Rik Lina/Mário Cesariny, Pintura automática colectiva, 2001 |
La exposición de largo aliento y duración
que Rik Lina celebra en Famalicão –“Rik Lina. Texturas da imaginação”– ha
generado un buen catálogo del Centro de Estudos do Surrealismo de la Fundação
Cupertino de Miranda. Perfecto E. Cuadrado, coordinador del Centro, lo abre con
un texto, “La piel al borde del abismo”, que funciona como óptima presentación,
mientras que Laurens Vancrevel, con “Los dominios privilegiados de Rik Lina”,
vuelve a ocuparse de un artista al que conoce mejor que nadie, en este caso
trazando la relación de Rik Lina con Brumes Blondes desde la explosiva exposición
“Sol negro/Flor de revuelta” (1969), con los azares que propiciaron el
encuentro, así como ocupándose de la conexión portuguesa, en particular por la
amistad con Cesariny y Cruzeiro Seixas, anunciadora del final establecimiento
en la zona del Cabo Mondego.
Del propio Rik Lina hay un escrito, “La
paleta de la profundidad”, sobre el color, que concluye con estas palabras: “El
pintor de hoy tiene la opción de escoger entre ajustarse a la insipidez de la
sociedad moderna y usar su fuerte paleta (pero superficial y limitada, adaptada
a las demandas de los media modernos) u orientar una vez más sus trabajos a los
colores vivos existentes en la naturaleza y desarrollar su paleta personal con
los nuevos matices y tonalidades naturales”. Pero además hay una entrevista con
António Gonçalves, director artístico de la Fundación, que traduzco más abajo.
El catálogo presenta obras de los años 60
hasta el inicio del nuevo siglo y lo entrecortan poemas de Laurens Vancrevel,
Aimé Césaire y Erik Lindner. Incluye Retrato de Mário, Artur’s
jungle, Hot mountain’s –homage to
Mário Cesariny y
una pintura automática realizada con Cesariny, lo que dice bastante acerca de
la estrecha amistad y colaboración artística entre estos tres nombres cimeros
de la expresión plástica surrealista. Como ilustraciones de esta nota, he
elegido la pintura automática con Cesariny, Multiversum y Little red rooster, este por fundir mi vieja afición a los
gallos finos (aunque se trate aquí del no menos belicoso quíquere) con la igualmente
añeja de los blues (Little red rooster es un muy conocido blues de Willie Dixon, con infinidad de versiones
entre las cuales la primera y mejor la de Howlin’ Wolf). Pero igualmente podían
haber ido El
planeta rojo, Danza solar, Visión de la estrella de mar, La visión de un tronco, Sepias, El
zepelín, Bardo, Piedra cósmica, La noche de la ola, Echa
a volar una cometa, alguno de los frottages reproducidos al comienzo del catálogo, cualquiera de los grafitos de
la serie Espuma
ardiente o cualquiera de las acuarelas y aguadas
de la serie de las montañas. Obras, todas, espléndidas.
*
–Amsterdam es la primera ciudad donde se instala para estudiar y
donde viene a vivir y trabajar. De ahí parte para los viajes y para habitar
otros lugares, pero ahí vuelve siempre. ¿Qué lo liga a Amsterdam? ¿Esta ciudad
influenció su obra?
–No fue solo Amsterdam. Crecí en cuatro
ciudades (Maastricht, La Haya, Rotterdam, Amsterdam), y por eso la vida
metropolitana tuvo su influencia, pero también pasé toda mi juventud en la
naturaleza, en el agua, que está por todos lados en los Países Bajos; andaba en
barco por los lagos, por el litoral, y exploraba los bosques de Limburgo. Me
siento en casa en las dos selvas: la ciudad y la floresta.
Incluso antes de estar en la academia de
artes (1961-1965) yo ya pintaba, y también viajaba; Francia, España y Turquía
me influyeron directamente. En el sur, reconocí los colores de mis sueños. En
1965 recorrí el Mediterráneo, todos sus países, con Elizé, haciendo dedo.
Rik Lina, Little red rooster, 1968 |
–Cuando me uní a la revista surrealista
holandesa Brumes
Blondes, mi
amigo el poeta Laurens Vancrevel me puso en contacto con el movimiento Phases,
fundado por el crítico de arte y poeta Édouard Jaguer; Mário Cesariny y Artur
do Cruzeiro Seixas también pertenecían a Phases.
–El jazz y la poesía son también dos áreas donde desarrolla su
trabajo; ¿cuál es la ligazón con su obra plástica?
–Para mí no hay pintura sin poesía y sin
jazz. Como decía mi amigo el poeta Ted Joans, “el jazz es mi religión”. Pienso
que la mayor parte de la pintura es conceptual o planeada, apenas tocando la
poesía lateralmente... Para mí, como pintor automático, la poesía es esencial,
es lo más importante. Yo ya era un pintor automático antes de contactar con los
surrealistas, puesto que me interesaban mucho las formas de pensamiento del
Extremo Oriente, como la pintura zen, donde pintura y poesía son la misma cosa.
–Viajó mucho y desde muy joven, un descubrimiento que lo llevó a
establecerse por largos periodos en otros lugares, como el sur de España o el
norte de África. ¿Qué lo condujo a estas experiencias y cómo se reflejaron en
su pintura y su dibujo?
