miércoles, 23 de abril de 2014

Morada 12 de Raúl Henao

Este es el duodécimo poemario de Raúl Henao, quien ya anuncia La escritura del alba como siguiente estación. En la portada, un collage de Gloria Hincapie Zabala.
Hay aquí dos libros en uno, ya que “Una alberca en la luna”, conjunto de haikus (con una segunda parte titulada “Tórtolas en la ventisca”), viene seguida de una sección de textos críticos sobre su obra.
No es reciente el interés de Henao por los haikus, ya que los cultiva desde hace algunas décadas. Su insaciable curiosidad no podía dejarlo de atraer a lo que de más válido hay en las culturas orientales, empezando por sus prácticas poéticas y por el taoísmo. Muchos haikus dispersos por publicaciones periódicas se ven así rescatados, y el resultado es una aportación muy personal a un género difícil, más que en sí, por lo excesivamente manido, y sin que falte el sello inconfundible de uno de los poetas más originales e intensos que ha dado el surrealismo latinoamericano (y la poesía latinoamericana en general).
El aparato crítico, bajo el título de “El corazón escrito”, es muy amplio, y cuenta con nombres de verdadero peso, como Juan Calzadilla, Stefan Baciu, Fernando Palenzuela, Laurens Vancrevel o Alberto Baeza Flores.
Stefan Baciu, que le dedicó dos artículos –“Henao, intérprete de sueños” y “Raúl Henao: poeta diferente”–, lo ve como un descendiente de Gérard de Nerval y señala el “aire demoniaco” de su poesía, mientras que Baeza Flores destaca la importancia del humor, Pablo Montoya la del erotismo (porque, como dijo otro poeta americano, “Nada mejor para cantar la vida, / y aun para dar sonrisas a la muerte, / que la áurea copa en donde Venus vierte / la esencia azul de su viña encendida”), Jorge Ariel Madrazo la de las metáforas incesantes, Luis Germán Sierra la del vigor simbólico (a la vez que advierte la sabiduría en la creación de atmósferas), Fabián Castaño el tratarse de “una obra con un claro acento de libertad personal”... El trabajo de Pablo Montoya es excelente, relacionándolo con la pintura surrealista (en especial la de Chirico, precisamente el gran “creador de atmósferas”), al ser la poesía, para Henao, un “territorio forjado por la imagen”.
Otro buen texto es el de Pedro Arturo Estrada, para quien desde su primer libro, o sea Combate del carnaval y la cuaresma, la poesía de Raúl Henao “se enrumbó definitivamente por el escarpado y hechizado sendero del sueño, la visión onírica, que lo llevará casi hasta el límite en el cual asoma ya el sol negro de lo desconocido y la locura misma. Sus libros posteriores así lo confirman y en ellos se puede apreciar esa aventura, esa experiencia cuasi mística de la palabra hecha vida, conocimiento, destino”. Pedro Arturo Estrada está reseñando uno de sus más grandes libros, El virrey de los espejos, compuesto de prosas poéticas en las que, efectivamente, Raúl Henao conserva toda la fuerza y condensación de sus versos (“estos poemas en prosa mantienen un rigor pleno en el manejo de sus elementos narrativos, descriptivos y expresivos, sobre todo porque no están allí de manera gratuita y obedecen antes que nada al poder de la imagen deslumbradora y reveladora que los transmuta instantáneamente en poesía”).
Pero nadie puede señalar mejor que Fernando Palenzuela, otro gran poeta, la autenticidad poética absoluta de este “minero del espíritu” que es Raúl Henao:
“La poesía de Henao, al igual que sus ensayos, están conformados dentro de un marco de investigaciones profundas y sustanciales de la realidad absoluta. Y esto sucede porque para él la poesía no es impostura, ni constituye un mero oficio literario, ni un tránsito pasajero, sino que es una legítima actividad del espíritu, deviniendo materia propia de su existencia. La actividad creadora de Raúl Henao responde a las más altas urgencias existenciales, a su actitud ante la vida, a su compromiso con la poesía, a su rebeldía ante los poderes”.
Esto último hay que subrayarlo bien, ya que Raúl Henao es, en efecto, un poeta de la radical revuelta surrealista.
No se incluye aquí el fino prólogo que Óscar González hizo a la antología del poeta La verdad en el vino, publicada en 2012, sino solo un artículo sobre los admirables ensayos de La doble estrella. En aquel, Óscar González, insistiendo en el carácter plástico de sus versos y en la radicalidad ideológica, situaba el método poético de Henao “en la alucinación y la contemplación”.
Tres entrevistas redondean este libro, dos ya conocidas, hechas por Floriano Martins, y una novedosa, realizada por Yesid Gaitán. En las primeras, Henao se sitúa a sí mismo en la línea “negra” o visionaria, pero reconociendo, o aclarando, que solo puede apreciar plenamente a los poetas que “aceptan” o “afirman” el mundo “en su belleza preternatural”, y ello “pese al lastre de horror y extrañeza que trae eventualmente consigo la condición humana”. