bacharach, pero al fin en mis manos doy fe de que se trata de un volumen excepcional, una verdadera deflagración poética.
Joyce Mansour
es uno de los grandes nombres del surrealismo y disfruta de una monografía
soberana realizada por Laure Missir, que precisamente es quien ha organizado
este tomo compuesto sobre todo de material inédito, más variantes de textos
conocidos y otros olvidados en revistas recónditas, en fechas que van de los
primeros años 50 a los mediados de los 80. Mucho de todo esto yacía en las
cajas de habanos Montecristo 3 que acostumbraba fumar Joyce Mansour (y quizás
convenga recordar que en aromáticas cajas de puros han presentado dos
surrealistas obras de primer rango: Her de Vries Boîtes et autres objets y
Sergio Lima Cantos à mulher nocturna),
El trabajo de
Laure Missir, como era de esperar, ha sido a la vez amoroso y magistral,
moviéndose lo mejor posible en el laberinto con que se encontró,
estructurándolo todo con juicio y sensibilidad y anotando al final los textos
con informaciones precisas enriquecidas por preciosos apartes. Nadie lo podía
haber hecho mejor, y ningún mejor homenaje se podía haber hecho a la fantástica
Joyce Mansour.
La sección de
poemas (aunque en Joyce Mansour todo lo invade la poesía) comienza con los
primeros “gritos” y “matrices”. Destaquemos luego: un poema-carta a Pieyre de
Mandiargues compuesto en México; un poema realizado con Alechinsky; dos poemas
en el número único de la ignota revista Sédition (1961), no surrealista
pero que convocó también los nombres de Gérard Legrand, Marianne Van Hirtum y
Alain Joubert (el titulado “Uranus” sería publicado en 1997 con textos de
Joubert y Guy Cabanel); una tanda de nuevos escritos paródicos para sumar a los
aparecidos en Bief, que debió escribir para sacarlos todos en un volumen
(la invalorable caja de Les Loups sont Fâchés los dio a conocer en 2006 con
ilustraciones de Mimi Parent y Jean Benoît, y dada su rareza yo me tomo la
libertad de reproducir al final de esta nota ese maravilloso cuadernillo);
“Julien Gracq o el brillante interior”, poema solo publicado en una revista de
1972; “El Gran Jamás”, para una exposición de 1971 de Henri Michaux; “A como
Atanor”, con que mostró rotundamente su continuidad en la aventura surrealista,
ya que apareció en el número inaugural del Bulletin de Liaison Surréaliste (1971);
“Los nuevos juegos de la muñeca de Bellmer”, respuesta a un deseo que le
formuló Bellmer en 1972 cuando pensaba reeditar las fotos en color de la poupée
sustituyendo los poemas de Éluard por nuevos de Joyce Mansour, a quien le confiesa
ser ella la única persona que podía entrar en el “clima” de su imaginario
erótico y metafísico; poemas para un catálogo de Jorge Camacho, en 1974;
“Georges Henein, mañana”, gran poema publicado en 1974 en La Part du Sable;
poemas para Molinier (“Alejándose hacia el norte”), para Camacho (“El imperio
de la serpiente”), para Svanberg, para Wifredo Lam, para Hervé Télémaque
(“Telhipnótico”), para Cárdenas (“Cárdenas, el que totemiza”), para Ted Joans.
Como se ve, Joyce Mansour se orientó desde fines de los años 60 hacia las colaboraciones
con artistas, que Laure Missir agrupa bajo el título de “Viajes en
calidoscopio”.
La segunda
sección se centra en los relatos y comienza con el soberbio “El loro”, que
publicó el número primero de Le Surréalisme, même, como en el número
siguiente aparecería el “Diálogo sin título”; no menos magnífico es
“Soledades”, que vio la luz en revista en 1958 y no había sido nunca reeditado.
Inéditas son las “Revelaciones sobre el asesinato de una personalidad”, largo y
poderoso texto esquizofrénico, y también inédita es la contribución suya a los
“marie-la-sanglante” que Benayoun había puesto en boga entre sus amigos
surrealistas en 1962. Pero me limito a realzar cuatro entre las muchas muestras
narrativas que aquí se contienen.
La sección
siguiente consta de escritos en prosa sobre figuras cercanas a la poetisa, como
Robert Lebel (el “enemigo de los idiotas y los impostores”), Alechinsky, Henein
en su óbito, Matta, Gironella o Cogollo. A este apartado pertenece un clásico
suyo, “Elementos mnemotécnicos para un sueño futuro”, con que marcó presencia
en el catálogo de L’Écart Absolu, al ocuparse del monstruoso Consumidor de
aquella exposición.
La última
sección incluye su participación en numerosas piezas muy notables del
surrealismo. Para empezar, la respuesta a la encuesta de L’Art magique
(1957), y luego las que dio a las de los dos cuadros en el número 3 de Le
Surréalisme, même más las cinco entradas suyas en el Léxico sucinto del
erotismo y sus aportaciones a las presentaciones-invitaciones colectivas de
“La poesía en sus muebles” de Fabio de Sanctis y Ugo Sterpini y de la
exposición de Svanberg de 1961. Al morir Breton en 1966, Joyce Mansour
interviene en una emisión radiofónica con unas palabras muy bellas y emotivas.
Pasados los años, nos la encontramos en el grupo Quando, creado por Georges
Sebbag y Alain Joubert, ocupándose ella del mes de octubre para el calendario
de 1978; este proyecto se truncaría, pasando algunos textos a convertirse en
otros posteriormente publicados mientras que aquí se dan a conocer los
inéditos. En fin, otro escrito interesante es su respuesta algo sarcástica a la
encuesta de 1978 sobre el sentido de la poesía en tiempos de miseria.
El dossier con
que se cierra Spirales vagabondes incluye una bonita cronología “polifónica”,
pero sobre todo lo realzan las estupendas notas “orgánicas” de Laure Missir.
En fin, un
libro imprescindible para respirar a fondo, una vez más, “el perfume
de orquídea ultranegra” (André Breton) de la voz poética de Joyce Mansour.