Aunque aún no he podido conseguir
el catálogo checho de Jan Krizek, quiero hoy destacar un blog de primerísima
calidad en que puede encontrarse una buena reseña de este libro:
Este blog funciona regularmente
desde el verano de 2007, animado por Bruno Montpied, a quien se deben trabajos
excelentes, y que ha colaborado con el grupo surrealista de París. “Le poignard
subtil” se propone colocar, y por supuesto lo logra, “pasarelas entre el arte
popular, el art brut, el arte naïf, el surrealismo espontáneo y el arte
inmediato”, caracterizados por su “poética de lo inmediato”.
Jan Krizek (1919-1985) es un caso
peculiar, ya que, huyendo del estalinismo, recaló en París, donde vivió el
resto de su vida. Aparece pues como una personalidad aislada con respecto al
grupo de Praga, y en París su negativa a que la figura humana desapareciera de
sus obras no propició sin duda su éxito artístico. Allí se relacionó con
Charles Estienne, con André Breton y con Jean Dubuffet. Fue sobre todo
escultor, pero también hizo pinturas, collages y dibujos. Estienne le escribió
el texto para su exposición en L’Étoile Scellée, la galería de los surrealistas
parisinos.
El catálogo corresponde a una
exposición en la Galería Nacional de Praga compuesta de unas 300 obras, y lo
hizo Anna Pravdová, por lo que la calidad y el interés están asegurados. Con
André Breton mantuvo correspondencia, en una ocasión provocando una respuesta
airada que Bruno Montpied justifica plenamente en su reseña. Falta por señalar,
a la hora de hablar de Krizek y el surrealismo (y es que Bruno Montpied, al
igual que yo, no ha podido obtener el catálogo), que, en el n. 1 de Le
Surréalisme, même, hay una página a él dedicada, con la que abrimos esta
nota.
Desde 1962, o sea cuando tenía 44
años, Jan Krizek abandonó la escultura, para dedicarse con su mujer a la
apicultura. O mejor dicho, dejará de esculpir aunque seguirá dibujando
esculturas.
En una de las cartas a André
Breton, le decía, a propósito de “la operación que tiende a restituir el
lenguaje a su verdadera vida”:
“¿No cree que podríamos encontrar
ahí un verdadero hombre premegalítico, un ancestro de Tailesin que sería
superlúcido y superresponsable, un hombre totalmente irracional, constituido
esencialmente por la «materia primera» donde «el hablar y el decir» (la pintura
y la escultura) no estarían aún separados?”
Breton poseyó dos esculturas
suyas, que aquí podemos ver: