En 1985, Assírio & Alvim publicaba Noa Noa, con el homenaje de Víctor Segalen. A Cesariny le impacta el libro de Gauguin, y más aún su gesto de abandonar Europa, pero en realidad Gauguin se encontró en Tahití con la corrompida sociedad europea que había abandonado, infestando además aquellos parajes paradisiacos. Misioneros, militares, policías, comerciantes, funcionarios, inspectores, juez y obispo... Toda la ralea, en fin, bien pertrechada con su puritanismo y su miseria vital, poniendo a la gente a cubrir sus cuerpos y a trabajar.
Tahití era colonia francesa desde 1860. Gauguin llega en 1891, y escribe al muy poco tiempo: “Nuestros misioneros ya trajeron mucha hipocresía protestante y destruyen gran parte de la poesía, sin hablar de la sífilis que invadió a toda la raza”. Dominaban la enseñanza después de haber sido masacrados los súbditos del rey Pomaré IV no convertidos al cristianismo. ¿Sorprende que Gauguin hasta llegue a hablar de un “régimen del terror”? Se marcha entonces a la isla Hiva-Ova, pero solo para descubrir que allí “la misión es dueña de todo”.
El entusiasmo de Cesariny hacia Gauguin no seré yo quien lo comparta. Creo que a Gauguin lo retrató bien Artaud en Van Gogh el suicidado por la sociedad, y que acertó al ver entre ellos “una fundamental escisión humana”. Ya en Hiva-Ova, Gauguin pensaba volver a Europa... ¡para pintar los toreros y las mujeres morenas de España! Y su mejor amigo a dos pasos de la muerte era un pastor protestante.
¿Y lo de “noa noa”? El mismo Gauguin lo dice: “De toda esta juventud, esta armonía perfecta con la naturaleza que nos rodeaba, se desprendía una belleza y un aroma (noa noa) que encantaban mi alma de artista”. Es ese inefable “noa noa” de los pueblos oceánicos o amerindios lo que siempre ha encantado al surrealismo. Un aroma de libertad y de poesía de la vida.
Al Noa Noa n. 12 siguió “The Ted Oxborrow’s Perpetual Motion Food Magazine. Portuguese Section of the Illinois-Vladivostok Area”. ¡Vaya título delirante! Este fue el n. 1, y carece del interés de cualquier Noa Noa, ya que estas historias de enfrentamientos entre surrealistas cansan de veras –otra cosa bien diferente es el enfrentamiento de los surrealistas con quienes reniegan de la aventura surrealista, llevados en general por los motivos más bajos e inconfesables. Mi curiosidad por saber qué hizo a Cesariny y Cruzeiro Seixas pelearse a muerte es igual a cero. Al dorso de la hoja, Cesariny ha fotocopiado un pasaje de la entrevista, subrayando la cita elegida más esta otra: “Potrò forse dire che il surrealismo è una strada che mi segue?”. No sabemos tampoco qué llevó a Cruzeiro Seixas a decir estas cosas, que nada concuerdan con lo que antes pensaba de él y el surrealismo, ni con lo que pensaría después y hasta hoy. Al contrario, siempre me ha parecido soberbia y de lo más oportuna esta observación suya: “Existe, parece ser, quien esté cansado del surrealismo, pero no puedo dejar de sentir curiosidad por saber lo que descubrieron en su lugar”.
Esperemos que Perfecto Cuadrado –aunque nos sonroje pedirle más de lo muchísimo que ya ha hecho– reúna algún día y publique todos estos “papeles surrealistas” del viejo león de Lisboa: “Noa Noa”, “Food Magazine”, “Bureau surrealista”, la colección “Blenorrágia” de las Edições Esquentamento... Nosotros cerramos hoy esta serie con otra rareza, aunque demos atrás a la máquina del tiempo. En este caso es un tirón de orejas al doctor José-Augusto França, una de las bestias negras de Cesariny. El consagrado historiador del arte había formado parte de la aventura surrealista a fines de los 40 y principios de los 50, pero lo que no le perdonaba Cesariny era su posición catedrática y académica, de gran santón de la cultura portuguesa. “Fora os doutores!”, exclama este surrealista nada conciliable con el estamento universitario, al que veía, en la estela de su adorado Artaud, como gran “usurpador de sentido”. La A.I.C.A. debe ser una de esas muchas instituciones dedicadas al arte, que tal vez rigiera el Dr. França. Tanto “arte” irritaba a Cesariny, como en general a los surrealistas, que nunca se han interesado por el “Arte” –con mayúscula– sino en tanto aventura del espíritu y de la poesía.
La ilustración pertenece a la película de Paulo António de Paranaguá Nadja, filmada en 1966, y Cesariny la ha tomado del primer número de A Phala (1967), la revista dirigida por su amigo Sergio Lima y que hoy consideramos uno de los hitos en la historia colectiva del movimiento surrealista.