Acaba de publicarse un libro
fundamental sobre el surrealismo portugués: Notas para a compreensão do surrealismo em Portugal, de António Cândido Franco, a quien se
deben ya algunas publicaciones muy notables. Pronto reseñaremos estas Notas,
cuyo título no hace justicia a la envergadura del contenido, en un conjunto
ensayístico de una potencia excepcional.
Hoy damos noticia de otra
publicación concomitante: estas cinco cartas de Cesariny enviadas entre 1997 y
2000 al propio António Cândido Franco, comentadas admirablemente por este
(recordemos sus riquísimas notas críticas a las cesarynescas Cartas para a
casa de Pascoaes, tanto como su Teixeira de Pascoaes nas palavras do
surrealismo português) y publicadas por Editora Licorne (editoralicorne.blogspot.com).
Del contenido de las cartas da cuenta la portada, aunque, conociendo a
Cesariny, hay mucho más de lo que se enumera. El “hilo” de ellas, señala
Cândido Franco, es el ataque radical al Renacimiento y sus horrendas secuelas.
Porque si Cesariny “estuvo siempre con románticos, prerrafaelitas y
surrealistas”, fue porque estos buscaron derribar “el muro del Renacimiento”,
momento de la historia occidental en que “comenzó o recomenzó la práctica
antropofágica de la economía clásica, que, después de Adam Smith, se convirtió
en puro canibalismo”, con “el monumental frío de la técnica y del talento
individual en contraposición al sentido loco de lo festivo”. Cesariny
despotrica en estas cartas de Grecia (con su Platón y otros sofistas, por ni
nombrar a Aristóteles), de Europa, del dios Progreso, de la burguesía
devoradora... Su repudio del Portugal y la Lisboa del progreso europeo es tan
radical como el que yo he expresado en Lusitania fantasma, y no dejó de
ocupar lugar en las cartas que en diversos momentos nos cruzamos. Sobre esa
desoladora Europa más que decrépita, pero siempre pintándose de “nueva”, y
hasta engañando a tantos por el arte de sus afeites, recuerdo un dibujo
(¿?) de Cesariny en que la ponía en el hemisferio sur, junto a la leyenda
“¡Abajo Europa!”; y digo recuerdo, porque no he logrado ya dar con esa bella
imagen. António Cândido Franco, que se identifica en esto con Cesariny, no deja
de llamar “sanguijuela” a esta Europa “del cálculo infinitesimal”.
António Cândido Franco hace una
bella defensa del “ultra-romanticismo” portugués, que en general ha sido
desacreditado. Soares de Passos y su “Noivado do sepulcro”, pero también
António Feliciano de Castilho, el poeta ciego de quien le envía a Cesariny su
“Teoría de los nombres”. Cesariny le dice conocerlo poco, pero sí recuerda
haber leído en la Biblioteca Nacional un texto suyo en que se anticipaba para
la composición poética al azar dadaísta. Ya se debe haber olvidado de los
asombrosos fragmentos del Método portugal de leitura que incluía Natália
Correia en un libro que para mí fue decisivo comprar en Lisboa allá por el
otoño de 1979, en simultáneo con los Textos de afirmação e de combate do
movimento surrealista mundial: me refiero a O surrealismo na poesia
portuguesa (1973), una obra que no tiene paralelo ni siquiera en el país
natal del surrealismo.
Las referencias a Teixeira de
Pascoaes –cuya importancia central en el surrealismo portugués es estudiada a
fondo en las Notas para a compreensão do surrealismo em Portugal–
ofrecen el interés añadido de Cesariny asociarlo en un determinado momento a
otro gigante: Malcolm de Chazal. Tampoco Artaud puede faltar, con sus
tarahumara. Pero en fin, estas son cinco de las típicas cartas explosivas y a
salto de mata de Mário Cesariny, llenas de sus mitos y obsesiones, y además con
la presentación y los comentarios de un crítico que es ante todo un poeta,
devoto del inolvidable Cesariny y conocedor como nadie de su “imaginario
fabuloso”.
Por último: seguro que Cesariny
hubiera dado uno de sus legendarios brincos en el momento de recibir este
collage de Alex Januário, titulado Por una nueva edición Noa Noa y hecho
muy recientemente.