He aquí al fin recopilada toda la
obra de Philip Lamantia (1927-2005), un poeta desmesurado y una de las grandes
voces líricas del siglo XX. The collected poems of Philip Lamantia incluye
sus poemas de 1943 a 2001, entre ellos muchos inéditos o nunca recogidos, y lo
han editado, en la University of California Press, Garret Caples, Andrew Joron
y Nancy Joyce Peters. Un trío inmejorable, de poetas, que le dedica un largo
estudio, entrelazando el de su vida y el de su obra.
De ascendencia siciliana, Philip
Lamantia, el primero de los poetas surrealistas de los Estados Unidos, tuvo la
revelación del surrealismo al ver una exposición de Miró y Dalí en San
Francisco. Cuatro poemas suyos aparecen en View,
cuando sólo contaba 15 años (por lo cual Ted Joans lo llamará “el Rimbaud
americano”). Ese mismo año –1943–, le escribe una carta a André Breton, que la
publica en el n. 4 de VVV junto a tres poemas, uno de ellos dedicado “a
la memoria de Arthur Rimbaud, el rebelde y el buscador”. Lamantia viaja incluso
a Nueva York, donde conoce a Breton, pero vuelve a San Francisco,
inscribiéndose en el movimiento beat. A mediados de los años 50, impactado por Los
tarahumara, pasa un tiempo con los indios wahoe de Nevada y con los cora de
México, e introduce el peyote en California mucho antes de la era psicodélica.
Pasa también seis meses en Marruecos. De carácter depresivo, sufre una primera
conversión religiosa, con seis meses en un monasterio trapista.
Afortunadamente, tras tres años de silencio, en 1965 encuentra a Nancy Joyce
Peters y retorna a la poesía. Y al surrealismo, ya que, viniendo de Egipto, ha
contactado en Atenas con Nanos Valaoritis y Marie Wilson, quienes por cierto
acabarán encontrándose con él y con Nancy en San Francisco. Con Nancy visita el
sitio del oráculo de Delfos y pasa por Andalucía, con fiestas gitanas
incluidas.
A principio de los años 70,
Lamantia enlaza con los surrealistas de Chicago, manteniendo una duradera
amistad con Franklin Rosemont. Siempre fascinado por las culturas amerindias,
visita pueblos hopis, a la vez que profundiza en la “geografía mística” de
América y se siente atraído por el mundo de los pájaros. Es entonces cuando
escribe su poemario tal vez más extraordinario: Meadowlark West. Interesado
por la cultura popular, por las civilizaciones del pasado (Egipto, el viejo
Islam, el Libro tibetano de los muertos), por el esoterismo (en lo que
se diferenciaba rotundamente de sus amigos beatniks), por la música de jazz, buscando
el éxtasis y el conocimiento en los estupefacientes, cada vez más preocupado
por las agresiones humanas a la naturaleza, Lamantia deja huella de todo ello
en su poesía de enorme aliento.
En 1997 escribe “Poem for André
Breton”, que se abre, en uno de sus característicos versos anchos, con el
recuerdo del último encuentro en Nueva York (“When we met for the last time by
chance, you were with Yves Tanguy whose blue eyes were the myth for all time,
in the autumn of 1944”). Pero al año siguiente, tras una nueva depresión, tiene
una visión mística que arrastra una segunda conversión, a la que pertenece una
nueva serie lamentable de poemas, en uno de ellos incluso afirmando que “God is
a surrealist / in the union of opposites”. Fue lluvia de mayo, ya que al punto
se desencantó de la ortodoxia cristiana. Solo que su obra no se cierra con la
grandeza con que la abría, en 1943, “The touch of marvelous”.
Las conclusiones del estudio de
más de 60 páginas que abre el libro intentan determinar “el lugar histórico” de
su obra, lo cual poco interés tiene, ya que su valor es en sí (y para mí en
particular, Lamantia está atesorado junto a Dylan Thomas), y caracterizan su
poesía como a la vez una expresión y una forma de gnosis. Se observa también
que Lamantia consideraba a Breton, Péret, Rimbaud o Lautréamont como sus
contemporáneos, no como “personajes históricos”. La lista onomástica que
aparece en sus poemas es impresionante y maravillosa: poetas antiguos como John
Donne o Ausias March, artistas como Arcimboldo o Gaudí, referencias básicas del
surrealismo como Sade, Fourier, Novalis, Baudelaire, Rimbaud, Maldoror, Hélène
Smith o Ubú, románticos como Blake, Poe, Young, Wordsworth, Hölderlin o
Schelling, dadaístas como Hugo Ball, poetas americanos como Walt Whitman o
Emily Dickinson, surrealistas como Breton, Artaud, Magloire-Saint-Aude, Man
Ray, Oelze o Magritte, pensadores griegos como Pitágoras y Heráclito, nombres
del esoterismo como Hermes Trimegisto, Martines de Pasqually, Claude de Saint
Martin, Christian Rosenkreutz, Nicolás Flamel, Basilio Valentin, Aliester
Crowley, Cagliostro o el mago Merlín, mitos amerindios como Gerónimo, Chief
Seattle o el travieso Coyote, músicos de jazz como Charlie Parker o Thelonious
Monk, figuras de la cultura popular como Pancho Villa, Krazy Kat o Bela
Lugosi... Entre todos ellos, quizás merecieran destaque especial Poe (su primer
mentor), André Breton (el segundo), Antonin Artaud, Lautréamont y Baudelaire.
En sus mejores momentos (que fueron casi todos), porque estuvieron a la altura de la afirmación que da título a uno de sus poemas: “Solo la violencia creativa revela la belleza de lo maravilloso”, Philip Lamantia fue uno de los grandes poetas del siglo XX.
En sus mejores momentos (que fueron casi todos), porque estuvieron a la altura de la afirmación que da título a uno de sus poemas: “Solo la violencia creativa revela la belleza de lo maravilloso”, Philip Lamantia fue uno de los grandes poetas del siglo XX.