La revista Analogon es un
verdadero fenómeno del surrealismo. Ya para el año presente están
anunciados tres nuevos números, que serán el 75, el 76 y el 77. Iniciada en
1969, ha mantenido un ritmo cronométrico desde 1990, y ello sin menoscabo nunca
de una calidad creativa y de pensamiento imperturbable, con las intervenciones
de los componentes del grupo sumadas a muchas colaboraciones de surrealistas de
otros países y a traducciones de textos precedentes que adquieren especial
relieve en función de la temática elegida para cada número. Esta es una de las
características de la revista, y, así, los números del pasado año llevan los
títulos de “Amar”, “Mares y océanos” y “Detrás del espejo, locura”. Esto, si
manejo el traductor google, ya que la revista está íntegramente redactada en
checo. (La excepción es la imprescindible “Anthology of czech and slovak
surrealism”, que, presentada por Frantisek Dryje, permite acceder en lengua
inglesa a información, semblanzas y textos desde 1947 hasta 1997: nn. 37,
38-39, 40, 41-42, 43, 44-45, 50-51).
El n. 72 lleva en portada un
collage de Martin Stejskal, uno de los puntales del grupo. Hay traducciones de fragmentos
de Ferdinand Alquié (de su Filosofía del surrealismo), Sarane
Alexandrian (de su biografía de Breton) y Georges Sebbag (de L’amour folie).
Especial relevancia adquiere el largo apartado dedicado al castillo de Sade,
con las imágenes clásicas de Styrsky, Toyen y Emila Medková, más otras de Stejskal
(inspirada, como la de Medková, en el cuadro de Toyen que preside este blog),
Bruno Solarik, Jakub Effenberger y Roman Kubik. De Solarik es el largo texto
“Styrsky en La Coste”.
El n. 73 lleva en portada una
pintura poco conocida del mejor Dalí y comienza con el ensayo de Stejskal “Mare
nostrum”. Hay muchas colaboraciones internacionales y un texto de Jan Gabriel
sobre Yves Tanguy, que fue marinero y cuya obra tiene atmósfera oceánica. Este
es un número suculento, lleno de ilustraciones.
La portada del 74 no puede ser
más apropiada: una obra de Schröder-Sonnenstern, quien está presente
profusamente en el interior. Algunos nombres son ineludibles: Antonin Artaud,
Unica Zürn, Stanislas Rodanski (ilustrado un fragmento de Je suis parfois
cet homme por Camacho, Hérold y collages de su amigo Tarnaud), pero también
tenemos los sonetos de Hugo Ball, la traducción del artículo de Marguerite
Bonnet “El encuentro de André Breton con la locura” (Art et psychanalise,
1992), “El asno podrido” de Dalí, Raymond Roussel visto por Leiris, un escrito
e ilustraciones de Ody Saban, dibujos automáticos de Sasha Vlad... Las
colaboraciones psicoanalíticas no faltan en una revista que ha estado siempre
abierta a esa área. Entre las aportaciones de los propios checos y eslovacos,
destaquemos el ensayo que Frantisek Dryje consagra a Karel Sebek, gran figura
del surrealismo checo que trabajaba y vivía en instituciones psiquiátricas; los
collages de Sebek, que, con poemas, acompañan el ensayo, son espléndidos, y de
nuevo la revista vale la pena tan solo por su aparato ilustrado.
En suma, un bastión del movimiento
surrealista que por sí solo lleva 25 años consecutivos bastándose para mostrar
y demostrar la plena vigencia del surrealismo.