Es de una publicación excepcional de lo que
me voy a ocupar hoy.
Ya el 14 de enero de 2015 tuve el privilegio
de reproducir aquí mismo, facilitado por un amigo, el dosier que, en su número de
octubre-noviembre de 1996, dedicó la revista aquitana Jour de Lettres (Jacques
Rigaut: “Le jour se lève, ça vous apprendra”) al grupo de Burdeos Parapluycha.
Surgido en 1966, este grupo del surrealismo, altivamente independiente y ajeno
por completo a las fiestas del mercado, difícilmente podía llamar la atención
de los tristes historiadores del surrealismo, especializados en fechas de
despedida y cierre (1969, 1966, años 40, años 30 y hasta –y no cito a un
pajullo, sino nada menos que a Luis Cernuda–“hacia 1930”).
Ese dosier, al que volvemos a remitir
debajo, sirve como introducción totalmente fiable y muy rica a la aventura
Parapluycha. Excelente es la presentación de Didier Periz, utilísima la
cronología, magnífico el tract de 1971 “Défense d’y voir”, una delicia
el inventario de técnicas gráficas y de juegos parapluycha, etc. No todos los
días (ni siquiera, ya, todos los años) se hacen descubrimientos como ese con
que pasé yo euforizado del año 2014 al año 2015.
Ahora, uno de los participantes en aquella
aventura, André Mimiague, ha tenido la feliz idea de publicar, en Terre d’Ombre
(título, por cierto, de un cuadro de Tanguy), Burdeos, Mémoires d’un
parapluycha, relato de una vivacidad, de una frescura, de un humor, de un
espíritu tan empapado de juego y de poesía, que hasta resulta más gratificante y
estimulante que la mayoría de manifestaciones del surrealismo actual. No
conozco mejor ejemplo de cómo se puede hacer una evocación “histórica” sin caer
ni un instante en la trampa de la nostalgia o, lo que es aún peor, en la del
academicismo. Las palabras de la contraportada ya nos sitúan en la mejor ruta:
¿Parapluycha?
¿Qué lazos con el
Surrealismo?
¿Qué singularidades?
¿Qué rarezas?
¿Qué aventura colectiva?
¿Por qué un «sueño
australo-chino en Burdeos»
en los años 60?
André Mimiague
nos da aquí su
testimonio...
evoca un estado de
espíritu, acontecimientos,
amistades, encuentros
esenciales
(André Breton, por
ejemplo)...
en una palabra:
¡una tenaz línea poética de vida!
El contenido del libro, a lo largo de un
centenar de páginas, responde de sobra a las expectativas. André Mimiague va
hilvanando esas “memorias”, que comienzan con descubrimientos muy influyentes
como el de Los campos magnéticos, el de Giorgio de Chirico, el Retrato
de una bailarina o las Constelaciones de Miró. Chirico fue decisivo
para él y para su hermano Georges: “nuestras búsquedas gráficas y pictóricas
iban en el sentido chiriquiano”, y en el caso suyo, “paradójicamente, mientras
más argumentaba yo contra la boga de la abstracción, más me encaminaba hacia
una suerte de abstracción pictórica”, deseoso de “despojar”, de “sugerir”, algo
a que lo invitaba su curiosidad por los fenómenos hipnóticos. Es en el catálogo
de la exposición surrealista internacional L’Écart Absolu, celebrada en 1965,
donde descubre el Retrato de una bailarina, “que se correspondía de
maravilla con mi deseo de un minimalismo evocador”. En cuanto a las
experimentaciones de aquellos años, enumeradas en el citado dosier, pero
también en el libro, nada de la experimentación por la experimentación, sino la
búsqueda de la irrupción de lo imprevisible, la tentativa de “inventar la
vida”.
La carta enviada a André Breton, verdadera
“botella al mar”, recibió una poco esperada respuesta, y está reproducida en la
página de Georges Mimiague cuyo enlace damos también al final. Visitan a Breton
en la Rue La Fontaine, asisten a los encuentros de La Promenade de Vénus, toman
conocimiento de La Brèche, se relacionan de cerca con Radovan Ivsic y
Jorge Camacho... Precisamente en el número 7 y último de La Brèche había
la colaboración de un paisano que pronto va a incorporarse a las actividades
parapluycha: el gran Jacques Abeille, que respondía a la encuesta de las
representaciones eróticas.
El 24 de febrero de 1966, en un café
bordalés, firman la partida de nacimiento de Parapluycha los hermanos Mimiague,
Alain Tartas y Pierre Chaveau, a quienes se sumarán luego Michèle Bigué,
Michèle Crouau y el citado Jacques Abeille. André Mimiague explica la palabra
“parapluycha” (amalgama de “paraplue” y “chat”) y señala sus antecedentes en
Lautréamont, el Gato de Cheshire, el personaje paragüesco de Vous ne
m’oubliriez (interpretado, como es sabido, por Breton), Erik Satie y su
colección de paraguas, el paraguas-nube de Paalen, el gato con paraguas de Goya
y –descubrimiento más tardío– uno de los relatos de Alphonse Allais, escritor
de fábula sobre quien no albergo dudas acerca de que hubiera pertenecido a
Parapluycha.
