martes, 11 de febrero de 2014

Joseph Cornell y el surrealismo

Hace unas semanas escribíamos:
“Pronto esperamos reseñar el catálogo Cornell de su exposición en Lyon, vigente hasta el 10 de febrero. El título, «Joseph Cornell et les surréalistes à New York», lo contextualiza claramente en el surrealismo, pero en el mismo folleto de la exposición ya nos encontramos con las viejas músicas: Cornell estaba «al margen de los movimientos», Cornell se sitúa «al margen del surrealismo y su trayectoria singular no se puede reducir a un solo movimiento»”...
El «plan» de la exposición se despliega en estos diez puntos: «Los surrealistas en Nueva York», «Objetos», «Collage», «La constelación surrealista», «Joseph Cornell y el cine. La revelación de Rose Hobart», «La imagen en movimiento», «Cornell y Duchamp», «Joseph Cornell y el cine. Los films-collages», «Joseph Cornell y los neorrománticos» y «Después del surrealismo» (o sea, después del retorno de los surrealistas de Europa a Europa).”
Catálogo en mano, hay que decir que se trata de una buena publicación, editada por Hazan, con 396 páginas muy ilustradas y una dispar decena de trabajos entre los que destacan el de Ingrid Schaffner sobre la galería de Julien Levy (1931-1949), el de Matthew Affron sobre los “juguetes ópticos” de Cornell y el de Emmanuel Guigon sobre el misterio de las cajas, emanado de muy pocos elementos, pero en los que ninguno es gratuito.
Lamentable es el capítulo bibliográfico. Si ya dejaba perplejo advertir que en el monumental libro de Thames & Hudson Joseph Cornell. Shadowplay eterniday, de 2003, no aparecían citados ni la monografía de Édouard Jaguer (Joseph Cornell. Jeux, jouets et mirages, 1998, y encima en Filipacchi), ni el artículo de Alain Jouffroy en Opus International (1970, y luego 1991), ni el de Penelope Rosemont “Las ventanas herméticas de Joseph Cornell” (también de 1970, pero incluido en Surrealist experiences, que es de 1999), a la vez que no faltaban los más espantosos nombres profesorales, ahora, aunque aparece Alain Jouffroy, se sigue sin dar noticia ni del libro de Édouard Jaguer ni del bello texto de Penelope Rosemont. E inútil será, pues, buscar la preciosidad del poeta Charles Simic Alchimie de brochante. L’art de Joseph Cornell (2010).
 En la presentación leemos estas palabras ciertas: “Al surrealismo debe Cornell su entrada en la escena artística, puesto que en Nueva York el círculo estrecho de pintores y de escultores, de galerías de arte, de museos, de poetas, de críticos y de revistas afiliados al surrealismo, contribuyó fuertemente a la evolución de su identidad artística durante la primera mitad de su carrera. La obra de Cornell es difícil de aprehender si se silencia la influencia determinante del surrealismo: el artista compartía con los actores de este movimiento un principio fundamental, la idea de que toda imagen resulta de una yuxtaposición poética. El surrealismo ha apoyado a Cornell en la exploración de diferentes prácticas artísticas”. Pero un par de páginas después, una tal Anne Théry escribe que Cornell “propone una alternativa al movimiento francés orientándose a la magia blanca en vez de al humor negro”, y hasta lo acerca más al expresionismo abstracto americano que a la “estética surrealista elaborada en Francia por André Breton”. Estas chorradas van, en cambio, seguidas de un buen abecedario elaborado por la misma, con entradas muy interesantes como las de Astronomía popular, André Breton, Jaula de cristal, Marcel Duchamp, Max Ernst, Man Ray, Dorothea Tanning, Fuentes de arena, El gran Meaulnes, Hoteles, Rose Hobart, Watteau o Siglo XIX. La de Breton se acompaña del collage El tornasol de medianoche, que le dedicó Cornell en 1966 (evidencia de su duradero aprecio por Breton, y en consecuencia por el surrealismo). La de Marcel Duchamp es clave porque Cornell y él mantuvieron una estrecha asociación a lo largo de más de tres décadas. A Max Ernst le dedicó un álbum de 16 collages, todos ellos reproducidos aquí.
Encabezando esta nota, vemos el collage de Cornell con que se anunciaba la exposición “Surréalisme” que tuvo lugar en 1932 en la Julian Levy Gallery. Y si hoy hablamos de Lamantia como el primer poeta surrealista de los Estados Unidos, aquí lo hemos hecho de su primer artista.