Esa es la sensación que se tiene prácticamente
en todos los volúmenes de epistolarios, y este de Breton y Éluard no es una
excepción.
Presenta y edita, en Gallimard, Étienne-Alain
Hubert, lo que es extrema garantía. Las cartas van de 1919 a 1938, aunque las
relaciones entre los dos protagonistas comienzan a ser conflictivas desde 1935.
Como es predecible, las cartas de Breton son mucho más interesantes.
En los años 20, hay cartas interesantes sobre
las sesiones de los sueños (1922), sobre el banquete de Saint-Pol-Roux (1925,
con Breton comparando la actitud pusilánime del poeta con la que hubieran
tenido Víctor Hugo o Baudelaire), sobre la lectura ciega y santificante que
hicieron del tendencioso Lenin de Trotsky, sobre el affaire de
los ballets rusos (1926), sobre el descubrimiento de Novalis (1929)...
Del 2 de agosto de 1930 es una carta magnífica
de Breton a Éluard y Char sobre la visita de una “extraña desconocida”, y ya en
1931, junto a los comentarios al choque con Aragon, aparece la primera
revelación: una encuesta sobre los “sentimientos humanitarios” que no fue
concluida y de la que se nos dan las respuestas de Crevel y Dalí. La otra “revelación”
es la de la intención que hubo en enero de 1934 de titular una revista del grupo
Surréalisme International; iba a ser editada por Corti y el título
dibujado por Man Ray.
La problemática del compromiso político
aflora ya con carácter obsesivo en 1932, y toque patético fondo con el
proyecto, al año siguiente, de “preparar un manual de materialismo dialéctico”
y relacionarse con los estudiantes y con los “círculos marxistas”. En una carta
de este último año, Breton nos deja un curioso retrato de Camille Bryan,
mientras que en otra de 1935 señala la llegada de Bellmer. Por fin, de los años
36-37 hemos de destacar como sobresaliente todo lo referente a la preparación
de la Antología del humor negro.
Las notas de Étienne-Alain Hubert son
espléndidas, y si la del enigmático Dédé Sunbeam, por ejemplo, me pareció novedosa,
se le ha escapado el buen conocimiento que hoy tenemos de Sheila Legge, sobre
la que hay una prosa automática en la antología del surrealismo británico de
Michel Remy y hasta un librito de Silvano Levy, datos que hubiera encontrado,
sin ir más lejos, a la derecha de este blog.