–El deseo de un contacto con otras culturas,
la libertad de escoger elementos de diferentes culturas y modos de pensamiento,
de poder olvidar mis antecedentes y ligarme a personas completamente
diferentes, tanto en términos sociales como artísticos, pues para mí la
experiencia artística colectiva es muy importante, casi tanto como mi vida
personal de pintor. Me gusta mucho traer la alegría y el entusiasmo de la
música colectiva, como en el free jazz, a la experiencia pictórica; siempre estoy buscando maneras de
organizar esa posibilidad.
–Al vivir en una isla y con la práctica submarina, descubre otro
mundo que no estaba a nuestro alcance. El color va a aparecer con una fuerte
vivacidad. ¿Puede hablar de esa experiencia y de cómo ella invade su proceso
creativo? Aparte de eso, algunas experiencias con LSD permitieron unas cuantas
resoluciones en las experimentaciones que realizaba; ¿eran “mundos” nuevos que
se abrían?
–Cuando comencé a bucear, en 1975, descubrí
mundos totalmente nuevos y surreales; todo era completamente diferente de
nuestra experiencia. Todas las formas y colores, todos los tipos de
crecimiento, movimiento, gravedad, presión, etc., todo es totalmente diferente,
aunque algunos aspectos me recuerden experiencias psicodélicas pasadas. Claro
que todo eso influyó fuertemente en mi manera de pensar y trabajar... ¡Tuve que
volver a comenzar a partir de cero! Una de las cosas más importantes era el
equilibrio ecológico de toda la naturaleza, algo que nunca tenía sentido antes,
pero que se hizo tan claro para mí en ese momento... la idea de que todo, vivo
o muerto, animado o inanimado, es interdependiente, como si todo estuviera
ligado por líneas invisibles. ¡Todo eso está ahí! Son cosas que pueden
realmente ser vistas debajo del agua –algo que también observé más tarde, al
trabajar en las florestas subtropicales.
–¿Cómo llega al surrealismo portugués? ¿Con qué autores portugueses
estableció contacto?
–Como dije anteriormente, el contacto se
hizo a través de mi amistad con los artistas ligados a Brumes Blondes y al movimiento Phases.
Comencé a leer poetas y escritores portugueses y brasileños. Artur do Cruzeiro
Seixas y Mário Cesariny me visitaron en Amsterdam y nos mantuvimos en contacto
a través de cartas y del intercambio de piezas artísticas. Por ejemplo, Artur y
yo nos mostrábamos siempre el uno al otro las experiencias que estábamos
haciendo. Nos convidábamos mutuamente para exposiciones colectivas en Portugal
y en los Países Bajos.
–¿Cómo define aquellos años en las relaciones de los artistas en el
movimiento surrealista que se extendía por el globo?
–Tras la muerte de André Breton, el grupo
surrealista decidió pasar a una existencia “subterránea”, lejos de las
candilejas del mundo artístico oficial. En ese mundo artístico de la “moda”,
casi todos parecen pensar que el surrealismo ya no existe, cuando, al
contrario, se encuentra más activo que nunca. Los surrealistas no se interesan
por el mundo artístico moderno porque hay pocas cosas interesantes que
acontezcan en él. Lo que más hay son infinitas repeticiones de invenciones
dadaístas... como el conceptualismo, que es el academicismo moderno, guiado por
motivos comerciales. Por lo demás, incluso en el pasado las relaciones entre el
arte y el surrealismo fueron siempre muy nebulosas... había unos surrealistas
que hacían arte, y unos artistas que se hacían surrealistas. Continúa siendo
así.
–En Holanda, y particularmente en Amsterdam, como se desarrollaba
el trabajo del grupo?
–Nunca hubo actividades de grupo oficiales
en los Países Bajos, solo relaciones amistosas entre varias personas, pero la
revista holandesa Brumes Blondes era internacional y usaba muchas lenguas diferentes; su última
publicación importante, que apareció en 2014, Ce qui sera/What will be, no contiene ni una palabra en
holandés. Mi revista internacional Droomschaar, publicada en los inicios de los años 90, contenía textos en cuatro
lenguas, y nuestro grupo CAPA (Collective Automatic Painting Amsterdam)
colaboraba con pintores de todo el mundo.
–El dibujo y el grabado tuvieron en estos años una fuerte presencia
en su trabajo, en tanto base experimental que luego se integraba en la pintura.
¿Esta práctica le da la libertad que defiende como artista?
–Dibujo desde que me acuerdo –mi madre me
contó que, de pocos meses, garabateaba la pared con mi mierda... ¡bella
metáfora para el arte de la pintura! El noble arte alquímico de la litografía
(me refiero al trabajo con placas litográficas, a semejanza del gran maestro artista
gráfico Odilon Redon, no a las técnicas de offset y digitales que hoy usan ese nombre),
estudiadas en la academia, habrá sin duda dejado su marca en mi modo de pintar:
constante experimentación, meditación alquímica y repetición ritual de técnicas
automáticas.
–Sus viajes continúan y decidió en los últimos años pasar a tener
un estudio en Portugal, en el Cabo Mondego. ¿Qué lo hace vivir por aquí?
–Después de muchos años viajando y buceando,
decidimos establecernos en Portugal, en la costa salvaje y rocosa del Cabo
Mondego, donde tengo ahora mi segundo estudio, tras el de la mágica ciudad de
Amsterdam... Además, iniciamos con un grupo de jóvenes poetas y pintores
surrealistas la actividad colectiva Sección Cabo Mondego, para traer un fuego
surrealista a esta fascinante y viva escena artística en Portugal.
Rik Lina, Multiversum, 1969 |