En 1967 celebra Parapluycha una exposición
de su “arte salvaje” en la “caverna de Cessac”, canteras subterráneas donde se
cultivaban champiñones, valiéndose del uso sistemático de los hilos, técnica a
que permanecerán fieles. Se describen aquí los varios procedimientos gráficos parapluycha,
entre los que destacan las “graphychas”, las “désécritures”, las
“parapluychagrafies” los “peignogrammes” y los “digigrammes”; de estos últimos
publicaría en 1972 André Mimiague una recopilación acompañada de poemas,
titulada La forêt carnivore. Pero hay muchas más actividades, a través
de carnés, de la música (con presencia central del jazz de un Albert Ayler) o
del cine (los “dramimages”, o “cine indigente”). En fin, toda una ebullición
creativa de unos años de revuelta y de ansias libertarias en que aún no se
sospechaba el embrutecimiento generalizado en que todo se iba pronto a estancar.
Mientras, tras la muerte de André Breton, el
surrealismo en su tierra de origen ha sufrido unas convulsiones de las que
Jacques Abeille ha sido precisamente uno de sus más perspicaces comentadores.
André Mimiague señala cómo Jean Schuster y sus acólitos han pretendido
“desaparecer el surrealismo”, pero no hay acritud en sus juicios, tan solo
constataciones y el deseo de continuar el surrealismo, como continuaba en
muchos lugares –incluida la propia Francia, a través del Bulletin de Liaison
Surréaliste.
En 1972 celebró Parapluycha otra exposición
(y aún habría otra, en 1975, en Nanterre). André Mimiague respondió a los
organizadores (un colectivo llamado ¡Présence Panchouenette!) un cuestionario
que dirigieron a una serie de artistas, y esas respuestas lo retratan bien:
Religión: Ni dios ni amo. “En
Francia, la voluntad de grandeza de Dios padre no sobrepasa los 4.810 metros de
altura sobre el nivel del mar».” (A. Breton)
Complejo, obsesión neurosis: Parapluycha.
Deporte práctico: Vivir.
Situación familiar: Surrealista.
Signos particulares: Parapluycha.
Tipo de mujer: Madeleine.
Música preferida: Dominio sonoro: Ayler.
Cineasta preferido: Buñuel.
Película preferida: “Los enanos empezaron
pequeños” (Herzog).
Hora preferida: Cada hora es una gran
hora.
Cuestión subsidiaria: ¿La anécdota te parece más
importante que la Historia, o a la inversa?: “Cada día es un gran
día”. Parapluycha.
La pregunta que le hubiera gustado ver
incluida es “¿Qué es lo que esperamos?” Mimiague cita una de mis películas
favoritas, rodada en la isla de Lanzarote, pero también hay una curiosa
referencia canaria, ya que cuenta haber estado en Tenerife, visitando el Jardín
Botánico (como Breton y Péret en 1935) y realizando con Madeleine sobre la
tierra volcánica “vastas obras efímeras con mensajes firmados Parapluycha”.
Mucho me hubiera gustado conocer el testimonio fotográfico de estas obras, si
es que lo hubo, lo que aprovecho para señalar cómo se echa en falta una
documentación visual de parapluycha, aunque hay alguna (y muy relevante) en el
citado dosier.
Con mayor o menor destaque, y reapareciendo a
veces, hay jugosas referencias a figuras que se van cruzando con los parapluycha,
como Pierre Molinier, Jacques Prévert, Alain Jouffroy, Alain-Pierre Pillet,
Régine Deforges, François Leperlier, Vincent y Micheline Bounoure. Los apuntes
sobre las poco conocidas cajas de Micheline son muy interesantes, como también
la descripción de la panoplia de objetos miniaturizados de Madeleine Peyrouset,
presentada en la exposición “Le collage surréaliste en 1978” de la galería Le
Triskèle (actualmente se está celebrando “Le collage surréaliste en 2018”), y
que André Mimiague describe como “todo un arte de la cita digno del MIMAR
(museo imaginario del arte rectificado)”.
El libro de memorias de André Mimiague está
repleto de deliciosas invenciones verbales, palabras-valija como “parapluycha”,
que hacen la lectura una fiesta. Al final, en el último renglón, se responde a
la pregunta de cuál fue (o es) el gesto parapluycha más simple:
“¡La botella al mar!”
*
En 1970, Alain Jouffroy organizó el número
19-20 de Opus International, “Surréalisme International”, que al final
incluía un “Diccionario secreto de los surrealistas”, donde no faltaron André
ni Georges Mimiague, el primero con un poema y el segundo con un texto sobre su
pintura firmado por Jacques Abeille: