martes, 16 de mayo de 2017

Ted Joans, el indómito

Ted Joans, collage

La colección neoyorquina Lost & Found, especializada en la documentación poética norteamericana, ha dedicado uno de sus números (en dos cuadernos) a Ted Joans. Se trata de un acontecimiento excepcional, no solo por tratarse de quien se trata, sino por incluir textos extraordinarios, casi todos inéditos, acompañados de felices ilustraciones. Con el apoyo de Laura Corsiglia –la compañera del poeta–, puede afirmarse que Wendy Tronrud y Ammiel Alcalay han llevado a buen puerto un trabajo impecable, y que muestra una sensibilidad hacia el surrealismo, sin ningún dislate ni desliz, muy rara en los medios académicos. Este centenar de páginas hay que incorporarlo con todos los honores a la más selecta lista de publicaciones surrealistas de carácter retrospectivo correspondiente al año 2016, en cuyo fin de primavera apareció.
La introducción de Wendy Tronrud es excelente, señalando cómo ese gran viajero que era Ted Joans llevaba el surrealismo donde quiera que iba y cómo para él “la importancia del surrealismo, como una práctica liberadora y descolonizadora, como un acto de revuelta, era permanente y nunca podía acabar”. En la bibliografía, aparte la obra ya clásica de Robin D.G. Kelley y Franklin Rosemont (Black, brown and beige: Surrealist writings from Africa and the Diaspora, 2009), destacan las fichas de Michel Fabre (Harlem to Paris: Black americans writers in France, 1993), Katherine Lindberg (un ensayo en el vol. 20, nº 1-2 de Discourse) y Gerald Nicosia (el muy buen prólogo a Teducation), a las que yo voy a sumar al final de esta reseña dos páginas de homenaje en la red. Sigue una breve biografía por Ammiel Alcalay, y un texto de 2016 de Diane di Prima, evocando a Ted Joans en París cuarenta años antes, con la reproducción de una carta suya al poeta, en la que se incluyen un poema y una foto de los dos juntos.
Entramos en plena acción con unos textos sobre Ornette Coleman y Cecil Taylor, pero el jazz está presente continuamente. Sin duda el plato fuerte del primer cuaderno es “Negative cowboy”, increíble guion cinematográfico que comienza en el imperio Malí en 1714 y llega hasta los años dorados del western. Esta pieza maestra, firmada en París en 1965, debe inmediatamente sumarse a la lista (bastante amplia ya) de los grandes guiones fílmicos realizados por los surrealistas.
Hay también en este primer cuaderno una carta a los estudiantes y trabajadores en el mayo parisino del 68, que acaba con la afirmación conminatoria de que “La revolución debe ser hecha por todos, no por uno”, así como una carta de Stokely Carmichael y Miriam Makeba recibida desde Guinea a su dirección de aquel momento, que no era otra que la casa de Laurens Vancrevel en Amsterdam, a donde viajó Ted Joans en pos del surrealismo de Brumes Blondes.
El tomo 2, desde el punto de vista estrictamente surrealista, es aún más interesante. Se abre con las páginas sobre los viajes a Tombuctú, entre 1962 y 1978, refiriéndonos Ted Joans que invitó allí a su gran amigo André Breton, porque allí se podía curar del asma y porque le gustaban los sitios tranquilos como Saint-Cirq Lapopie: “Breton, un gran poeta y un gran viajero, nunca visitó Tombuctú, pero en espíritu sí lo hizo, justo como Arthur Rimbaud y Langston Hughes lo han hecho y lo siguen haciendo”.                                                                               
Victor Brauner, Kabyline en movimiento, 1934
Pero la auténtica maravilla llega en la página 21, un texto colosal titulado “Black tongue lash on surreality” que ilustra una foto con Joans, Philip Lamantia y Nancy Joyce Peters –¡qué trío de Incomparables! En las primeras cuatro líneas, Ted Joans apunta la coincidencia de su nacimiento con la aparición de Nadja y cita unas palabras del primer manifiesto que todos sabemos de memoria y que Ted Joans no necesitaba tatuarse: “Únicamente la palabra libertad tiene la capacidad de exaltarme”. Cuenta cómo se le reveló el surrealismo (al igual que tantos otros) a través de la pintura, en concreto de Kabyline en movimiento, de Victor Brauner, descubierta en un ejemplar de Life que le dio su tía, quien trabajaba en una casa de blancos adinerados y se traía las revistas que sus patrones desechaban; esta pintura de 1934, por cierto, aparece reproducida en la página 69 del Dictionnaire abrégé du surréalisme.
No tardó Ted Joans en percatarse de que el surrealismo era algo más que un movimiento pictórico, por visionarias que fueran sus imágenes plásticas, y pasó a verlo ante todo como una “ciencia de la imaginación, no teórica sino concreta; no pasiva sino dinámica”. Comienza a traducir él solo, con la ayuda de un diccionario francés-inglés, lo que encontraba de surrealismo, “como un minero en una mina de oro profunda”; el resultado con los poemas era aún más surrealista, lo que divirtió mucho a Breton cuando se lo contó, preguntándole si había conservado aquellas traslaciones, para él leerlas.

