André Breton, Nueva York, 1945 |
Tras el n. 27, reseñado aquí, apareció en el n. 29 de los Cahiers Charles Fourier, correspondiente al año 2018, la continuación del dosier “En la órbita del surrealismo. Charles Fourier redescubierto”. De nuevo presentan y coordinan Florent Perrier y Gérard Roche, quienes han pretendido mostrar –y lo han logrado– cómo “el universo de Charles Fourier se inscribe duraderamente en los modos de pensar de André Breton”.
Tras la reproducción de los pasajes de las Entretiens
en que Breton habla del “soñador sublime”, un inventario de su presencia en
la biblioteca bretoniana, la correspondencia Breton-Pierre Naville y
Breton-George Sirot (coleccionista de fotos que le descubre a Breton un retrato
decimonónico de Fourier pintado sobre metal) y las reseñas que dedicaron
Bataille y Victor Crastre a la Oda a Charle Fourier (menos conocida, y
magnífica, la del segundo, poniendo en el mismo caldero el moralismo de la
Iglesia, de la Universidad y del PCF), pasamos a palabras mayores con la
excepcional correspondencia de Breton y Jean Gaulmier.
Gaulmier, autor de la magnífica edición
comentada de la Oda –un hito ineludible en la bibliografía bretoniana–,
es óptimamente presentado por Florient Perrier, y tanto de la semblanza que le
hace como de las cartas a Breton emerge un personaje de la máxima calidad
humana. Este es un raro ejemplo de correspondencia valiosa e inteligente, sin
ganga chismosa ni anecdótica, a diferencia de lo que ocurre con la de Émile
Lehouck, servida para patético contraste tras la de Gaulmier. Hay apreciaciones
interesantísimas no solo sobre la Oda sino también sobre Pez soluble,
además de apuntes sobre los amerindios y su “impresionante dignidad”, como
siempre realzando a los pueblo. Breton se muestra exactamente como lo conocemos,
y muy reticente a la hora de volver sobre lo que ha hecho hace años. Poco a
poco percibe la finura y la nobleza de Gaulmier, quien, pese a su difícil
condición profesoral, ha admirado y seguido el surrealismo desde sus orígenes.
Esta correspondencia eleva este número al alto nivel del anterior, y además
viene acompañada de una conferencia inédita que Gaulmier profirió en Belgrado
sobre la Oda.
En cambio Breton no le debió haber abierto la
puerta a Émile Lehouck, cuyo temple es completamente asurrealista. “Mis
encuentros con André Breton” es un tedioso recuento, en que no faltan los
tópicos antibretonianos, recordándome un poco, salvadas las distancias, la triste
“evocación” del fundador del surrealismo que hizo Desmond Morris en Arcane
17. A lodestar for the 21 century, cuyos chismes siempre me he preguntado
si no los tomaba de aquella maldiciente biografía de Marc Polizotti, ya que
presente no estuvo en nada de lo que cuenta.
Tras tres páginas de jeremiadas del anciano
Vaneigem, remontamos vuelo con un nuevo cuaderno de ilustraciones, en que
descuellan los “écartelages” de Pierre Faucheux (próximamente nos ocuparemos de
ellos), y en particular su Retrato armónico de Charle Fourier, y el
bellísimo homenaje “mágico” de Gaston Puel a Fourier ofrecido en 1948 a Breton,
y al que al final de esta nota remitimos. Son en total diez páginas las de este
cuaderno, con todas las ilustraciones muy bien comentadas.
En el número intermedio –27, pues– hay
también un estudio de Jerôme Duwa sobre las “apropiaciones fourieristas por la
última ola de los surrealistas”. No dudo de que Duwa haya hecho un buen
estudio, pero el sic que habría que ponerle a su título apunta al hecho
conmiserativo de que siga evidenciando no haber visto el mar surrealista directamente en su
vida.
Como este número no se obtiene ya a través
de los Cahiers, damos el enlace de la librería que lo difunde: