El Grupo Surrealista de Madrid pone otro hito en sus publicaciones con esta
muestra de poesía verbal, editada por La Torre Magnética, que ya en 2000 había
dado a la luz Indicios de Salamandra,
con poemas entonces de Paco Carreño, Eugenio Castro, Manuel Crespo, Jesús
García Rodríguez, Silvia Guiard, Miguel Ángel Ortiz Albero y José Manuel Rojo.
Los nombres que aparecen ahora son tanto de componentes del grupo como de
“aliados”, o sea, de amigos y colaboradores, y de ahí el título descriptivo Poemas del Grupo Surrealista de Madrid... y
alrededores. Pero no se ha querido hacer una antología más, y mucho menos
de carácter “histórico”, sino que se ha preferido seguir “los criterios de actualidad
y de persistencia en las colaboraciones y complicidades que se mantienen hasta
el día de hoy”. Otros nombres que una obra de corte retrospectivo no hubiera
podido soslayar son Toni Malagrida, Carlos Valle de Lobos, Mariano Alaudén,
Enrique Carlón, Francisco Morán, Jorge Kleiman, Óscar Delgado –los dos primeros
de tan grato recuerdo para mí, que los traté en Madrid hace ya algunos años.
De la vieja guardia tenemos a Lurdes Martínez, Eugenio Castro, José Manuel
Rojo y Javier Gálvez, y de los que luego se fueron incorporando, en algún caso
con distancia geográfica, o como colaboradores fecundos, a Jesús García
Rodríguez, Manuel Crespo, Silvia Guiard, Noé Ortega, Julio Monteverde, Emilio
Santiago, Pablo Cobollo, Vicente Gutiérrez Escudero, Ángel Zapata, Leticia Vera,
Bruno Jacobs, Andrés Devesa. Entre los “aliados”, pierre d. la, Alba Pascual,
Carlos Trujillano...
No interesa aquí esa engañifa de “lo que va a quedar”, sino la realidad
contundente de lo que hay, con la voluntad
de “vehicular intensidades, crear libertades”, de hacer un “hecho comunitario” de
la poesía, considerada como “visión del mundo”, como “relato indefectiblemente
inscrito en el discurso de la libertad”.
La extensa introducción, firmada por el grupo, es una reflexión sobre el
sentido de la poesía, hoy, para el surrealismo, y comienza por esgrimir una
expresión largo tiempo utilizada por ellos, la de “la poesía por otros medios”,
que me recuerda estas palabras de Maurice Blanchard: “Ya no sé quién dijo que se hace poesía con palabras, pero sí quién
lo ha repetido: Valéry. Las palabras importan un comino. La poesía se hace con
imágenes, e incluso con imágenes sin palabras”.
La poesía
escrita, en efecto, se ha convertido mayoritariamente en un “lamentable
expediente”, y de ahí la diatriba que hay en estas páginas contra el narcisismo
y la vaciedad en que ha desembocado esa poesía, y contra “la separación
artificial entre poesía escrita y todas sus restantes encarnaciones y facetas”,
separación tan propalada por la egolatría sectárea de los propios poetas.
Atacando nociones como las de “escritura personal” y “yo poético”, el ensayo de
Clavar limas en la tierra no puede
sino oponer el sentido de una poesía liberadora a lo que llama “la fabricación
en serie de poetas y libros de poemas”, todos ellos, añadiríamos, perfectamente
intercambiables en esa versorrea que combina con gran frecuencia y de modo no
poco siniestro la poesía con el academicismo.