Ted Joans, París, 1992

Pero en aquellos años aún casi infantiles, Ted Joans descubre lo Maravilloso, al mismo tiempo, en las letras de los blues, cuyo “espíritu poético” tan bien ha captado Paul Garon en The blues and the poetic spirit, que el propio Ted Joans recomienda. El surrealismo llega poco después en primera mano con el acceso a View, VVV y la colección de Minotaure, pero también con el conocimiento del virulento panfleto anticolonialista y antirracista “Murderous humanitarianism”, firmado en 1932 por Breton y sus amigos, entre ellos los martiniqueses Jules Monnerot y Pierre Yoyotte. Ted Joans aprovecha para afirmar que Isidore Ducasse fue “el primer surrealista negro”, y se detiene en Magloire Sainte-Aude, Étienne Léro, Légitime Défense, René Ménil y Aimé Césaire. Las caracterizaciones del surrealismo se suceden con palabras claras y contundentes: “El surrealismo se zambulle profundamente en la vida y no en la zona gris de las abstracciones. Es acción, y al mismo tiempo reflexión sobre la significación y el objetivo de esa acción”; “El surrealismo es ante todo un movimiento de revuelta. No es el resultado de un capricho intelectual, sino del trágico conflicto entre los poderes del espíritu y las condiciones de vida”; “El surrealismo, como el jazz, no es el retorno a una edad pasada y a ideas datadas. Es el descubrimiento, en el más alto punto del estadio evolutivo moderno, de una concepción del mundo que se corresponde en un nuevo nivel con las concepciones mágico-animistas”.
Sabrosísima es la anécdota que Ted Joans nos relata sobre su encuentro en 1968 con aquel supercretino de Sartre. Ante un público donde abundaban los surrealistas y los africanos, lee algunos de sus explosivos “poemas-granada”, acercándosele al final el triste existencialista-estalinista, que le pregunta si colabora en alguna revista francesa. Al mostrarle Ted Joans un número de L’Archibras, Sartre hace un aspaviento y se marcha escandalizado. “Ese fue mi primer y último encuentro con el más renombrado intelectual antisurrealista”, remata Ted Joans. Como es bien sabido, Sartre estaba a la cabeza de quienes defendían el “tercer mundo” (abyecta expresión economicista y eurocéntrica que yo no he utilizado jamás) al modo de una sociedad protectora de animales.

André Breton y Ted Joans en el apartamento de la Rue Fontaine,
1966: una de mis fotos favoritas de todos los tiempos

Ted Joans podía presumir de ser el primer afroamericano en formar parte del movimiento surrealista. Él y Breton se encantaron mutuamente, y su fidelidad al fundador del surrealismo sería perenne, dedicándole poemas llenos de fuerza y emoción, pero no voy a repetir aquí los datos que enumero en Calidoscopio surrealista. Concluyendo “Black tongue lash on surreality”, Ted Joans cita como sus poetas favoritos a Philip Lamantia, Bob Kaufman, Jayne Cortez y Nancy Joyce Peters, a la vez que afirma amar poetas que nada tienen de surrealistas, posición de apertura que en realidad nadie puede reprocharle a un espíritu tan libre y seguro como era él, aunque no es menos cierto que entre esos poetas nunca aparecerían un Eliot o un Cocteau; del mismo modo, podía incluir en una lista de grandes jazzmen a Bennie Goodman, una sorpresa para algunos puristas olvidados de que integró grandes músicos negros en sus grupos y de que se le debe a fin de cuentas la luz de primer plano que arrojó sobre el sublime Charlie Christian, cuando este solo tenía 23 años.
Entre los textos restantes, mencionaré solo tres. Así, la evocación del fotógrafo Weegee, que fotografió su velada surrealista de título bretoniano, “Lo maravilloso contra el misterio”, a la que asistió el mismísimo Charlie Parker, gran amigo de Ted Joans. En segundo lugar el paseo parisino de 1992 (¡fecha ya harto desastrosa!), que comienza en el Café Cyrano y prosigue por el Café de la Place Blanche, la casa de Breton en la Rue Fontaine, el Museo Gustave Moreau, las estaciones de metro de Guimard, el pedestal de Charles Fourier, una serie de lugares nervalianos y por fin la Torre de Saint-Jacques, de la que nos refiere una curiosa “superstición” surrealista asociada a ella. El último texto que menciono es una carta dirigida a él por Will Alexander en su lenguaje inconfundible.
¡Fantástico Ted Joans! Indómitos como él (no hay muchos, pero en el surrealismo sí) nos ayudan a no desesperar totalmente del ser humano.

John Digby, Bill Wolak, Joyce Mansour y Ted Joans,
con Arthur Rimbaud

***

Para enriquecer esta reseña, decidí elaborar un pequeño dossier surrealista de Ted Joans, que incluye:
1. La entrada que le dedico en Caleidoscopio surrealista.
2. Su presentación en La Brèche, 1963, con la carta a Breton y la X del Alfabeto surrealista.
3. El poema de 1967 “La estatua de André Breton”, reproducido en diferentes publicaciones.
4. “Black flower”, en el n. 3 de L’Archibras, 1968.
5. El poema “Promenade du Venus”, incluido en Afrodisia, 1970.
6. La página del Bulletin de Liaison Surréaliste, n. 5, 1972, con un texto de Laurens Vancrevel.
7. Dos poemas en el n. 5 de TransformaCtion, 1973, dedicados a Étienne Léro y Jean Benoît.
8. El poema “Why I shall sell Paris”, en Teducation, 1976, que hubiera quedado peor de haberle borrado los subrayados y signos de entusiasmo que me provocó su lectura, tantos son ellos.
9. El poema de 1975 en el n. 1 de Surréalisme.
10. La carta a Joyce Mansour incluida en el hermoso libro de Marie-Laure Missir Joyce Mansour. Une étrange demoiselle.
11. El extenso poema en el n. 4 de Arsenal, 1989.
12. El poema “La casa de André Breton” en Opus International 123-124, número dedicado a Breton y el surrealismo en 1991.
13. El poema de Double trouble, 1991, escrito con motivo de la exposición Breton en la “refinería Beaubourg”.
14. El poema de 2003 publicado en la colección de Les Loups sont Fâchés.