lunes, 20 de julio de 2020

El gramófono erótico


Por una foto inédita del estudio de Picasso, expuesta en su museo catalán el año pasado, pudo descubrirse que el famoso objeto Jamais de Óscar Domínguez había sido regalado por el artista canario a su admirado compatriota a fines de los años 40, cuando (desgraciadamente) había caído bajo su égida. Jamais, que se consideraba desaparecido para siempre, lo poseía aún la hija de Jacqueline Picasso, y así ha podido reaparecer en una exposición que se celebra ahora mismo en el Museo Picasso de Barcelona. Mayor interés aún ofrece el hecho de que la exposición ha generado un catálogo que es un festín visual y que incluye un ensayo espléndido de Georges Sebbag y Emmanuel Guigon. En estos tiempos de penuria, nada mejor bienvenido.
Le souvenir de l'Avenir
“Las epifanías del gramófono Jamais” se abre con un capítulo sobre los objetos de Domínguez, y todos sabemos que a Emmanuel Guigon se deben los mejores estudios sobre el objeto surrealista y la mejor monografía sobre el Drago de Canarias. A partir de ahí, sus reflexiones y las de Georges Sebbag se van complementando de manera impecable y son, en líneas generales, diferenciables para quien ha tenido la fortuna de conocer los numerosos trabajos con que han iluminado potentemente el surrealismo a lo largo de las últimas décadas. El segundo capítulo analiza el dibujo Le souvenir de l’Avenir en su relación con Jamais y como primer paso de la más conocida pintura Souvenir de l’Avenir, una de las primeras superficies litocrónicas, pintada en 1938, o sea el mismo año en que aparece el gramófono, en la exposición internacional surrealista de París. Esta exposición, que Sebbag y Guigon consideran con justicia “la más provocadora e inventiva de todas las exposiciones surrealistas”, es abordada en el tercer capítulo, dedicado a las “Primeras apariciones de Jamais”, que se encuentra representado en el mítico Dictionnaire abrégé du surréalisme (ya que funcionó como catálogo de la exposición), y que luego viajó a Amsterdam para la versión abreviada de la exposición parisina, que allí se empapó de brumas rubias.
Hélène Vanel, en acción surrealista
Jamais en la prensa”, apartado siguiente del ensayo, nos brinda las divertidas burradas que eran con frecuencia la moneda corriente en la recepción de la mediocridad y la estulticia periodísticas. Pero sin duda donde la investigación motivada por ese hallazgo alcanza cotas del interés más novedoso es en el capítulo “Linternas, bailarina y gramófono”, ya que enfoca lujosamente la ignota figura maravillosa de Hélène Vanel, describiendo la trayectoria que la llevó a participar en la exposición surrealista. En conclusión se afirma que Hélène Vanel “fue una virtuosa de las apariciones en la penumbra y una gran adepta del gramófono”. Su actuación nocturna, semidesnuda, en la exposición el 17 de enero de 1938, a la luz de las linternas y de un brasero, “se ajusta absolutamente a las actuaciones sensuales y sagradas, disparatadas y enigmáticas, corporales y salvajes, que venía realizando desde hacía más de quince años”. Constó de tres danzas –“La histeria”, “El trébol encarnado” y “El acto fallido”–, de las que se dan el registro fotográfico, destacando también la imagen en que aparece rodeada por los surrealistas.
Pero aún hay más en este catálogo que es a la vez un primor y una pieza de inteligencia. “Un salto al vacío” revela relaciones inquietantes del objeto de Domínguez, y el apartado siguiente nos traslada al estudio bonaerense de Ramón Gómez de la Serna, donde el mayor escritor español del siglo XX había pegado en las paredes más de veinte recortes del Dictionnaire abrégé du surréalisme (y muchísimos del número 10 de Minotaure, exclusivamente surrealista, aparecido en el invierno de1937), amén de otras imágenes de Domínguez. Por último, “El fonógrafo de Jarry” señala en este gran pionero un antecedente clave no solo del gramófono sino del dibujo y la pintura litocrónica.
Tres cuartos de siglo después, el gramófono de Domínguez sigue emitiendo sonidos.

Jamais, en la exposición parisina