Hay libros que hacen falta, y eso es
exactamente lo que puede decirse de esta reciente obra de Patrick Lepetit sobre
Céline, “ideólogo nazi”.
Siempre me sorprendió, y me costaba
entenderlo, la simpatía que despertaba este personaje entre quienes menos podía
esperarse, incluso algunas inteligencias anarquistas que solo parecían percibir
en él su discurso antiburgués. Me han repugnado siempre los paliativos con
algunos escritores o pensadores de mentalidad abyecta tan solo porque eran
“grandes” o “geniales”, incluido un Borges, que llamó “caballeros” a los
militares golpistas argentinos, acudió a Chile para recibir un premio de manos
de Pinochet en sus primeros momentos y lamentaba que los Estados Unidos no se
convirtieran en un imperio como los de los viejos tiempos. E incluidos, por
supuesto, los Aragon y los Éluard.
Por eso es regocijante ver aparecer, y en el
Atelier de Création Libertaire, este Voyage au bout de l’abject de
Patrick Lepetit, que se abre con una cita definitiva de Jimmy Gladiator en La
Crécelle Noire, publicación de corte anarcosurrealista, año de 1979: “Vamos
a bajarles sus infernales humos a los que se aferran aún a las aberraciones del
tipo «un tal (fascista notorio, o cristiano, o estalinista, o programa ex
común) es un revolucionario en la Escritura (o en el Arte, o en el Cine)» ¡Qué
lamentable es una revolución en! ¡Mierda a la Escritura, viva la Poesía, viva
la Revolución, viva la Anarquía!”
Cuando Céline se encontraba en 1950 en
Dinamarca temeroso del juicio que le iban a hacer en Francia, Le Libertaire (donde
gozaba de simpatías) realizó una encuesta en que resultan admirables las
respuestas de Breton y de Péret frente, por ejemplo, a la de un Jean Dubuffet,
que lo consagra nada menos que como “uno de los más maravillosos poetas de
nuestro tiempo”, añadiendo que “hay que absolverlo completamente, abrazarlo,
honrarlo y festejarlo como uno de nuestros más grandes artistas y uno de los
más orgullosos e incorruptibles muchachos de nuestra casa”. Al año siguiente,
con antecedentes como este de Dubuffet (ahora voy comprendiendo por qué Jose
Pierre lo llamó en 1959 “hitlerófilo” y “antisemita”) o de Paulhan y Nadeau,
comenzaba la “rehabilitación” francesa de Céline, en la que militaron muchos
figurones de la izquierda francesa como Paul Nizan o la pareja ubuesca, Aragon/Triolet,
que lo tradujo al ruso. Hasta un André Gide perdía su lucidez viendo a este
canalla como un bromista, o si no un loco.
Patrick Lepetit procede a un verdadero
asedio tanto de la figura de Céline como de las operaciones de sus paladines,
entre los que destaca Philippe Sollers, nada menos que desde 1963 hasta 2009, cuando
llega a declarar: “Sitúo a Céline muy alto. La campaña de obliteración de
Céline ha fracasado, y pese a que no querían que entrara en el Panteón, es ahí
donde se encuentra. Yo lo coloco muy alto, con Proust, para el siglo XX, y creo
que ya no hay nadie que diga verdaderamente lo contrario, o que se ensañe
todavía en una vana polémica”. Que en lo último también se equivoca Sollers, lo
demuestra la propia obra de Patrick Lepetit, que no deja ni un respiro a todos
estos paladines, llegando hasta el homenaje que le hizo el año pasado el Magazine
Littéraire, donde el editor celebraba “su capacidad de dinamitar la lengua
francesa, en la línea de un Rabelais” –señala justamente Patrick Lepetit lo
infinitamente lejos que está Céline del rabelesiano “buen reír humorístico y
cálido”.
