Otra figura longeva del surrealismo acaba de fallecer. Alain Joubert, pese a su edad, se mantenía en plena forma, y tan solo hace un par de años publicaba el magnífico Le cinéma des surréalistes, mientras continuaba sus colaboraciones en L’Échaudée y en Les Nouvelles Littéraires.
A la siguiente semblanza hay que sumarle la publicación del extenso ensayo sobre el surrealismo La clé est sur la porte (2016), que Alain Joubert me dedicó personalmente “en toute complicité”, y la antología L'autre côté des nuages (2020), ambas (como Le cinéma des surréalistes) reseñadas en este blog.
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Desde 1956
hasta 1969, Alain Joubert formó parte del grupo surrealista parisino, siendo
uno de sus elementos más lúdicos, dinámicos y abiertos, con pasión por el cine
y por el jazz. Debutó en el n. 1 de Le Surréalisme, même, con dos
corrosivas notas, una contra el reaccionarismo de Louis Pauwels y otra,
deliciosa, celebrando los cinco hábiles disparos de jabalina con que los indios
aucas –“que han rehusado siempre toda relación con los blancos a fin de evitar
la gangrena civilizadora”– lograron “devolver la jungla del ecuador a su pureza
inicial”, turbada por la visita de sendos misioneros yanquis, uno de ellos un
defensa de rugby y otro un ex paracaidista. En el n. 3, responde a la encuesta
sobre el cuadro de Cornelius von Max, y en el 5 publica “Les parfums lourds”. Se
lo encuentra luego en Bief, La Brèche (destacando –aunque todas
sus colaboraciones son jugosas, llenas de un humor siempre beligerante–, en el
n. 6, el penetrante ensayo “Détournement de valeurs”, y en el 5 la entusiasta reseña
de la película Les abysses, inspirada
en la historia de las hermanas Papin, otras admirables asesinas que, como
Germaine Berton y Violette Nozières, solo fueron defendidas en su momento por
los surrealistas) y L’Archibras, así como en los catálogos de las
exposiciones “Éros” (“Passage-pilote”) y “L’Écart Absolu” (“Mecánica popular”,
editada independientemente por Javier Gálvez en su colección La Bella Cristalera,
2004). En el n. 2 de L’Archibras, suya fue la idea de la memorable
portada, con un medallón de Baudelaire al cuello de Giovanna, y del medallón
colgando una cruz invertida. Con posterioridad animó el colectivo Quando y
colaboró con Phases, hasta convertirse en uno de los “instigadores” de la
revista Le Cerceau, una de las pocas grandes revistas de los miserables años
90. Otro de los “instigadores” fue su compañera, Nicole Espagnol, magnífica
figura de las últimas décadas surrealistas, a la que Joubert dedicó un emocionado
y emocionante libro en 2007: Une goutte d’éternité.
En 1998 se
publicó Treize à table, con dibujos de Jean Terrossian y textos de las
revistas surrealistas parisinas, pero también de A Phala, del catálogo
de la exposición “Éros” (“La perla fina”, una de las nueve “misivas lascivas”),
de Le Désir Libértaire, etc. Complementa esta importante publicación el
decisivo Le mouvement des surréalistes ou le fin mot de l´histoire (2001), donde Joubert describe las
circunstancias que condujeron a la ruptura del grupo parisino, con fiabilidad y
lucidez. Este libro va significativamente dedicado al gran Jehan Mayoux.
Siempre en la
brecha, sus intervenciones de años más recientes, tan necesarias como
desafiantes, algunas en Brumes Blondes,
nunca son menos que certeras y oportunas, sumándoseles pequeñas publicaciones
como Angle mort, Faust piste, À quel titre?,
L’heure dite, Parce que c’était lui, Robert
Lagarde, du geste à la parole y Le
passé du futur est toujours présent.
(Caleidoscopio surrealista, 2ª ed., 2015)