Portada de Yves Elléouet, 1965 |
El número 77-80 de la revista de cultura libertaria A Ideia, con más de 400 páginas, se centra en el abyeccionismo, con
motivo del cincuentenario del proyecto de revista Abjecção (1966), frustrado por la presión policial sobre algunos de
sus participantes.
Efímero movimiento en que intervinieron algunos surrealistas portugueses,
el abyeccionismo es enfocado a fondo por António Cândido Franco en el texto
central de este volumen, titulado “Sobre la circunstancia y sobre la ética del
abyeccionismo”.
Lo más benévolo que puede decirse del abyeccionismo es que su nombre fue un
completo equívoco, ya que el surrealismo es por naturaleza antiabyeccionista.
Se supone que la idea era considerar que en una época abyecta (la nuestra, a su
manera, no lo es menos) el poeta se ve condenado a la inadaptación social y en
consecuencia a ser visto como abyecto, pero a nadie se le escapa que es
imposible llamar “abyectos” a un António Maria Lisboa, a un Antonin Artaud, a un
Jean-Pierre Duprey o a un Stanislas Rodanski. La fuente del equívoco la apunta
el propio António Cândido Franco cuando señala la diferencia entre Luiz Pacheco
(padre de familia numerosa que siempre me ha parecido un energúmeno, a pesar de
que aquí se lo presente como un ejemplo de “hombre libre”) y por la otra parte
Cesariny y Cruzeiro Seixas. Conviene rever el magnífico documental de la
exposición “Surrealismo abrangente”, donde Cruzeiro Seixas le cita a Eurico
Gonçalves unos versos de Cesariny: “Para frente puxam os bois, para cima puxam
os homens”, comentando en seguida que “la idea de la abyección es lo contrario”
y que “si una persona quiere provocar la abyección, está falseando alguna cosa”.
“No estoy de acuerdo”, afirma contundentemente este artista y poeta a quien no
le gustaba nada en el abyeccionismo su aspiración a llegar al máximo de la
degradación.
¿Y Cesariny? En 1983 escribe: “Aquí y ahora y siempre en todas partes el
surrealismo no tiene nada que ver con el abyeccionismo”, aunque poco después
acabe por considerar aquella efímera aventura como una de las “claves” del
surrealismo portugués, línea en que lo sigue António Cândido Franco.
El interés de los abyeccionistas por Sade y Bocage forma parte del mismo
equívoco. Sade es la antiabyección, y Bocage en todo caso anuncia un fenómeno
que sí merece toda estima: la bohemia revolucionaria. Pero esta nunca fue
abyecta, sino una respuesta a la abyección, una tendencia ebria de ideal, de signo
ascendente, como se ejemplifica en el gran Max Estrella (opuesto además, dentro
de la propia bohemia, al sí que abyecto don Latino de Hispalis). Bocage es
objeto de muchos trabajos en este número de A
Ideia, e incluso hay una interesante encuesta sobre su signo actual.
Hay mucho más material, concerniente parte de él al surrealismo. De nuevo
encontramos las trasnochadas críticas situacionistas, en un artículo que se
apoya en Vaneigem, el apóstol del viva la tecnología porque con ella no tendremos
que trabajar, y del viva el hedonismo juvenil del hago lo que me da la gana. Notable
interés, en cambio, ofrecen el reportaje sobre Bruno da Ponte, director de la
editorial Minotauro, donde tantas cosas valiosas se publicaron, la evocación de
António José Forte por Fernando J. B. Martinho y sobre todo el magnífico ensayo
de Maria João Fernandes sobre Raúl Perez, gran artista y gran figura del
surrealismo, muy raramente abordado como merece –este es un estudio de
referencia. Y hay también cartas a Cruzeiro Seixas de Franklin Rosemont, sobre
quien se reproduce la semblanza de Michael Löwy.
En conjunto, otro número sólido, que se suma a los tres anteriores para
enriquecer de modo impresionante la bibliografía del surrealismo en Portugal.
Pedidos: Revista A Ideia,
Rua Celestino David n.º 13-C, 7005-389 Évora, Portugal.
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