viernes, 14 de agosto de 2020

Jean Palou / Germaine Hugnet

En su momento di noticia de la aparición de un estudio sobre la correspondencia entre André Breton y Jean Palou, con las cartas transcritas, en el número de 2018 de la Revue de l’Académie du Centre (Histoire et patrimonie de l’Indre). Señalé la imposibilidad o dificultad de conseguirla, pero al fin ha llegado a mis manos, y la impresión no ha podido ser mejor. Se trata de un trabajo modélico, autoría de Valérie Baud y Antoine Perriol, quienes dan el ejemplo perfecto de todo lo que se puede hacer a la perfección con este tipo de documentos. La figura interesantísima de Jean Palou (1917-1967) es tratada a fondo, y tanto Breton como el surrealismo de la época se presentan sin ningún tipo de distorsión. Las cartas se enfocan con agudeza y lucidez. Y el acompañamiento ilustrativo, a todo color, es lujoso y esencial, sin que se eche nada a faltar. 
Ha sido una fortuna que estas cartas de Jean Palou se hayan conservado en los archivos departamentales del Indre. La correspondencia carece, afortunadamente, de los rellenos a veces espantosos que caracterizan a este género del que pocas veces se sabe o se puede separar la paja del trigo. Nada de paja aquí, sino el intercambio de dos personas magníficas que van siempre al grano, con especial hincapié en cuestiones graves, como la de la alquimia y el misterio del tiempo o las conexiones entre el poeta y el iniciado. Palou, aparte de poeta, era un conocedor espléndido del esoterismo, y sus otras “especialidades” (la brujería, la Comuna, Aloysius Bertrand) no podían sino hacerlo invalorable a los ojos de Breton. Vuelvo a remitir a una entrada que le dediqué hace un tiempo, ya que lo sitúa brevemente e incluye su gran texto sobre la aparición en Rávena, publicado en Le Surréalisme, même, así como el de la Comuna, en Bief. Y añado ahora el admirable panfleto del grupo parisino que firmó Palou, y en el que yo hubiera sugerido, al final, cambiar "protestar" por “atacar”.


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Cadáver exquisito con Georges Hugnet,
Yves Tanguy y Jeanette Tanguy
Pero aquí no queda la cosa, ya que, en el número de 2013, los mismos autores han hecho otro gran estudio, esta vez sobre Germaine Hugnet, quien participó en la actividad surrealista junto a Georges Hugnet durante algunos años. Como persona valía mucho más que su marido, y aunque ofrece menos interés el resto de su vida y trabajos, tenemos aquí explorada a fondo toda esa actividad propiamente surrealista y en particular su participación distinguida en el montaje de la exposición internacional de 1938 y las colaboraciones en cadáveres exquisitos (con Hugnet, los Tanguy y Óscar Domínguez). Péret la llamó, al dedicarle Je sublime, “el azafrán de los pasillos crepusculares” (“le colchique des couloirs crépusculaires”), Man Ray hizo de ella una preciosa solarización en 1935, Maurice Henry la dibujó muy erótica en un delicioso dibujo a color que tiene toda su excelencia y Georges Hugnet le hizo muy bellas fotos en aquellos años. Todo esto aparece reproducido en el ensayo de Valérie Baud y Antoine Perriol, formando un conjunto tan atractivo y rico como el de las cartas Palou-Breton. Es imposible hacer algo mejor, y, en este sentido, estos dos ensayos resultan tan ejemplares como, en cuanto a saber hacer a fondo una exposición (y un catálogo), lo que nos ofrece ahora mismo Emmanuel Guigon con el Jamais de Domínguez.

Los Hugnet, en los preparativos de la exposición de 1938