Aunque publicada, en La Lucarne Ovale, hace
tres años y medio, y señalada aquí en dos ocasiones, llamo la atención hoy
especialmente sobre esta antología poética de Élie-Charles Flamand, Braise de
l’unité. Un poeta como Flamand debería leerse en su totalidad –unos treinta
cuadernos–, pero este volumen asume características especiales, ya que, por una
parte, la selección fue hecha por Obéline Flamand (de quien es la viñeta de
portada) con el visto bueno del escritor, y, por otra, la enmarcan dos textos
magníficos sobre su poesía, a cargo de Gwen Garnier-Duguy y Marc Kober.
Se cubre un período que va nada menos que de
1957 a 2014, y se comienza, como era de esperar, con À un oiseau de houille
perché sur la plus haute branche du feu, el legendario poema dedicado a André Breton e
ilustrado por Toyen.
En su prefacio, “La palabra de Élie-Charles
Flamand”, Garnier-Duguy calibra su poesía como “una de las más
bellas y más potentes de nuestro tiempo”. Su “lengua única”, su “mirada única”,
las ve como opuestas “a las fuerzas de muerte que hoy contaminan la superficie
del globo, enfangado en los mecanismos de deshumanización absoluta”.
Marc Kober, en “El tesoro de Élie-Charles
Flamand”, diserta sobre su “periplo espiralado” y describe la antología como
una serie de cortes en los filones de una mina poética. La poesía de Flamand
–llena de metáforas soberbias– es “iniciación y alquimia”, “diario de a bordo
de un viaje del interior”, “búsqueda amorosa que tomaría por objeto el secreto
del universo”.
Marc Kober señala la proximidad gráfica de
la poesía de Flamand con la obra de Toyen, lo que me ha llevado a reproducir
aquí su poema “En proie à leurs regards”, incluido en La lune feuillée (1968),
junto a la pintura de Toyen que lo inspiró.
“En proie à leurs regards”
À
Toyen
Une pluie d’yeux en fusion
Strie la falaise de givre où s’émousse le
biseau des reflets
Vitrifie la brume cendreuse qui noyait nos
plus secrètes ruines
Calcine l’ombre portée de nos masques
Illuminés au plus bas de notre fondrière
Riches d’un long coeur avec les filons
Nous les vigiles
Nous pouvons lever nos paupières lourdes de
limon
Et ceints du diadème de nos larmes
Briser les serrures de l’ultime ouragan
Toyen, En proie à leurs regards, 1957 |