lunes, 19 de marzo de 2012

“ART IS ARP”


No citamos en Caleidoscopio surrealista este excelente catálogo del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Estrasburgo (museo localizado precisamente en la Plaza Hans-Jean-Arp), donde son tratadas, con gran riqueza iconográfica, todas las facetas del artista –así, su título completo es Art is Arp. Dessins, collages, reliefs, sculptures, poésie. Apareció a fines de 2008.
Isabelle Ewig abre el fuego ocupándose con acierto de los inicios arpianos y señalando el origen de sus collages no en el cubismo, sino en lo oculto y en la naturaleza. Con el uso de materiales naturales –tanto como con “la alegría sensual de tocar” (expresión con que Gabrielle Buffet-Picabia caracteriza la creación de sus relieves)–, Arp quería acercarse a los pueblos de Oceanía. “Yo actuaba como los oceánicos, que no se preocupan en absoluto, para sus máscaras, de la duración de los materiales, y que emplean materiales perecibles, como las conchas, la sangre, las plumas”. Y también, como ellos: “Mi trabajo está ligado al sueño diurno, sin menospreciar por ello la materia”.
“Arp cara o cruz” es la contribución de Georges Sebbag, como siempre fino y abriendo horizontes. Sus notas sobre el azar como soporte de la invención en sus collages y en sus maderas pintadas son muy certeras, así como el capítulo sobre los papeles estrujados. “Para Arp, el azar es ese acontecimiento natural pero inhabitual que interrumpe el curso habitual de las cosas, deshace nuestra imagen corporal, mina la creencia en la subjetividad y nos hace probar maravillas”.
De la poesía se ocupa Eric Robertson, quien reproduce esta declaración de Arp: “Las palabras han guardado para mí toda una novedad, un misterio. Las manejo como un niño los cubos. Las palpo, las contorneo –como esculturas. Les atribuyo un volumen plástico que no depende de su significación”. Eric Robertson señala cómo a lo largo de los años 30, “los juegos sobre el lenguaje, sin desaparecer, comienzan a ceder el lugar a imágenes cada vez más pesadillescas que comunican un sentimiento de angustia siempre más agudo”.
Otro buen trabajo es el de Guitemie Maldonado, sobre su “lenguaje-objeto” y los elementos de su “enciclopedia”. Menos interés guardan para nosotros sus colaboraciones con Sophie, que son sobre todo obras textiles, y el estudio que hace Isabelle Ewig sobre el Arp puramente abstracto.
Nos acercamos más al surrealismo con los “fatagaga” (“fabrication de tableaux gasométriques garantis”) compuestos al alimón con Max Ernst y que estudia aquí Julia Drost. Aunque se sitúen en el dadaísmo, ya anuncian al maestro del collage que será Max Ernst. Y en pleno surrealismo ya estamos con los siete cadáveres exquisitos que un día de 1937 compusieron Arp, Sophie, Óscar Domínguez, Marcel Jean y Raoul Hausmann. Los estudia Emmanuel Guigon, que es quien mejor podía hacerlo. Veamos este, hecho de arriba abajo por Marcel Jean, Domínguez, Arp y Sophie:


Guigon repite con un trabajo en que enfoca “el placer de destruir” arpiano. Ve en el artista un “doble movimiento simultáneo que ritmara el conjunto de su producción hasta sus últimos días: la voluntad y el azar son los dos polos complementarios de su actividad que conduce hacia un estado de naturaleza resueltamente libre donde la vida pueda aparecer según el ciclo eterno de la destrucción y de la generación”. Cierra el catálogo un trabajo de Thierry Dufrêne sobre su escultura (de la que tenemos un ejemplo al comienzo de esta nota: la “Escultura automática” también llamada “Sombra china”, en piedra calcárea rosa) y el apartado bibliográfico, en el que deseo resaltar la antología de poemas y ensayos que dio a la luz Robert Motherwell en 1948.
“En el espantoso caos de nuestra época, solo algunos raros oasis de pureza se me aparecen aún. El hombre ha sucumbido al frenesí de la inteligencia. Ese demente impregnado de cultura física intenta dominar el mundo por medio de su pseudocabeza. Su inhumanidad lo ha conducido a un laberinto sórdido en el cual no encuentra ninguna salida. La máquina y el dinero son los ídolos que adora con fervor. Su alegría del progreso no conoce límites. Él mide – calcula – pesa ­­­– prende fuego – pulveriza – asesina – surca los aires – consume – miente –fanfarronea – arroja sus bombas –y es así como se eleva por encima de las bestias. Por su inteligencia infernal sobrepasa en invención diabólica todo lo que vive. Su locura crece hasta el infinito, así como la confusión de su espíritu y su amor de la porquería. Aprisionado entre los cuatro muros de su inteligencia, todo lo que pasa fuera de él lo deja frío”.
Estas palabras fueron escritas en 1946, pero ¿no las hubiera Arp refrendado en el presente?