martes, 9 de octubre de 2018

Memorias de Parapluycha

Es de una publicación excepcional de lo que me voy a ocupar hoy.
Ya el 14 de enero de 2015 tuve el privilegio de reproducir aquí mismo, facilitado por un amigo, el dosier que, en su número de octubre-noviembre de 1996, dedicó la revista aquitana Jour de Lettres (Jacques Rigaut: “Le jour se lève, ça vous apprendra”) al grupo de Burdeos Parapluycha. Surgido en 1966, este grupo del surrealismo, altivamente independiente y ajeno por completo a las fiestas del mercado, difícilmente podía llamar la atención de los tristes historiadores del surrealismo, especializados en fechas de despedida y cierre (1969, 1966, años 40, años 30 y hasta –y no cito a un pajullo, sino nada menos que a Luis Cernuda–“hacia 1930”).
Ese dosier, al que volvemos a remitir debajo, sirve como introducción totalmente fiable y muy rica a la aventura Parapluycha. Excelente es la presentación de Didier Periz, utilísima la cronología, magnífico el tract de 1971 “Défense d’y voir”, una delicia el inventario de técnicas gráficas y de juegos parapluycha, etc. No todos los días (ni siquiera, ya, todos los años) se hacen descubrimientos como ese con que pasé yo euforizado del año 2014 al año 2015.
Ahora, uno de los participantes en aquella aventura, André Mimiague, ha tenido la feliz idea de publicar, en Terre d’Ombre (título, por cierto, de un cuadro de Tanguy), Burdeos, Mémoires d’un parapluycha, relato de una vivacidad, de una frescura, de un humor, de un espíritu tan empapado de juego y de poesía, que hasta resulta más gratificante y estimulante que la mayoría de manifestaciones del surrealismo actual. No conozco mejor ejemplo de cómo se puede hacer una evocación “histórica” sin caer ni un instante en la trampa de la nostalgia o, lo que es aún peor, en la del academicismo. Las palabras de la contraportada ya nos sitúan en la mejor ruta:

¿Parapluycha?
¿Qué lazos con el Surrealismo?
¿Qué singularidades?
¿Qué rarezas?
¿Qué aventura colectiva?
¿Por qué un «sueño australo-chino en Burdeos»
en los años 60?

André Mimiague
nos da aquí su testimonio...
evoca un estado de espíritu, acontecimientos,
amistades, encuentros esenciales
(André Breton, por ejemplo)...
en una palabra:
            ¡una tenaz línea poética de vida!

El contenido del libro, a lo largo de un centenar de páginas, responde de sobra a las expectativas. André Mimiague va hilvanando esas “memorias”, que comienzan con descubrimientos muy influyentes como el de Los campos magnéticos, el de Giorgio de Chirico, el Retrato de una bailarina o las Constelaciones de Miró. Chirico fue decisivo para él y para su hermano Georges: “nuestras búsquedas gráficas y pictóricas iban en el sentido chiriquiano”, y en el caso suyo, “paradójicamente, mientras más argumentaba yo contra la boga de la abstracción, más me encaminaba hacia una suerte de abstracción pictórica”, deseoso de “despojar”, de “sugerir”, algo a que lo invitaba su curiosidad por los fenómenos hipnóticos. Es en el catálogo de la exposición surrealista internacional L’Écart Absolu, celebrada en 1965, donde descubre el Retrato de una bailarina, “que se correspondía de maravilla con mi deseo de un minimalismo evocador”. En cuanto a las experimentaciones de aquellos años, enumeradas en el citado dosier, pero también en el libro, nada de la experimentación por la experimentación, sino la búsqueda de la irrupción de lo imprevisible, la tentativa de “inventar la vida”.
La carta enviada a André Breton, verdadera “botella al mar”, recibió una poco esperada respuesta, y está reproducida en la página de Georges Mimiague cuyo enlace damos también al final. Visitan a Breton en la Rue La Fontaine, asisten a los encuentros de La Promenade de Vénus, toman conocimiento de La Brèche, se relacionan de cerca con Radovan Ivsic y Jorge Camacho... Precisamente en el número 7 y último de La Brèche había la colaboración de un paisano que pronto va a incorporarse a las actividades parapluycha: el gran Jacques Abeille, que respondía a la encuesta de las representaciones eróticas.
El 24 de febrero de 1966, en un café bordalés, firman la partida de nacimiento de Parapluycha los hermanos Mimiague, Alain Tartas y Pierre Chaveau, a quienes se sumarán luego Michèle Bigué, Michèle Crouau y el citado Jacques Abeille. André Mimiague explica la palabra “parapluycha” (amalgama de “paraplue” y “chat”) y señala sus antecedentes en Lautréamont, el Gato de Cheshire, el personaje paragüesco de Vous ne m’oubliriez (interpretado, como es sabido, por Breton), Erik Satie y su colección de paraguas, el paraguas-nube de Paalen, el gato con paraguas de Goya y –descubrimiento más tardío– uno de los relatos de Alphonse Allais, escritor de fábula sobre quien no albergo dudas acerca de que hubiera pertenecido a Parapluycha.
En 1967 celebra Parapluycha una exposición de su “arte salvaje” en la “caverna de Cessac”, canteras subterráneas donde se cultivaban champiñones, valiéndose del uso sistemático de los hilos, técnica a que permanecerán fieles. Se describen aquí los varios procedimientos gráficos parapluycha, entre los que destacan las “graphychas”, las “désécritures”, las “parapluychagrafies” los “peignogrammes” y los “digigrammes”; de estos últimos publicaría en 1972 André Mimiague una recopilación acompañada de poemas, titulada La forêt carnivore. Pero hay muchas más actividades, a través de carnés, de la música (con presencia central del jazz de un Albert Ayler) o del cine (los “dramimages”, o “cine indigente”). En fin, toda una ebullición creativa de unos años de revuelta y de ansias libertarias en que aún no se sospechaba el embrutecimiento generalizado en que todo se iba pronto a estancar.
Mientras, tras la muerte de André Breton, el surrealismo en su tierra de origen ha sufrido unas convulsiones de las que Jacques Abeille ha sido precisamente uno de sus más perspicaces comentadores. André Mimiague señala cómo Jean Schuster y sus acólitos han pretendido “desaparecer el surrealismo”, pero no hay acritud en sus juicios, tan solo constataciones y el deseo de continuar el surrealismo, como continuaba en muchos lugares –incluida la propia Francia, a través del Bulletin de Liaison Surréaliste.
En 1972 celebró Parapluycha otra exposición (y aún habría otra, en 1975, en Nanterre). André Mimiague respondió a los organizadores (un colectivo llamado ¡Présence Panchouenette!) un cuestionario que dirigieron a una serie de artistas, y esas respuestas lo retratan bien:

