En 1947, André Breton escribía
que “se trata de saber si el surrealismo, como disciplina mental escogida por
un pequeño número de seres diseminados por el mundo, ha resistido a la
catástrofe”. Como la catástrofe es continua, sea bélica o sea pacífica, la
cuestión no ha dejado de plantearse constantemente. Lo que será es la
respuesta afirmativa, hoy, a la duda expresada por el fundador y teórico
principal del surrealismo. Pero es preciso señalar que solo espíritus tan
internacionalistas como Her de Vries y Laurens Vancrevel, caracterizados a la
vez por su negación de desafortunados sectarismos y por el deseo de captar
todas aquellas ondas emitidas por la aventura surrealista, han podido llevar a
cabo esta generosa empresa de aglutinar en el almanaque de Brumes Blondes
tantas fuerzas, individuales y colectivas, del movimiento surrealista.
En anteriores notas nos hemos
detenido en la dimensión ensayística del almanaque y en el capítulo de los
juegos. Pero resta la enorme cantidad de ilustraciones, poemas y relatos que
ahí se encuentran. Ilustraciones las hay de fotos, collages, pinturas, cajas,
objetos, montajes, dibujos. Predominan estos últimos, sin duda porque son los
que más se prestan a una buena reproducción en un volumen en blanco y negro:
Zuca Sardan (sobre el almanaque Griffon), Cruzeiro Seixas, Premysl Martinec,
Stephen J. Clark, Michael Löwy, Kathleen Fox, Seixas Peixoto, Theoni Tambaki,
Raúl Perez, Miguel Ángel Huerta, Jörg Remé, Schlechter Duvall, Georges-Henri
Morin, Robert Lagarde, Patrick Hourihan, Jeremias Frog, Bill Howe, Michael
Vandelaar (en homenaje a Franklin Rosemont), Byron Baker, Jean Terrossian,
Antonio Ramírez, Terri Engel, Timothy R. Johnson y Delridge Honanie
Coochsiwukioma (“Muchos pájaros espíritus”, prosiguiendo el diálogo
hopi-surrealista), Jean-Jacques Jack Dauben, Susana Wald, Ribitch, Jon Graham,
David Coulter, John Welson y Niklas Nenzen.
La foto y el collage manifiestan
el vigor de siempre. Fotos hay de Nicole Espagnol, Peter Overton, Bruno Jacobs,
Bastiaan Van Der Velden, Javier Gálvez, Marcus Salgado, Stuart Inmann, Paul
Cowdell, John Duda, Raman Rao, Paul Bogaers (una “foto combinación”) y Roman
Kubik. Collages, de Guy Ducornet, Enrique Lechuga, Pierre-André Sauvageot, Miguel
de Carvalho, Alex Januário, Ron Sakolsky, Kate Katheb, Wedgwood Steventon,
Katerina Kubikova, Daniel Madrid, Jhim Pattison, Dan Stanciu, Sasha Vlad (tres,
con leyendas de Dan Stanciu), Penelope Rosemont y Winston Smith.
Las reproducciones pictóricas
vienen encabezadas por Renzo Margonari, con el bello texto que ya traducimos
aquí, y luego encontramos a Eva Svankmajerova, Katerina Pinosova, Aldo Alcota,
Rik Lina, Jean-Claude Charbonel, Jacques Lacomblez, Jean-Pierre Paraggio, Rikki
Ducornet, Cm Lundberg, Luís Manuel Gaspar, Guy Girard, Enrique de Santiago,
João Garção (un homenaje al Bosco), Luiz Morgadinho, Leonidas Krivosej, Marta
Peres, Alfredo Luz, Pedro Prata, Wijnand Steemers y Martin Stejskal.
Y quedan las cajas, objetos,
montajes, fotomontajes, etc., de Leticia Vera (un “fetiche”), Eugenio Castro,
Dennis Cunningham, Jan Kohout, Her de Vries, Jan Svankmajer, Rikki Ducornet,
Jan Gabriel, Beth Garon, Karol Baron, Lucie Hruskova.
Una encuesta sobre las formas de
edición y de exposición del movimiento surrealista recibe respuestas en general
de nombres que forman parte de actividades grupales. La de Guy Girard es la
primera, y es la que, desde su primer párrafo, plantea adecuadamente la
cuestión, al señalar cómo la actividad del movimiento surrealista, hoy
repartida entre grupos e individuos dispersos en varios países, cada uno con
sus peculiaridades y preocupaciones, “es y persiste en ser la de un apartamiento
absoluto con respecto a los modos de vivir, de pensar y de soñar
dominantes”, buscándose por un lado la comunicación entre la comunidad surrealista y por otro el
encuentro “con esos desconocidos cuya errancia entre las multitudes
oscuras no puede sino cruzarse con la nuestra”. El grupo parisino puede
presumir de no haber nunca solicitado subvenciones públicas o privadas, a
diferencia de quienes han cambiado la subversión por la subvención. Un homenaje
es hecho a las ediciones colectivas Hourglass que animaba Peter Wood en
Francia, y se señalan las colaboraciones con los anarquistas. Al referirse a Hydrolith,
Guy Girard ve este proyecto como superior al de los Boletines
Internacionales del Surrealismo, que considera una fórmula
fracasada. Las ediciones del grupo son limitadas, y tratan de inscribirse lo
menos posible en el mundo de la mercancía. Ello me hace recordar cuando hace ya
unos años le escribí a Marie-Dominique Massoni pidiéndole los números de S.u.rr...,
y me contestó que no hacía falta que le
pagara, sino que era mejor hacer “un intercambio”.
Allan Graubard habla de las Anon
Editions, Penelope Rosemont de la Galerie Surréaliste de los años 20 y de la
Black Swan Press y Eugenio Castro de la Galería 13 en Cádiz. Este último
califica de “monstruosidad” el hecho de exponer, ¿pero eso no lo ha sido
siempre, como no deja de serlo también, a una cierta luz, el hecho de publicar,
un libro o lo que sea?
Por Sonámbula, Fernando
Palenzuela, Enrique Lechuga y Bernar Sancha tratan de la autogestión,
expresando su desinterés por saber si sus títulos atraerán la atención “de esa
abstracción llamada público”, ya que se publica “para documentar,
redescubrir o difundir aquello que más nos concierne”. Estamos aquí lo más
lejos posible de la “monstruosidad”, como cuando a través de una exposición se da
a ver aquello que no menos nos concierne. En este texto se aborda también
la cuestión de lo “digital”, con la referencia al “desastre que la empresa de
«desmaterialización» del mundo representa actualmente” y que no hace sino
“confirmar nuestro deseo de continuar apoyándonos en el papel impreso”.
La respuesta de Alex Januário y
Marcus Salgado por el grupo DeCollage señala la sustitución del Avida Dollars
por el Avida Media y la preocupante presencia de las subvenciones, estatales o
privadas, como del gusto por los “currículos” en los catálogos (¡qué palabreja!
aunque no debe ser responsabilidad de ellos, una impresión repugnante produce,
en el catálogo de la Fundación Granell dedicado a Ludwig Zeller y Susana Wald,
verla encabezar los datos de la trayectoria poética de cada uno de
ellos).
Por último Laurens Vancrevel y
Her de Vries se centran en lo que ha sido esta problemática en Holanda, un país
hostil desde siempre al surrealismo y a sus manifestaciones. La publicación de Lo
que será es vista como un intento, sin duda exitoso añadiría yo, de
contribuir a la colaboración internacional del surrealismo.