lunes, 14 de mayo de 2012

“Caleidoscopio”: Mattias Forshage/Jean-Pierre Lassalle

Remitimos a esta inteligente, atenta y sesuda reseña de Caleidoscopio surrealista, realizada por Mattias Forshage, y de la que solo hace unos pocos días tuvimos noticia:
Pese al interés de todo lo señalado por Mattias Forshage, hasta el presente, nada hay que me haga cambiar un ápice el planteamiento de este libro, que será exactamente el mismo si llego a coronar la ambición de sacar en 2016 una edición corregida, actualizada y definitiva. Caleidoscopio surrealista se limita a ofrecer una visión personal del surrealismo, por alguien cualificado (y entusiasta), y tan solo en lo que concierne a territorios y nombres. Lo ideal hubiera sido incluir obras, conceptos, motivos, procedimientos, etc., pero entonces estaríamos ante una obra no de 700 páginas sino de 2000. Y todo tiene su límite, hasta porque también nos ocupamos en la vida de otras cuestiones que nos interesan tanto como el surrealismo.
Las posturas discutibles están conscientemente asumidas. Así, el “impresionismo”, guiado por un instinto al que concedo plenos poderes; la relevancia de anécdotas que en ocasiones revelan una mayor confianza en el mito que en los hechos; o la importancia otorgada en ocasiones a figuras aisladas sobre otras más comprometidas en la actividad colectiva, ante todo porque resulta mucho más difícil afirmarse en un ambiente adverso que en otro donde nos sentimos apoyados y correspondidos –y por cierto que uno no escribe en balde, y desde hace más de cuatro décadas, desde un sitio como el de las horrorosas Islas Canarias.
Otro comentarista de Caleidoscopio nos decía en una carta que desde el punto de vista teórico era obra “algo liviana”. Pero nuestro objetivo no iba en esa dirección, al no tratarse de la tal obra de 2000 páginas. Lo que pretendemos es ser cristalinos. Y lo seremos siempre, con la frontalidad que nos caracteriza.
Por tanto, mi mayor interés reside en las observaciones concretas que se hagan a este trabajo. No solo la detección de los inevitables errores y erratas, sino el enriquecimiento de datos y entradas, como las que nos han hecho llegar algunos amigos. El propio Mattias Forshage nos apuntó hace unos meses algunos fallos, y los más significativos los pusimos ya en el capítulo de “Adiciones y correcciones” de “Surrealismo internacional”. Ahora aporta nuevas observaciones, de sentido diferente.
Una de las características de Caleidoscopio surrealista es la de tratarse de una obra que se apoya grandemente en las múltiples revistas del movimiento surrealista. Claro que hemos llegado hasta donde hemos podido. Hay revistas de muy difícil localización, y otras que solo se consiguen a precios exorbitantes (algo que ocurre también con algunos pequeños catálogos). Solo hace un par de semanas he podido obtener un número de Edda (otro costaba... cerca de 300 euros), y ni siquiera poseo completa la colección de Phases. Más difícil aún es obtener revistas de difusión más restringida, como The Moment, que lamenta Mattias no esté tratada individualmente. Todo el capítulo de Inglaterra se basa, sobre todo, en los estudios altamente competentes de Michel Remy, tal y como es señalado, por lo demás. Y es él, por cierto, quien, en dos ocasiones, habla de la actividad de John Welson y Kathleen Fox en el País de Gales (una de ellas, en la pág. 20 de Au treizième coup de minuit, mientras que la otra, donde habla de “grupo informal”, en otro sitio que no logro ahora mismo localizar). No dispongo, por el moment, de suficiente información sobre The Moment –ni sobre el Surrealist Research Group o el London Surrealist Group– como para darle especial relevancia, que no ha aflorado a las fuentes que manejo. En este sentido, apuntaré que, solo gracias a que Laurens Vancrevel llegó a tiempo avizor de noticiarme la publicación de Invisible Heads pude enriquecer enormemente el relato de la riquísima actividad llevada a cabo en los Estados Unidos por los surrealistas que se separaron del grupo de Chicago. Obras como esa –o como el reciente Other Air respecto al surrealismo checho y eslovaco de las dos últimas décadas– resultan cruciales. En tanto, hace falta quien acerque esa documentación, como sobre otros lugares que menciona Mattias (Minnesota y Turquía).
En cambio, encuentro excesivo decir que la actividad de los años 70 en Inglaterra no está bien reflejada, dada la importancia concedida al grupo de TransformaCtion y a la figura de John Lyle, surrealista de combate siempre ocultado por la crítica académica. ¿Y qué más puede decirse del conflicto de Lyle con Coupure y con Chicago? En cuanto a Mesens, ocurre que, precisamente, no van mis simpatías hacia él en su rechazo de Ithell Colquhoun, por mucho que tampoco me agrade el gusto de esta por formar parte de organizaciones masónicas, y no digamos los trabajos que hizo para iglesias a principios de los años 50...
Los capítulos de Alemania, Italia y Austria pueden parecer escasos, pero... no se puede inventar donde no hay. En el segundo de estos países, comentaré rápidamente un caso revelador. Mi conocimiento de la obra de Renzo Margonari era más bien limitado. Edouard Jaguer dice que, tras sus inicios nuclearistas, se presentó como “parasurrealista”, y así lo trasladé en Caleidoscopio. Por los auspicios de Arturo Schwarz, Margonari se pone en contacto conmigo para aclararme que él se considera surrealista cien por cien. Me envía unos libros suyos que me deslumbran, y que pasan a convertírmelo en una figura central del surrealismo en Italia, porque además ha desarrollado una labor crítica de envergadura. Pues bien: es el propio Margonari quien me afirma coincidir conmigo en la consideración del desastre de la proyección surrealista en Italia, y en las causas que aporto para explicar tal fracaso.
Tampoco creo que los llamados países del Este hayan sido descuidados, y hasta me siento más tranquilo con lo dicho de ellos que de algunos países de la América del Sur. Por otro lado, respecto al “caso Suiza”, Meret Oppenheim, obviamente, está en el espacio París, ya que señalo bien a las claras que lo importante es estar aquí o allá, no ponernos a discutir académicamente si debe ir en un sitio o en otro. La introducción de Aloïse y Wölfli va donde tiene que ir, y además no se olvide, en su paradigma, la presencia de Scottie Wilson en el capítulo británico y de Crépin y Lesage en el francés. Todos ellos despertaron el entusiasmo coetáneo de la tribu surrealista, y justifican para mí su inclusión. En Suiza, no profundizo en Le La porque, sencillamente, solo tengo un número de esa revista, cuya localización en Iberlibro llevaría horas, si es que está, y en cuanto a la actividad de Elephant Celebes o al grupo en torno a Laszlo, la desconozco, lisa y llanamente. Ídem diré de los llamados Recordists, que Mattias presenta como grupo “no tradicional o controvertido”, del que, claro está, quisiera empezar por saber qué piensa del surrealismo y en particular de André Breton, que es para mí la verdadera piedra de toque. Y si desconozco estas cosas, por algo es. El grupo chileno Derrame, en cambio, no solo tiene siete revistas palpables, y llenas de material de interés, sino que el propio grupo ha inventariado su actividad en una de las publicaciones de referencia del movimiento surrealista, o sea Brumes Blondes. Que alguien más competente que yo, y con mejores conexiones internacionales, haga un buen panorama del surrealismo “actual” –para mí, además, lo “actual” no supone un mínimo privilegio.
En el caso de los Recordists, nos trasladamos al apartado de la música, que interesa también a otros surrealistas del presente, hasta el punto del propio Mattias haber señalado, en un muy interesante ensayo sobre la materia publicado en Hydrolith (volumen decisivo del surrealismo más reciente), que “actualmente la música es uno de los aspectos centrales de la creatividad surrealista”. Pero ya me parece estar escuchando la voz aguardentosa del viejo Llampallas, que estuvo atento siempre al surrealismo: “Ametrallados que estamos de música por todas partes y a todas horas ¡y ahora aparecen los surrealistas haciendo más música! ¡¡Mi silencio de oro!!”
Añadamos, por lo referente al surrealismo “actual”, la tendencia invasora a expresarse solo a través de la red. Pero yo no la tengo en mi casa de inquilino, y he de limitarme a buscar algunas cosas en una pequeña fracción de las seis o siete horas semanales en que cumplo permanencias en un despacho inhóspito. Ello explica, por ejemplo, tanta tardanza en advertir esta reseña.
Ojalá hubiera tenido para todos los capítulos de Caleidoscopio surrealista un colaborador como Mattias Forshage lo fue para el de Suecia (o Sergio Lima para el de Brasil, o Laurens Vancrevel y Her de Vries para el de Holanda). Entonces ni necesitaría una segunda edición de esta obra en la que he puesto, desde luego, toda la carne en el asador. O sea, toda la que tenía. De lo que sí se puede estar seguro es de que, tras todo lo que se dice en este libro, y de lo que parecen “impresiones” o de las “anécdotas”, hay un sistema coherente de pensamiento, que cualquiera, si se interesa, puede fácilmente advertir o determinar.
Mattias Forshage, uno de los nombres fijos de la constelación surrealista sueca, es no solo un fino ensayista, sino también poeta y creador de cajas como esta, realmente impactante:

