Luís M. Gaspar: portada y solapa de la ed. port. de La brebis galante |
Ya ha aparecido el muy esperado número inicial de los Cahiers Benjamin Péret, que viene a celebrar los 50 años de actividad de la Association des Amis de Benjamin Péret. Dirigido por Gérard Roché, este volumen, de 132 páginas y muy bien diseñado, satisface sin duda a cualquier amante de la obra y la figura de Benjamin Péret. Los Cahiers suceden al precioso boletín Trois cerises et une sardine, que tuvo 28 números impresos, y decimos impresos porque la página de la Association ofreció hace muy poco un nuevo número, digital pues.
En posición de apertura se sitúa un dossier sobre el poemario El gran juego, libro muy importante para los lectores de habla hispana, ya que se publicó, con el espléndido prólogo de Robert Benayoun, en 1980, precedido solo, en 1976, por la edición de Mueran los cabrones y los campos del honor.
En la recepción que el libro tuvo en 1928, nos topamos con la respuesta hostil de la crítica racionalista y formalista, representada por Gabriel Bounoure y Jean Paulhan. El artículo del primero recibió una severa amonestación por parte de Joë Bousquet, figura que es en seguida enfocada, como ocurre con Pieyre de Mandiarges, visto como “admirador y defensor de Péret”. Pero Pieyre de Mandiargues, demasiado “hombre de letras” también, no deja de decepcionarnos cuando nos dice que “Péret no era inteligente” y que sus “invectivas” son “la parte más débil de su obra”, y no digamos cuando lo caracteriza como “una suerte de niño”. Su texto en la Nouvelle Revue Française lleva por título, precisamente, “Simple como un niño” –¡simples esos perversos polimorfos, que incuban ya a tantos monstruos! (de paso, no dejaré de hablar del eterno regodeo, habitualmente narcisista, de los poetas con su “infancia”, que además, en esta civilización hedionda, ha sido por lo general atroz). Tampoco concordamos con que Le grand jeu sea “sin duda” su mejor libro de poemas, ya que la poesía peretiana es bastante uniforme, y para nada De derrière les fagots, Dormir, dormir dans les pierres, Je sublime o Air mexicain le van a la zaga. Por último, Pieyre de Mandiargues compara a Péret con los barrocos, y hasta le hace pensar a menudo... en Quevedo. ¡Menos mal que no nombró a Góngora! Pero, en fin, dislate mayor fue el de Octavio Paz acercando los poemas objeto de Breton a los emblemas del barroco. Por fortuna, el surrealismo está en las antípodas del barroco, y las coincidencias que se puedan encontrar con esta estética contrarreformista y llena de normas son todas cogidas por los pelos.
Esto no excluye, por supuesto, que Pieyre de Mandiargues haya sido, en efecto, “admirador y defensor” del poeta surrealista por excelencia. Por otro lado, no llegaremos al extremo de afirmar que Péret sea “el menos conocido de los poetas surrealistas”, porque hay muchos que ni su obra tienen recogida, pero sí puede decirse que sigue siendo una espina clavada en toda esa poesía que se cultiva mayoritariamente y que actúa como si nada hubiera pasado. Siempre he pensado que la poesía de Benjamin Péret, entre todas las del siglo XX, es la única que fue más allá de los límites a que había llegado Rimbaud con sus Iluminaciones. Siendo a la vez una poesía de incomparable fruición.
Un segundo dossier trata de los “compañeros de armas” del poeta en la revolución española. Ya conocíamos la entrevista a Mary Low, así como el prólogo de Edouard Jaguer a La saison des flûtes. Mary Low, en su artículo de 1991 sobre Juan Breá, utiliza la expresión “revolución traicionada”, que es precisamente el título de un libro que es obligatorio lo conozca todo interesado en los avatares trágicos de la revolución de España: La revolución traicionada, de Miguel Amorós (Virus editorial, 2003). Un trabajo de Josep Miguel García se dedica a la amistad entre Péret y Viola, pero es una lástima no se cite el libro clave que publicó Emmanuel Guigon en el Museo de Teruel (Manuel Viola, Escritos surrealistas, 1996).
