Un año después de Accidental windows, Raman Rao nos brinda Spectra, que se presenta como una
publicación de fotografías propias, a la que seguirán otros números (este es el
n. 0).
En Extinción, una de las obras más demoledoras de Thomas
Bernhard, Franz Josef Murau califica a la fotografía como “la mayor desgracia
del siglo XX”, por su “deformación definitiva de la Naturaleza y del hombre que
existe en ella, convirtiéndolos a ella y a él en su caricatura perversa”. Murau
tuvo la suerte de no llegar al siglo XXI, en que un ejército de alelados ametralla
la superficie entera del albaricoque terrestre las 24 horas del día y en que el
ideal parece ser que no quede imbécil en el mundo que no se dedique a
fotografiar (o filmar, que lo hace la misma maquinita) sus propias
imbecilidades. El fenómeno, exacerbado por la universalización del turismo, es
tan descorazonador como el del deporte, que ya hasta invade las aceras de las calles,
cuya función antigua era caminar por ellas –tan descorazonador como para
llevarme, hace una decena de años, a desembarazarme de la cámara tras tres
lustros de fascinados registros portugueses.
Pero nada de esto es aplicable al trabajo
solitario y ensimismado que llevan a efecto un puñado de espíritus en estado de
inspiración poética, entre los cuales algunos surrealistas, y entre estos, con
un vigor, un ritmo interior y una originalidad que nadie excede, Raman Rao. Los
veinte espectros que ahora muestra no tienen desde luego nada que ver con las
apariencias actuales. En la línea de Accidental windows, surgen figuras de los muros, las rocas, los líquidos espesos, a veces
tras un velo inquietante, pero ahora hay también sombras y superposiciones, y
las formas espectrales, en que se adivinan cuerpos, rostros, ojos, patas,
máscaras, sexos femeninos, monstruos, emanan de troncos, montañas, piedras, grutas,
arenales, lugares abandonados... Estos seres fantasmales se insertan en un
paradigma que recorre Les mystères de la chambre noire, donde a Édouard Jaguer, que dejaba abierta
en la fecha de publicación su antología del surrealismo y la fotografía,
hubiera entusiasmado incluir algunas de las fotos de Raman Rao.
Las fotos de Spectra provienen de un estado de hiperlucidez, y
de ahí su poderío onírico y su condensación enigmática. Solo acompañan sus páginas unos versos de In the arms of the honey
eaters de Jhim
Pattison, cofrade de Raman Rao en Mal Occhio, y la frase “Entertainment is the
death of love”, que lo dice todo acerca de la distancia absoluta tomada con el espantoso reino
de la banalidad baja y cobarde en que las sociedades occidentales han desembocado.
Los versos de Pattison, que nombran “los delirios de Lautréamont”, se enfrentan
a una de las más bellas fotografías de Rao, con un velado cuerpo femenino
doble, suerte de “desnudo lento” de adorable sinuosidad serpentina en que el
rostro también aparece maravillosamente velado, pero por las propias manos y
brazos, del cuerpo emergiendo un rostro turbador. Otra antológica foto acompaña
la citada frase, con la sorpresa de aparecer en su parte superior el sombrero blanco
con cinta negra del conocido collage con foto-gráfico y foto coloreada que hizo
Jindrich Heisler en 1943 (el “foto-gráfico” es una variante checa del
fotograma, y Raman Rao titula así sus fotos). Es una pena que las dimensiones de
estas dos imágenes me impidan reproducirlas.u
Spectra es otra contribución espléndida de Raman
Rao al cosmorama surrealista. Distribuido por Blurb.com, puede verse o descargarse en https://www.dropbox.com/s/ pmotjkw4d6ay0nx/Spectra.pdf? dl=0