martes, 4 de febrero de 2014

Los surrealistas y Víctor Hugo


Este precioso libro viene en la secuela del no menos precioso Entrée des médiums. Spiritisme et art de Hugo à Breton, que ya reseñamos aquí. No cabe duda que la Maison de Victor Hugo está funcionando maravillosamente, y que Gérard Audinet, su director, está a la altura de lo que merece el gran Víctor Hugo.
La cime du rêve. Les surréalistes et Victor Hugo cuenta además con la dirección de Vincent Gille, muy fino ensayista que ya nos brindó el excepcional volumen Trajectoires du rêve. Du romantisme au surréalisme (Pavillon des Arts, 2003), obra clave para la cuestión del romanticismo y el surrealismo, que aún está a la espera de ser abordada a lo grande, asombrando que todavía no se le haya ocurrido a nadie organizar una de esas exposiciones magnas con una temática tan rica.
La exposición correspondiente se cierra el 16 de febrero, por lo que es imperdonable andar por París y no visitarla (nos dicen que también hay otra del París de Brassaï, y señalemos también la de Kati Horna en el Jeu de Paume).
No voy aquí a demorarme en la lectura surrealista de Víctor Hugo, ya que traté esta cuestión en el ensayo sobre romanticismo y surrealismo de Surrealismo Siglo 21. Tan solo describiré la tal preciosidad, que, con muchísimas ilustraciones, se desdobla, dentro del mismo envoltorio, en un libro de ensayos y en otro que aproxima las obras de Hugo a las surrealistas en conjuntos temáticos o técnicos, por supuesto que tanto del terreno literario como del plástico, ello con numerosas correspondencias sorprendentes. He aquí algunos de esos conjuntos: Castillos, Infancia, Sueños, Bosques, Manchas, Bestiario, Juegos de palabras y gráficos, Amor, Lirismo, Noche, Paisajes, París, Política...
La presencia de Víctor Hugo se señala en los escritores del surrealismo, sobre todo en Desnos, pero también en Breton, Aragon, Éluard o Péret, y en los artistas, habiendo obras reproducidas de Masson, Paalen, Ubac, Miró, Tanguy, Toyen y muchísimos otros, incluido Magritte, que no tuvo el mínimo interés por él (lo mismo le ocurrió, por ejemplo, a Antonin Artaud). La tendencia a no explorar el surrealismo fuera del grupo de París y de sus satélites más conocidos o inmediatos, es la causa de que se ignoren los collages que Conroy Maddox tituló La camarera de Víctor Hugo, uno de 1973 y otro de 1978, y el del mismo motivo, Louise Michel, la camarera de Víctor Hugo, militante feminista, de 1988. Aquí Silvano Levy hubiera tenido sin duda algo que decir. También aporto yo, sirviéndome además como ilustración de esta reseña, este hermoso “collage revestido” de mi maravillosa Anna Ethuin, ya que en él nos muestra a Víctor Hugo nada menos que explicándole en 1974 las reglas del juego de Acapulco a Sarah Bernhardt:


Y puesto que la presencia femenina parece ser tan huguiana, añadamos este gracioso poema de Isabel Meyrelles en su libro Le messager des rêves (1977), “Hommage à Victor Hugo”:
“Descendu du septième ciel / sur les ailes d’un doux zéphyr / apparaît soudain l’hémistiche, / la césure qui permet au père Hugo / de danser la gigue / et pas d’hélas qui tienne! / L’alexandrin déploie ses pompes et ses fastes, scintillements, incandescences, / chatoyantes cascades / étourdissantes de beauté, / coulant comme du miel sous notre / regard affamé d’enjambements / qui nous mènent à d’autres vers où chante la rime / comme un rosignol de légende. / Laissez-vous charmer, / il ne manque que 350 pages / pour terminer la Légende des Siécles”.
En un clima de odio hacia el romanticismo y de aversión a Víctor Hugo, los surrealistas supieron descubrir otro romanticismo y otro Víctor Hugo. Importante fue el papel de Valentine Hugo, gracias a quien tuvieron acceso a las tintas que obraban en la colección de su marido. Las afinidades de algunas creaciones de Max Ernst, de Yves Tanguy, de André Masson y de Óscar Domínguez con los dibujos a la aguada de Víctor Hugo son muy llamativas, en imaginación y en técnica.
Todos los trabajos que componen el primer volumen son buenos, empezando por el de Vincent Gille, “La cime du rêve”. Annie Le Brun titula el suyo “Para no acabar con el infinito”, Jean Galdon indaga la relación Breton-Hugo, Marie Claire Dumas muestra cómo para Robert Desnos Víctor Hugo era “un poeta surrealista” y trata los aspectos de su filiación poética, Étienne-Alain Hubert se detiene en el Víctor Hugo de las extraordinarias conferencias que dio Breton en Haití, primer paso en su pleno acercamiento al poeta decimonónico durante su exilio americano.