Clavar limas en la tierra ha sido óptimamente presentado por uno de los componentes del
grupo, Vicente Gutiérrez Escudero, en su blog, reproduciendo además su reseña
el pasaje inicial de esta notable publicación colectiva, que se suma a otras no
menos centrales del Grupo Surrealista de Madrid a lo largo de su ya larga
andadura:
*
Repasando las entradas que le dedico en Cabina
de barlovento a la poesía, lo primero que habría que hacer es actualizar la
de Annie Le Brun, añadiéndole al “fin del siglo XX” el principio del XXI:
“Si no hubiera más que los poetas del fin del
siglo XX para darle sentido a la palabra poesía, sólo se podría ver en ella un
sinónimo a la vez de pose vacía, pusilanimidad, suficiencia, incontinencia,
hinchazón y, a fin de cuenta, deshonestidad profunda”.
Estas otras
coinciden en lo del “lamentable expediente”:
“Los poetas
escriben para los poetas. Los poetas se cubren mutuamente de alabanzas y se
prestan mutuamente homenaje unos a otros. Los poetas saludan su propio trabajo
y toda esta gente se parece mucho a todos los mundos especializados y
herméticos que dividen la sociedad contemporánea. Para los jugadores de ajedrez
el juego que practican es una de las cumbres de la creación humana; tienen sus
superiores, y hablan de Casablanca como los poetas hablan de Mallarmé o se
prestan unos a otros todos los homenajes. El ajedrez, con todo, es un juego, y
la poesía es algo más serio, y aquello que nos parece simpático en el caso del
ajedrez, en el caso de los poetas es señal de una mezquindad imperdonable”. (Witold
Gombrowicz)
“Nuestros
poetas no escriben para un mundo pendiente de cada una de sus palabras, sino
que escriben los unos para los otros. Justifican su impotencia haciéndose
deliberadamente ininteligibles. Encerrados en sus egos pequeños y glorificados,
se mantienen alejados del mundo por temor a ser pulverizados al primer
contacto. Si los observamos a fondo, no son ni siquiera personales, porque de
serlo podríamos entender su delirio y su tormento. Se han vuelto tan abstractos
como las ecuaciones de los físicos. (Henry Miller, quien a la vez dijo tan
inflamadas palabras sobre Rimbaud)
“Los poetas
están equivocados porque su visión no es una visión sino un bizqueo”. (Dylan
Thomas, que era un verdadero poeta)
“El culto de
la poesía poética, lo que se llamaba antes la poesía pura, y que numerosos poetas jóvenes practican siempre –como
si nada hubiera ocurrido– es un culto mortífero, suicida y, por supuesto, profundamente
nihilista”. (Alain Jouffroy)
“Hay que
combatir con todo nuestro desprecio e ira toda la poesía tradicional, desde
Homero a Goethe, pasando por Góngora –la bestia más inmunda que ha parido
madre–, hasta llegar a las ruinosas deyecciones de nuestros poetillas de hoy”. (Luis
Buñuel)
“Muchos poetas
prefieren la botella de tinta a la botella al mar”. (Achille Chavée)
Pero veamos el
otro lado de la cuestión, la definición artaudiana siendo mi favorita entre
todas las que se han dado:
“La poesía es
una inervación magnética del corazón”. (Antonin Artaud)
“Se llama
poesía todo aquello que cierra la puerta a los imbéciles”. (Aldo Pellegrini)
“La poesía es
un modo integral de vida. Se trata de ir lo más lejos posible, incluso en lo
oscuro”. (Saint-John Perse)
“La poesía se
encuentra allí donde no se encuentre la sonrisa estúpidamente burlona del
hombre con sonrisa de pato”. (Lautréamont)
“Un poema ha
de ser una debacle del intelecto”. (André Breton y Paul Éluard)
“La poesía es
cambiar el color de la materia gris”. (Giovanna)
“El poeta ya
no se puede reconocer como tal a no ser que oponga un anticonformismo total al
mundo en que vive”. (Benjamin Péret)
“Lo importante
no es la poesía, sino la capacidad de poetizar”. (Gustav Meyrink)
“Hay mucho que
aprender del lobo, del búho y del pulpo. La poesía no es reflejo ni reflexión”.
(Franklin Rosemont)