Los surrealistas difícilmente podrán olvidar
la actuación de Céline con Robert Desnos, y estas palabras de Patrick Lepetit
no dejan de evocárnoslo: “Que se deje de importunarnos con la bella lengua del
autor de Féerie pour une autre fois con menosprecio de la incitación que
fluye de su pluma como fluía la sangre de las innumerables víctimas de aquel
tiempo”. Y para rematar: “Que cesen de hablarnos, sobre todas las líneas
posibles de defensa de lo indefendible, de libros «de circunstancia», de obras
de un «loco», de gran broma, de pura literatura”.
*
Las respuestas de
Breton y Péret a Le Libertaire, 1950
André
Breton:
Cher camarade,
Mon admiration ne va qu’à des hommes dont
les dons (d’artiste, entre autres) sont en rapport avec le caractère. C’est
vous dire que je n’admire pas plus M. Céline que M. Claudel, par exemple. Avec
Céline l’écœurement pour moi est venu vite: il ne m’a pas été nécessaire de
dépasser le premier tiers du Voyage au bout de la nuit, où j’achoppai
contre je ne sais plus quelle flatteuse présentation d’un sous-officier d’infanterie
coloniale. Il me parut y avoir là l’ébauche d’une ligne sordide. Aux approches
de la guerre, on m’a mis sous les yeux d’autres textes de lui qui justifiaient
amplement mes préventions. Horreur de cette littérature à effet qui très vite
doit en passer par la calomnie et la souillure, faire appel à ce qu’il y a de
plus bas au monde. L’antisémitisme de Céline, le soi-disant “nationalisme
intégral” de Maurras, sous la forme ultra-agressive qu’ils leur ont donnée, ne
sont pas seulement des observations, mais le germe des pires fléaux. A ma
connaissance Céline ne court aucun risque au Danemark. Je ne vois donc aucune
raison de créer un mouvement d’opinion en sa faveur.
Benjamin
Péret:
Cher camarade,
L’intérêt soudain que Le Libertaire porte
au nommé Céline me surprend profondément. Je ne peux pas oublier, en effet, que
Céline a joué, avant et pendant la guerre, un râle tout à fait néfaste. Toute
son oeuvre constitue une véritable provocation à la délation et, de ce fait,
devient indéfendable à quelque point de vue qu’on se place car la poésie ne
passe pas quoi qu’en disent ses thuriféraires par la bassesse et l’ordure. Or,
l’œuvre de Céline se situe tout entière dans un égout où, par définition, la
poésie est absente. Et l’on voudrait en soulever la plaque pour nous faire
respirer les émanations méphitiques qui s’en dégagent! Non, qu’il reste au
Danemark où il ne risque rien s’il n’ose pas se présenter devant un tribunal
dont il n’a guère à attendre qu’une condamnation de principe. C’est toute une
campagne de “blanchiement” des éléments fascistes et antisémites qui se
développe sous nos yeux. Hier, Georges Claude était remis en circulation.
Demain ce seront Béraud, Céline, Maurras, Pétain et compagnie. Quand toute
cette racaille tiendra de nouveau le haut du pavé, qu’auront gagné les
anarchistes et révolutionnaires en général? Pas de donquichottisme! Réservons
notre solidarité –et celle-ci totale– pour les victimes de notre capitalisme,
de Franco, Staline et autres dictateurs qui souillent aujourd’hui la surface du
globe.
*
Patrick Lepetit se situó en plena órbita del
surrealismo en 2012, con la publicación de un libro ya de referencia: Le
surréalisme, parcours souterrain. Recientemente nos ocupábamos de su bella
colaboración con John Welson, Earthly kingdoms and dreamy knights, pero
con anterioridad este poeta, ensayista y libertario normando ha publicado los
poemarios Les tragédiennes (1978), Triptyque des solitudes (1989),
Rouge solaire (1997), Rituel d’une fascination (2007) y Déclaration
d’incandescence (2015). Recientemente, estuvo alerta a la impostura de las exposiciones
pseudosurrealistas que venían presentándose como muestras del “surrealismo
internacional” (y que en particular Miguel de Carvalho venía denunciando desde hace
tiempo), impulsando el manifiesto verdaderamente surrealista internacional “Du
ruisseau à l’égout”.
En el siguiente enlace pueden verse una
serie de intervenciones suyas sobre el surrealismo: