Jan Svankmajer, Juegos viriles, película, 1988 |
Un bello catálogo plagado de
ilustraciones (algunas muy curiosas), y con breves y buenos textos (sin un solo
lunar), acaba de publicarse para acompañar la exposición “Metamorfosis.
Visiones fantásticas de Starewitch, Svankmajer y los hermanos Quay”, que
transcurre hasta el 7 de septiembre en el Centro de Cultura Contemporánea de
Barcelona y desde el 2 de octubre hasta el 11 de enero en La Casa Encendida
(Madrid).
Jan Svankmajer no necesita
presentaciones. Como maestro de la animación, aparece aquí asociado al polaco
Ladislas Starewitch (1882-1965) y a los gemelos Quay (1947), estadounidenses en
Europa que en 1984 filmaron el admirable cortometraje The cabinet of Jan
Svankmajer.
La directora del catálogo,
Carolina López Caballero, es quien lo introduce, para a continuación abrir el
desfile un texto de Brian Dillon sobre los gabinetes de curiosidades. El de
Pascal Vimenet muestra el diálogo entre tres obras que son ciertamente, como él
señala, irreductibles, vistos los cuerpos-marionetas de Svankmajer como “resaca
del movimiento surrealista”, cuando en realidad son manifestación plena del
mismo. Andrés Hispano se detiene en el imaginario común del trío de “irreductibles”,
enfocando una serie de fuentes, temas y motivos compartidos (el bosque, el
cuento tradicional, los animales, los muñecos, lo siniestro, la ciencia...). Ya
en el abordaje de cada uno de los cineastas, François Martin se ocupa del cine
de Starewitch y Jordi Costa tanto de los hermanos Quay como de Svankmajer. El
texto dedicado al cineasta surrealista lleva por título “Teoría y práctica de
la subversión. Una iniciación al inconsciente táctil de Jan Svankmajer”, y
concluye, tras señalar su amor de lo gótico, del humor negro, de las
mistificaciones y de los laberintos, con estas palabras: “Jan Svankmajer
necesitaría una categoría nueva para ser definido o clasificado con propiedad.
De momento, y a falta de algo mejor, podemos considerarlo un Maestro de Vida,
alguien que nos ha dado el mejor consejo que jamás podrían darnos: «Para ver,
cierra los ojos»”.
La sección documental se reparte
en dos textos de Starewitch, uno de los hermanos Quay y, de Svankmajer, el
maravilloso “Decálogo”, un escrito sobre los gabinetes de curiosidades y una
interesante entrevista en que habla del surrealismo, de los objetos, de la
infancia, de Eva Svankmajerova, de la animación y de su nuevo guion, titulado
“Insectos”, que él caracteriza como kafkiano y “acentuadamente misantrópico”. Sobre
el surrealismo dice:
“Existen muchos malentendidos en
torno al surrealismo. Los historiadores del arte lo consideran una de las
corrientes vanguardistas de la primera mitad del siglo XX. Desde su punto de
vista, el surrealismo está muerto desde hace más de sesenta años. En el
vocabulario general, la palabra surrealista se usa como sinónimo de algo
insensato, absurdo. Sobre todo hay que decir que el surrealismo no es arte. No
existen ni pintura surrealista ni cine surrealista. Hay que decir «surrealismo
en el arte», «surrealismo en la pintura» y «surrealismo en el cine». Y es que
no existe ni estética surrealista ni un método surrealista, ni tampoco una
escuela surrealista. El surrealismo representa cierta visión de la vida y del
mundo; yo diría una visión mágica de la vida y del mundo. El surrealismo me
enseñó tres cosas: primero, me quitó el miedo a lo colectivo, porque el
surrealismo es una aventura colectiva; segundo, desarrolló mi imaginación, que
llegó a adquirir unas dimensiones insospechadas; y tercero, me enseñó que solo
existe una poesía, así que no importa qué método usemos para abordarla”.
Al referirse a la animación,
Svankmajer rechaza la animación digital:
“La animación es magia y el
animador es un chamán. Al parecer, nuestros antecesores, a través de la fuerza
de su mente mágica, eran capaces de dotar de vida a la naturaleza inanimada.
Nosotros necesitamos de la tecnología para hacerlo posible. El uso de la tecnología
no ha de ser ostentoso, tal y como sucede –según creo yo– en el caso de la
animación digital. Lo que no me gusta de la animación digital es, sobre todo,
que carece de la faceta táctil. La realidad virtual representa una realidad
impoluta y, por lo tanto, carece de la dimensión emocional y sensual”.
El texto sobre los gabinetes de
curiosidades es magnífico, y concluye con unas interesantísimas notas sobre la
composición del propio gabinete de curiosidades que los Svankmajer han
construido en el caserón de Horni Stankov. El cineasta los opone a los museos y
galerías, mostrando cómo erigen el mundo mágico de la imaginación frente al
mundo racional de la civilización:
“El mundo mágico no está sujeto
al historicismo ni a la jerarquización de los valores: no conoce el término productividad
o habilidad humana, evita la palabra arte, y más aún términos
como éxito o comercio. En el mundo mágico, lo único que es
decisivo es el poder de la imaginación. Por eso en un gabinete de curiosidades
pueden convivir fetiches del Congo, conchas del fondo del mar, dibujos hechos
por mediums y locos, pinturas del Bosco o los paisajes abstractos de Tanguy,
recipientes de alquimia de Giambattista della Porta, grabados de historia
natural de Gesner o Albert Seba, o dibujos de Hercules Seghers junto a las
criaturas erótico-grotescas de Schröder-Sonnenstern, las piezas artísticamente
«degeneradas» de las colecciones del castillo de Ambras, la arquitectura del palais
idéal del cartero Cheval, las pinturas ensambladas de Arcimboldo, la
pintura paranoico-crítica de Salvador Dalí, las «Raíces» de Styrsky, etc. Todos
estos artefactos son equiparables y no importa dónde, cuándo y por quién han
sido creados, tanto si los ha creado el ser humano como si han sido obra de la
naturaleza o bien del azar. Es la «dignidad mágica» –que tiene como única
función la «metamorfosis de la vida»– lo que los une”.
Este catálogo dispone al final de
la traducción en inglés de todos los textos. Y en cuanto a la exposición, un
completísimo documental puede verse en la siguiente seña:
Jan Svankmajer, El supermacho, collage, 1997 |