Aldo
Pellegrini es una de las figuras fijas, incólumes, del surrealismo. Toda
novedad suya es una noticia para el surrealismo hoy, y nunca un mero
dato bibliográfico.
En 2012 se
reeditó su fabulosa Antología de la poesía surrealista de lengua francesa,
que, avalada por André Breton y Édouard Jaguer, sigue siendo la más importante
por lo que respecta al período que cubría, o sea hasta la fecha de su edición,
en 1961. También apareció en 2012 su obra teatral, con el título de Teatro
de la inestable realidad. En 2013, Lo erótico como sagrado. Y en
2014 Apostasía. Todo ello en Argonauta, donde son asequibles también La
valija de fuego (con su poesía completa) y los muy altos ensayos que
preceden las Obras completas de Lautréamont, la Antología de
Oliverio Girondo y Van Gogh, el suicidado por la sociedad, de Antonin
Artaud –un libro cuya primera edición en Argonauta, o sea la de mayo de 1971
(la tengo ahora mismo ante mis ojos), solo llegó a mis manos en marzo de 1976,
pero para producirme una conmoción que aún recuerdo perfectamente, cuando yo
vivía un período vital de excepcional intensidad, por los parajes mediterráneos
del Masnou.
La solapa de La
valija de fuego, en 2001, presentaba como si estuviera ya publicada la
colección de ensayos reunidos La conquista de lo maravilloso. Pero se
trataba de un libro fantasma, ya que luego no aparecía por lado ninguno, y bien
que la busqué luengos años. Ahora, en la solapa de Apostasía, se sigue nombrando
La conquista de lo maravilloso, por lo que esperamos la cosa ya
vaya en serio. Durante muchas décadas, el gran referente ha sido el librito de
ensayos Para contribuir a la confusión general, publicado en 1961, con
sus “ensayos persuasivos” y sus “ensayos apersuasivos”, de interés y calidad
excepcionales –y toda una bella, más que persuasiva introducción al
surrealismo.
Apostasía es una novedad absoluta de Pellegrini. Se trata de una hasta
ahora desconocida “obra radiofónica en tres actos”, escrita entre 1966 y 1969.
Y lo más curioso y destacable es que versa sobre la trágica historia de Camila
O’Gorman, que inspiraría en 1973 la bellísima novela de Enrique Molina Una sombra
donde sueña Camila O’Gorman, cuya edición española leí yo en su día, con
bastante deslumbramiento. Prologa Apostasía Rodolfo Alonso, para quien
la pieza de Pellegrini “se yergue aún, ya en otro planeta, en otro mundo,
abrumado por la barbarie consumista y la banalidad globalizada, como anatema
realmente poderoso contra el auténtico calvario del amor-pasión padecido por la
pareja, para siempre legendaria, de Camila O’Gorman y Wadislao Gutiérrez”. La
espantosa sociedad que los masacró nos hace pensar en ese tópico inmundo que
considera al surrealismo innecesario en la América latina, porque ya sería
“surrealista”.
“Se llama
poesía a todo lo que cierra la puerta a los imbéciles”.