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Otra generosa recensión del Caleidoscopio:
Jean-Pierre Lassalle no solo es un original poeta (La Fuite Écarlate, Poémes Presques suivis de La Grande Climatérique, L’Écart Issolud suivi d’Agalmata, los tres editados en Toulouse entre 1998 y 2001), sino que ha sido un hombre fiel a su fervor surrealista desde que, en 1959 le enviara una carta a André Breton, que este publicó en el n. 9 de Bief. Breton le dedicará uno de sus libros con estas palabras: “A Jean-Pierre Lassalle, que sabe acariciar el pájaro en la piedra”. Varios cuadernos publica en años sucesivos: Le Grand Patagon (1962), el artaudiano Retour de Rodez (1963), Brusquement les oiseaux (1968), Diramant (1969), Enfin Lepante (1971).
Insólita obra es Agalmata, compuesta de poemas gráficos, collages, dibujos y postales desviadas, todo de fines de los años 50, pero seguida de un manifiesto posterior, soberbio, con la idea de la creación de una orden de caballería poética en que esplenden las figuras de Isidore Ducasse, Alfred Jarry, Raymond Roussel, Antonin Artaud, André Breton y... el Gran Patagón. Vemos aquí dos imágenes de Agalmata:


Medio siglo después de Bief y de Agalmata, Jean-Pierre Lassalle aparece en Brumes Blondes (n. 8, 2010), como poco antes lo hacía en S.u.rr... Y eso lo dice todo.
Lo que me señala acerca de André Liberati es, por ejemplo, algo que ya tengo en consideración. Por venir de quien viene.