sábado, 16 de diciembre de 2017

“Cahiers Benjamin Péret”, n. 6


Este reencuentro periódico con Benjamin Péret no puede ser sino una felicidad para quienes lo admiramos y estimamos. De nuevo se reúne una cantidad de material muy interesante de y en torno a Péret, alguno conocido, pero sobre el que vale la pena volver o es de difícil localización, y otro enteramente novedoso. La presentación, como siempre, es una virguería, salpicada ahora con las imágenes inconfundibles de Jean-Claude Silbermann.
El primer apartado es “Los caminos del exilio: de Marsella a México”. En el dossier Marsella sobresalen los trabajos de Alain Paire, el primero sobre el café Au Brûleur de Loups, lugar de encuentro de intelectuales y refugiados sobre todo provenientes de París, y el segundo sobre la cooperativa de los “croque-fruits” de Sylvain Itkine, quien también frecuentaba el citado café. Péret llamará a esta cooperativa “islote de revuelta, verdadero oasis en la pusilanimidad ambiente”.
El dossier México lo abre Jean-Louis Bédouin con un texto ya publicado en Trois cerises et une sardine, siguiendo una serie de cartas del exilio escritas por Paalen, Remedios Varo, Leonora Carrington y Péret, que presenta Karla Segura Pantoja, para quien estas cartas dibujan “una geografía afectiva e intelectual”. Esta investigadora da a conocer, recogido de los fondos Pierre Mabille de la Biblioteca Literaria de Jacques Doucet, el “juego de la profecía” que en los años 1943 y 1944 contó como participantes, aparte Mabille y Péret, a Michelette Mabille, Leonora Carrington, Remedios Varo, Gerardo Lizárraga, Victor Serge, Renato Leduc, Esteban Francés, Miriam y Hermann Wolf y Kurt y Arlette Seligmann y que debe pasar a engrosar la más que rica lista de los juegos surrealistas. Hay también un testimonio sobre Chiki Weisz, el fotógrafo polaco compañero de Leonora Carrington y amigo de los Horna, de Gerzso, de Péret. Por último, Richard Spiteri, estudioso siempre fiable, discurre sobre el “diálogo” entre Paalen y Péret.
Philippe Audoin, Les vacances de la bien-aimée
Otra sección se dedica a “Lo maravilloso”, y en ella, aparte el conocido ensayo de Mabille, debe destacarse el ensayo de Gaëlle Quemener sobre lo maravilloso en los cuentos de Péret y la bella evocación que hace Philippe Audoin de sus primeros encuentros con Breton, ilustrada por dos dibujos que nos han sorprendido; por cierto que de Audoin se anuncia en Le Grand Tamanoir una recopilación de textos inéditos con dibujos de Silbermann: Les capucines aux lèvres d’émail. Sur André Breton, al que suponemos pertenecen estas páginas. La correspondencia vuelve con cartas de Paalen y de Leonora a Péret. En una de Leonora, le dice que ya no le agrada Buñuel y le habla de “Juanito Larrea”, al que acaba de conocer y encuentra “antipático y pretencioso”, dándoles la tabarra con temas de cosmología y al final enfadándose con ella por parecerle que tiene “un humanismo de mal gusto”. Otra más en la cuenta de este deplorable personaje hispano-francés-americano, quien, por cierto, le negó a Péret publicar en revista Le deshonneur des poètes, para no herir las susceptibilidades de sus amigos estalinistas.
Los tres “estudios” corresponden a Lurdes Andrade sobre Leonora (ensayo traducido de Letras de México), a Philippe Audoin sobre el gran Silbermann y a Dominique Rabourdin sobre Gilles Brenta (más adelante se reproduce también la semblanza que le hizo al surrealista belga cuando su óbito, y a la que ya aludimos aquí por haberse publicado en el noticiero de Mélusine).
El plato fuerte documental es este pliego de las autoridades de Vichy sobre Breton y Péret, impecablemente analizado y comentado por Jerôme Duwa. Ya en Marsella, la policía dirá de Breton que es autor de “varias obras de tendencia anarquista” y la censura le vetará la publicación de la Antología del humor negro y de Fata Morgana,la primera por ser su autor “la negación del espíritu de revolución nacional”. Como señala Jerôme Duwa, los órganos represivos de Vichy han progresado en su conocimiento del “llamado Breton”, que es como lo designan en el documento que aquí vemos.
Otros “Documentos” son el recuerdo personal que Guy Pierre ha guardado de Eva Friedrich, sobrina de Eva Sulzer que conoció a Breton, Péret, Max Ernst y por supuesto Wolfgang Paalen y Alice Rahon; un inventario de las dedicatorias librescas de Péret y Breton; y una nota de Jerôme Duwa rescatando el gran poema que André Liberati dedicó en sus mejores tiempos a Benjamin Péret.
Tras las “Actualidades”, con una de ellas evocando Gérard Roche a Guy Prévan, llegamos a las reseñas, entre las que destacan las de Jerôme Duwa sobre la retrospectiva de Jorge Camacho en la galería de Sophie Scheidecker y sobre la edición de la Breve historia del iglú africano de Les Coleman en Le Grand Tamanoir y la de Michel Jacubowski sobre La nuit succombe de Hervé Delabarre y su “poesía simple y sutil, dominada por un automatismo fulgurante y onírico”. Esta sección de “Actualidades” redondea en su variedad –otros nombres atendidos son Éric Losfeld, César Moro, Nanos Valaoritis, André Breton, Charles Jameux, Jean-Claude Silbermann y por supuesto Benjamin Péret– un gran número de los Cahiers Benjamin Péret.