Religión: Ni dios ni amo. “En Francia, la voluntad de grandeza de Dios padre no sobrepasa los 4.810 metros de altura sobre el nivel del mar».” (A. Breton)
Complejo, obsesión neurosis: Parapluycha.
Deporte práctico: Vivir.
Situación familiar: Surrealista.
Signos particulares: Parapluycha.
Tipo de mujer: Madeleine.
Música preferida: Dominio sonoro: Ayler.
Cineasta preferido: Buñuel.
Película preferida: “Los enanos empezaron pequeños” (Herzog).
Hora preferida: Cada hora es una gran hora.
Cuestión subsidiaria: ¿La anécdota te parece más importante que la Historia, o a la inversa?: “Cada día es un gran día”. Parapluycha.

La pregunta que le hubiera gustado ver incluida es “¿Qué es lo que esperamos?” Mimiague cita una de mis películas favoritas, rodada en la isla de Lanzarote, pero también hay una curiosa referencia canaria, ya que cuenta haber estado en Tenerife, visitando el Jardín Botánico (como Breton y Péret en 1935) y realizando con Madeleine sobre la tierra volcánica “vastas obras efímeras con mensajes firmados Parapluycha”. Mucho me hubiera gustado conocer el testimonio fotográfico de estas obras, si es que lo hubo, lo que aprovecho para señalar cómo se echa en falta una documentación visual de parapluycha, aunque hay alguna (y muy relevante) en el citado dosier.
Con mayor o menor destaque, y reapareciendo a veces, hay jugosas referencias a figuras que se van cruzando con los parapluycha, como Pierre Molinier, Jacques Prévert, Alain Jouffroy, Alain-Pierre Pillet, Régine Deforges, François Leperlier, Vincent y Micheline Bounoure. Los apuntes sobre las poco conocidas cajas de Micheline son muy interesantes, como también la descripción de la panoplia de objetos miniaturizados de Madeleine Peyrouset, presentada en la exposición “Le collage surréaliste en 1978” de la galería Le Triskèle (actualmente se está celebrando “Le collage surréaliste en 2018”), y que André Mimiague describe como “todo un arte de la cita digno del MIMAR (museo imaginario del arte rectificado)”.
El libro de memorias de André Mimiague está repleto de deliciosas invenciones verbales, palabras-valija como “parapluycha”, que hacen la lectura una fiesta. Al final, en el último renglón, se responde a la pregunta de cuál fue (o es) el gesto parapluycha más simple:
“¡La botella al mar!”
georges mimiague
André Mimiague, 1 Rue de l'Aurausse, 81170, France.

*

En 1970, Alain Jouffroy organizó el número 19-20 de Opus International, “Surréalisme International”, que al final incluía un “Diccionario secreto de los surrealistas”, donde no faltaron André ni Georges Mimiague, el primero con un poema y el segundo con un texto sobre su pintura firmado por Jacques Abeille: