Decididamente, esta investigación bretoniana
de Nick Carter tiene mucha enjundia.
Consta de 49 capítulos, cada uno siendo una
viñeta espléndida, todas recargadas y oscuras, con títulos tomados de los
poemas de Breton.
Hay auténticas sorpresas, como la de la
muerte de René Crevel a manos del Dr. Quartz, que disfrazó el asesinato de
suicidio, o la de que Breton y el maligno doctor fueron condiscípulos en la
Salpêtrière, o la de que Breton fue perseguido a raíz de que su frase del oro
del tiempo hiciera pensar a los villanos que había descubierto la piedra
filosofal.
En horas bajas, Breton le encarga a su amigo
Nick Carter (esperemos que Gallimard publique pronto la correspondencia de
ambos) descubra qué es lo que ha pasado. Las indagaciones del detective
americano se prolongan por varias décadas.
Por esta “investigación surrealista” van
desfilando Desnos, Aragon, Magritte, Nougé, Nadja, Mesens, Bataille, Toyen,
Nezval, Dalí y Gala, Frida Kahlo (sin bigote), Trotsky y Aube, de quien Nick
fue padrino de nacimiento. Se extraña la ausencia de Benjamin Péret.
*
En el prefacio, David B. pone como su fuente
principal la triste biografía chismosa de Polizotti. Es una pena habiendo tan
buenas biografías de Breton. La consecuencia es la insistencia en las
“exclusiones”, de que hace responsable único y exclusivo a Breton, y la
recriminación tan tonta como socorrida de que no se haya ocupado de Nadja una
vez esta fue internada. Ahí el pobre Nick Carter, que tan bien se las ha
arreglado, desbarra aparatosamente.