Jean-Claude Silbermann, La buena estrella, 1991

*

Mención aparte merecen las dos reseñas dedicadas al libro de Barthélémy Schwartz Benjamin Péret, l’astre noir du surréalisme, obra de Dominique Rabourdin y Jerôme Duwa. El primero refuta muy bien y con entera facilidad la idea de que Péret era un “marginal en el interior del surrealismo”, y ello a causa de su fuerte compromiso político: “Eso es no ver que la gran mayoría de los tracts y declaraciones colectivas del surrealismo son de carácter político, que Péret ha redactado buena parte de ellos y (con excepción de Ruptura inaugural) los ha firmado todos. Hubiera sido más justo saludar en él al poeta surrealista por excelencia en el interior del grupo surrealista, cuyo militantismo político da la impresión de que Schwartz no encuentra convincente”. En todo caso, señala Rabourdin, “no es en el surrealismo donde Péret es marginal, sino en política”. Palabras totalmente certeras: el surrealismo es ante todo Breton y Péret, y lo que se le añada ya depende de cada uno: para mí, por ejemplo, Tanguy y Toyen (y Artaud, al modo como Cesariny lo asociaba a Breton); para otros, Max Ernst, Magritte, Effenberger, Nougé, etc., etc. Otras puntualizaciones de Dominique Rabourdin son también certeras, como las de no tener en cuenta el compromiso político de muchos surrealistas muy cercanos a Péret ni textos decisivos como la respuesta peretiana a los anarquistas cuando tomaron partido por Camus.
Jerôme Duwa va por el mismo camino cuando rechaza afirmaciones como la de que la “surrealidad” de Péret “desbordaba ampliamente los límites del movimiento”, afirmación absurda donde las haya. “¿Este avidez de distinciones no tiene límites? –se pregunta Duwa– ¿A qué puede conducir in fine el apartamiento sistemático de Péret con relación al movimiento surrealista en su conjunto?”
Barthélémy Schwartz presume de que viene a hacerle “justicia” a Péret, pretensión que no acaba de entenderse: están publicadas de la mejor manera posible sus obras completas, hay excelentes estudios sobre él, existen unos primorosos Cahiers Benjamin Péret que suceden a un boletín que duró muchos años... Si más gente no lo conoce es porque no quiere, y esa gente no se merece que uno se esfuerce por ellos. El Péret que le interesa, y de modo hagiográfico, es el político, y remata su estudio apelando al situacionismo y dándole la palabra a Raoul Vaneigem, quien consigue largar en dos líneas una burrada doble: lo mejor de Péret es que fue a la guerra de España y que aparece en aquella foto insultando a un cura, “falsa o verdadera” (¡sic!). Pero lo grande y específico de Péret es su prodigioso imaginario, hubiera o no hubiera ido a la guerra de España, aquella formidable trampa para liquidar a los revolucionarios de todas partes y donde por cierto, como relató Buñuel, estuvo a punto de fusilarlo... la propia izquierda marxista. No fueran sus poemas, sus cuentos y sus fervorosos ensayos y no tendría Péret el interés capital que tiene, por mucho que admiremos en él la perfecta conjunción del poeta revolucionario y el revolucionario político.
En un primer momento, no llegué a pedir este libro porque dudaba que fuera a aportarme nada nuevo, y así es. No es que sea una mala introducción a Péret, pero no iguala a otras tantas, sobre todo porque casi que se podía haber escrito sin haber leído uno solo de sus cuentos o de sus poemas, contentándose el autor en este terreno con cerrar el volumen con una antología de setenta páginas, que obviamente tampoco va a aportarle nada a quienes conozcan de corrido la obra peretiana.

*

En una próxima entrega aludiremos a la reciente publicación del cuaderno 16 del Centro de Estudos do Surrealismo, dedicado a Benjamin Péret en Brasil. Y aquí aprovechamos para recordar dos publicaciones con esta temática:
péret brasil 2