Pocas semanas antes de que se demoliera el estudio que Man Ray había tenido en París durante un cuarto de siglo, François Lévy-Kuentz realizó un documental de 22 minutos en que la sublime Juliet nos introducía en aquel espacio insólito y entrañable.
Las ediciones Dilecta publicaron una caja con un libro de pequeñas dimensiones y un libreto en que se incluía el disco con el documental. El libro, en inglés y francés, contiene dos exquisitas conferencias de Man Ray, y el libreto muchas fotografías del estudio por Carlos Muñoz Yagüe.
La grabación se llevó a efecto en 1988, y la caja se editó en 2008. Veo que puede conseguirse aún en Dilecta, y que el cortometraje está disponible en la red, aunque no gratuito.
En una de las fotos, vemos la Remington en que Man Ray escribió su maravillosa autobiografía, una de las mejores memorias de los viejos tiempos dadaístas y surrealistas que existen. Otra foto muy destacada es la de su dormitorio, presidido por la célebre pintura A la hora del observatorio, los enamorados; en el libreto, va acompañada de estas palabras de Juliet: "Los sueños eran muy importantes para él. Soñaba todo el tiempo", añadiendo en otro momento que al despertar se ponía a dibujar los sueños de la noche para luego empezar a pintar. Esta pintura tuvo un origen curioso: un día Kiki le dejó en el cuello la marca de sus labios y él se puso a soñar con labios sueltos, flotando en el aire; ese sueño siguió con él mucho tiempo, hasta que diez años después lo traspuso a ese cuadro monumental, en el que trabajó de 1932 a 1934, colgándolo sobre la cama "como una ventana abierta sobre el espacio". Las dos cúpulas que aparecen al fondo eran un recuerdo de sus paseos cotidianos por los jardines de Luxemburgo, y "los labios, sin duda a causa de su escala, evocaban dos cuerpos estrechamente enlazados". Al igual que muchos de sus cuadros, lo hizo en los ratos libres, y Man Ray simpatizaría sabiendo que para mí este hombre que pintaba "para ser amado" y al que muchos no pasan de considerar un fotógrafo y autor de objetos, es ante todo un pintor, un maravilloso pintor.
La Rue Férou es conocida por el enigmático cuadro que le hizo Man Ray en 1952, o sea a los pocos meses de comenzar a vivir en el estudio. Esta calle iba de los jardines de Luxemburgo a la plaza de Saint-Sulpice, cuya iglesia inmensa, llena de leyendas y con unas raras torres asimétricas, le impresionaba.
Foto de Carlos Muñoz Yagüe |