¿Qué revista marxista se ocupa seriamente
del surrealismo como hace la revista portuguesa de cultura libertaria A Ideia? La respuesta es: ninguna, y
hace poco tiempo hasta veíamos en una de ellas a Gilles Bounore brindándole
espacio al insepulto Hervé Télémaque para poder insultar la memoria de Jorge
Camacho y de paso aprovechar para desmarcarse del surrealismo.
Los tres números últimos de A Ideia, dobles y anuales, han
dedicado un espacio enorme al surrealismo, y no solo al portugués. António
Cândido Franco ha percibido muy bien la conexión surrealismo-anarquismo y ha
sabido señalar la inflexión que a fines de los años 40 se produce en París,
coincidente además con la plena eclosión del surrealismo en Portugal.
“Surrealismo y satanismo poético” es el tema
esencial del número (75-76), que de nuevo se centra en la generación del Café
Gelo, o sea en el periodo que va de 1947 a 1974. En esta última fecha cae la
dictadura, y pocos años posterior es una carta de Mário Cesariny intentando
obtener A
Batalha,
revista clásica del anarquismo portugués, para enviársela a los Rosemont, sus
grandes amigos de Chicago. Esta carta inédita del estandarte del surrealismo
portugués no es la única de A Ideia, siendo la más valiosa la que, a los 24 años, le envía a André Breton,
diciéndole: “Me siento apasionadamente unido al surrealismo, y lo único que
deseo es encontrarme con usted”.
De las figuras del Café Gelo (1955-1962), el
destaque va para Manuel de Castro, enfocado en un ensayo perfecto de António
Cândido Franco. Pero llevaría mucho espacio reseñar toda este número, que es de
una riqueza y variedad de contenido extraordinarios. Destaquemos principalmente,
por lo que al surrealismo se refiere, la carta de António José Forte a A Ideia, la entrevista a Nicolau
Saião, el artículo de Manuel de Castro sobre Gonçalo Duarte, una nota
definitiva sobre Natália Correia y el surrealismo, una entrevista al Grupo
Surrealista Galego (que se expresa en la red desde 2011) y la crítica que hace
Laurens Vancrevel al lamentable congreso sobre el surrealismo celebrado en
Lisboa en 2013. Ya por lo que a mí respecta, fue un placer leer la lista de
frases y dichos sobre el Diablo en la cultura portuguesa, puesto que me hizo
recordar inolvidables momentos de mis viajes en busca de su iconografía. La
relación del viejo pueblo portugués con el Diablo puede expresarla mejor que nada
la anécdota de la aldea miñota de Midões, donde hay una capilla en que la gente
le deja limosna a él también, porque si hay que estar a bien con Dios no se
debe estar a mal con el Otro. Se dice además que es para tabaco, lo que viene
muy bien a esta sociedad de imbéciles que demoniza indiscriminadamente el
placer de fumar mientras se llena los pulmones con sus propios vapores
deletéreos. Sobre esto último, cómo no contar la
historia del latonero de la Várzea, junto a Midões, que, harto del barullo de
una moto, hizo una promesa al Diablo y el motociclista se mató aquel mismo día.
Y es que en la iglesia de la Várzea estaba la siguiente imagen (hoy –o al menos
cuando yo la fotografié, el 16 de diciembre de 1990– colocada en la calle, como
escaparate, junto a la estación del tren), en que vemos al Maestro tentando con
una sonsa pero hermosa hembra al pazguato San Bento (también me contó en Midões
el señor Lopes que el Maestro fue visto en el cine que él daba en verano al
aire libre y varias veces junto al río):
A Ideia le hace en este número, dentro de un
dossier brasileño, un excelente “homenaje” a Sergio Lima, que consigue salvar (y
ello es hoy algo casi milagroso) el escollo del academicismo, sin contar con
ninguna de esas intervenciones putrefactamente profesorales que estudian lo
vivo como muerto. Los ensayos de António Cândido Franco (“Sergio Lima, poeta
del negror”) y Laurens Vancrevel (“El estado salvaje o la contribución de
Sergio Lima a la práctica del surrealismo”) son admirables de lucidez,
conocimiento, rigor y compromiso con la obra tratada, y los textos de Alex
Januário y Miguel de Carvalho, sus colaboradores más directos en Brasil y
Portugal respectivamente, se entrañan en su personalidad y su trayectoria
riquísima, siempre al servicio del surrealismo, del que Sergio Lima es un
baluarte desde hace medio siglo. Vancrevel concluye sus páginas con estas
palabras: “Sergio Lima no solo ha contribuido al surrealismo con una obra
excepcionalmente rica en poesía erótica, en collages y en dibujos desenfrenados
y en ensayos que abren nuevas perspectivas, sino también con el modelo de un estado de espíritu
salvaje, que
sabe proveer al automatismo psíquico de nuevas energías creadoras”.
No falta el extenso y bellísimo poema de Carmen
Bruna “Sergio Lima y el erotismo constelado de sus collages”, y también se
incluye un misterioso texto mío, y digo misterioso porque no sé cuándo ni con
qué motivo lo hice, habiéndomelo encontrado casualmente, en mis ya
incontrolables depósitos documentales, al pedirme el director de A Ideia mi colaboración.
Dota de un valor ya formidable a esta
sección de A
Ideia la
inclusión de un largo y detalladísimo memorial biográfico del propio Sergio
Lima, acompañado de tres cartas a André Breton (reproducción facsímil) y de la
reproducción de los textos de La Brèche en que él intervino. La primera carta es desde São Paulo y tiene
entonces Sergio Lima 17 años; la segunda es cuatro años posterior –20 de
octubre de 1961, 107 años exactos después de que nacieran con pocas horas de
diferencia Arthur Rimbaud y Alphonse Allais– y es crucial, ya que Sergio Lima
está en París y le manifiesta a Breton su deseo de conocer al grupo; y la
tercera de 1962, ya encabezándola un “Cher André”. En suma, Sergio Lima, como
Toyen en su película, sale de aquí a salvo y en toda gloria.
Una vez más me deshago en elogios a la labor
de António Cândido Franco, quien a la vez mantiene el espíritu libertario con
toda firmeza, sin concesiones algunas, y ha sabido descubrir y revelarnos lo muchísimo
que de él hay en el surrealismo portugués (como lo hay, por lo demás en el
surrealismo “mundial”, por usar la palabra de su maestro Cesariny).