domingo, 9 de febrero de 2020

Annie Le Brun, entre las palabras y las imágenes

Annie Le Brun vuelve a reunir sus escritos dispersos en un volumen que se suma a los títulos À distance (1984) y De l’éperdu (2005). Como siempre, una mirada sólida, arriesgada y lúcida, sin concesiones, se ocupa de cuestiones capitales para el surrealismo, y no solo.
Los escritos de que se compone Un espace inobjectif cubren los años 1996-2018, y hay tanto ensayos como artículos. Piezas maestras que ya conocíamos son las dedicadas a Jean Benoît (catálogo Filipacchi de 1996), al mismo Benoît y Mimi Parent (catálogo de Quebec, 2004), a Toyen (retrospectiva de Zagreb, 2002), a Leonora Carrington (catálogo de Gallimard, 2008), a Radovan Ivsic (catálogo Gallimard de 2015, reseñado aquí mismo), a la “invención” del deseo por el surrealismo (en Desire unbound, Tate, 2001) y al surrealismo y la “fascinación de lo oculto” (catálogo L’Europe des esprits, 2011).
Otros yo no los conocía, por diferentes motivos. El más sorprendente de ellos es el no haber llegado a saber que la exposición “L’Ange du Bizarre” produjo un gran catálogo, ya que por alguna mala información solo obtuve una revista que reseñé aquí; ahora, la especulación libresca lo vende a 750 euros. El trabajo de Annie Le Brun es espléndido, pasando revista a materia en que ha profundizado muchas veces, como la novela gótica, la figura y la obra de Sade o los motivos del castillo y de las ruinas.
Hay luego un segundo ensayo sobre Slavko Kopac (uno anterior fue recopilado en À distance), otro sobre Picabia, otro sobre el Picasso erótico (ya no tengo fuelle para Picasso, y pasé de ese catálogo, aunque de haber sabido que incluía un texto de Annie Le Brun lo hubiera pedido), otro sobre Lequeu “constructor de fantasmas”, una conferencia sobre las imágenes anatómicas y una bella disertación sobre el tiro al blanco (tiene interés quizás señalar que la palabra “mouche” y la expresión “faire mouche” se corresponden en español con “diana” y “dar en la diana”, ya que Annie Le Brun señala la curiosa ausencia del mito de Diana y Acteón en los blancos antiguos).
Lo único de lamentar en este volumen es la escasez de ilustraciones, que hace insustituibles los textos originales.
La lista de obras de Annie Le Brun que aparece al final de este volumen es ya impresionante, en una trayectoria iniciada al calor del surrealismo en 1967, cuando hizo con Toyen Sur le champ. Y de Toyen, cómo no, es la imagen de la portada: Las afinidades electivas, obra tres años posterior a Sur le champ.

Toyen, Noche tras noche, 1960