La sección de correspondencia continuará con las de Jean-Louis Bédouin y Eugenio Granell, dedicándose este número a la de Pierre Mabille, cuyas cartas ya habían aparecido en el n. 31 de Pleine Marge (2000). Así pues, la novedad está en las cartas de Péret, quien en 1942 se encuentra en busca de las narraciones negras haitianas, brasileñas y cubanas. Aunque hay correspondencias fascinantes, algo nos desagrada siempre en el género epistolográfico. Salvo los patéticos vanidosos (y cuántos hay) que las escriben ya pensando en su publicación (póstuma o no), las cartas son escritos privados, de una persona a otra, muy circunstanciales, y cuando luego se hacen públicas, con el escritor ya muerto, nos metemos bastante en una historia que no estaba dirigida a nosotros. Y juicios hechos a la ligera o claramente injustos adquieren una proporción que es mayor de la cuenta. Por ejemplo, en estas cartas a Mabille, Benjamin Péret sale muy mal parado del ataque que hace a Wolfgan Paalen y a su revista Dyn. Llevado del rencor sectáreo porque Paalen le ha dicho “farewell” al surrealismo, despotrica de él y de una revista que hoy apreciamos como extraordinaria (y cuya dimensión amerindia tenía que haberlo exaltado). No solo esto sino que patina por completo al valorar, en contrapartida, positivamente, al abominable Juan Larrea, un enemigo del surrealismo, sobre el que acumuló imbecilidades tras imbecilidades, mientras que Paalen volvería pocos años después al corazón del surrealismo y hasta participaría en París con Péret en los juegos del grupo. Pero ¡ay! no queda ahí la cosa, ya que Péret, a un surrealista enorme como César Moro, quien además no era un recién llegado al surrealismo (comenzó en él, en París... en 1925), se atreve a caracterizarlo con estas repulsivas palabras: “est un charmant garçon péruvien un peu pédéraste et poète qui n’a pas inventé la foudre”, añadiendo que Paalen “le ha dado la vuelta como a una torta”, lo que, conociendo como conocemos la vigorosa personalidad de César Moro, no hay quien se lo trague. Dos años después de estas palabras, César Moro traduciría “Los mitos” de Péret, y cuatro después publicaría unas preciosas traducciones de sus poemas, que aparecerían en España en 1974 (César Moro, Versiones del surrealismo), por lo que fueron para mí y para otros muchos el primer encuentro con la adorable poesía de Péret, aún vigente la dictadura del 36.
La sección de estudios cuenta con un escueto trabajo de Claude Courtot sobre Péret y el romanticismo alemán (el tema no da para mucho), otro de Leonor de Abreu sobre el artículo en torno a la “capoeira” brasileña que Péret publicó en el n. 2 de Le Surréalisme, même y un tercero de Virginie Pouzet-Duzer sobre Péret y Remedios. En este último, la autora dice de paso: “Péret, a quien nunca Breton excluyó del surrealismo...”, perpetuando una imagen que ya va siendo hora de que se la guarden en la gaveta.
Sobre Péret y el romanticismo alemán, en algún lugar leí que estimaba mucho Los elixires del diablo, la gran novela de Hoffmann, y además pueden recordarse sus respuestas al juego del “Ouvrez-vous?”, donde aparecen invitados Novalis, Carolina y Bettina. Al primero dice que le abrirá “encantado de conocerle”; a la segunda, “muy emocionado de su visita”; y no le abrirá a la tercera, porque es una “bas-bleu”, palabra que se traduce al español con acepciones poco halagüeñas: “literata”, “pedante”, “marisabidilla”, no resultándole simpática sin duda su devoción por Goethe, a quien tampoco le abre por estar aquel putrefacto genio “demasiado habituado a la adulación” –sí, en cambio, recibirá a Nietzsche, “muy intrigado por la visita”.
Como se ha publicado recientemente L’invention du monde, la película de Zimbacca, Bédouin y Péret, la sección de documentos nos facilita una breve pero jugosa entrevista hecha a los dos primeros, más Jean Schuster, en la revista Arts, año de 1952. Esta entrevista la hace nada menos que Ado Kyrou, e interesa incluso más por las preguntas y comentarios de este que por las respuestas de sus amigos.
Tras un extenso poema, que desearíamos haber visto también en castellano, del argentino Alejandro Puga , titulado “Jardines y escándalo” y dedicado “a la memoria de Benjamin Péret”, de quien ha sido siempre un apasionado, entramos en la sección de actualidades, con textos sobre los desaparecidos Michel Boujut, amigo de Péret y Breton, Jorge Camacho, cuya nota hace Gérard Durozoi, y Don Lacoss, traduciéndose el texto que le dedicaron sus amigos surrealistas de Chicago. En esta última nota subrayemos la noticia de que Lacoss trabajaba en un volumen sobre Georges Henein y el surrealismo egipcio, que sus amigos piensan concluir y que esperamos ver publicado en las series creadas por Franklin Rosemont “The Surrealist Revolution” (donde ya ha aparecido un capital Surrealism in Greece).
En cuanto a las reseñas, por último, destaquemos la que Dominique Rabourdin hace de una obra a la que ya aludimos despectivamente en “Surrealismo internacional”: André Breton ou la hantise de l’absolu, de Jean Paul Török. Alertamos entonces sobre el bello vapuleo que Dominique Rabourdin hacía de este nuevo engendro contra André Breton, porque acababa de aparecer en la página www.arcane-17.com. Ahora lo tenemos disponible en este magnífico número inicial de los Cahiers Benjamin Péret, a los que deseamos larga vida.
Ed. portuguesa de Mort aux vaches et au champ d'honneur |