Más que jactarme de ser el único surrealista que se ha fijado en los
rostros y figuras que habitan las viejas traviesas de madera de las vías
férreas, debería denigrarme por solo haberlos advertido al cabo de tantos años
de recorrer esas vías. Curiosamente, el primer “hallazgo” fue en una traviesa
abandonada en un rincón de la aldea de Foz Tua, junto al río Duero portugués,
pensando que era algo excepcional y con la exaltación que en aquel templo gastronómico
que era y es el Calça Curta me daban el medio litro de vino que servían y
sirven con las comidas y los sucesivos moscateles de Favaios que remataban cada
refección (entremezclados a veces con unos anisados caseros que preparaba Dona
Branca en su vecina venta de tiempos remotos, ya desaparecida hace más de
veinte años). No traía aquel día la cámara, y cuando pude traerla ya no estaba la
traviesa fundacional, pero en seguida descubrí que se trataba de un fenómeno
más o menos habitual. Los registros que aquí presento, y que son la mitad de
los que tengo, fueron hechos en los años 2004, 2005, 2016 y 2017, en la línea
del Tua, que de allí arrancaba y que ya fue destruida por una presa faraónica,
y en la del Alto Duero, entre Tua y el apeadero de la Alegria y entre las
Vargelas y Pocinho, hoy sin duda el tramo más imponente de la ya raquítica red
ferroviaria de Portugal. No llegaron a tiempo de incorporarse al libro de fotos
portuguesas Disparos del archibrazo,
aunque sí a la posterior trilogía Portugal.
Viaje sin retorno, pero como esta es una obra de escasa difusión, los pongo
aquí a disposición de los curiosos. Algunos de esos registros, sobre todo los
verticales, ofrecen revelaciones al ser girados, y hasta a veces no estaba
cierto de cuál había sido mi intención, pero los dispongo como me parecen más
potentes.
A partir de cierto punto, los rostros sobre todo comienzan a repetirse demasiado,
pero sin embargo en recientes caminatas, cuando ya no esperaba nada, aún pude
ser sorprendido por más de una docena, y sin buscarlos, o sea al ir
displicentemente fijándome en mis pasos. El espacio y la atmósfera del lugar
también ayudan: un río ancho y aún hermoso (pese a las presas que lo han
domado), declives montañosos de peñascos graníticos o de cultivo en terrenos pizarrosos de viñas u
olivos, un silencio que solo interrumpen algún pájaro o el brinco de un pez, la
ausencia total de otro bicho humano que uno mismo...
No debe dejar de anotarse que en portugués las traviesas férreas se llaman también “chulipas”, que viene del inglés to sleep, y “durmientes”, esta última magnífica designación siendo también usada en la América hispana.
No debe dejar de anotarse que en portugués las traviesas férreas se llaman también “chulipas”, que viene del inglés to sleep, y “durmientes”, esta última magnífica designación siendo también usada en la América hispana.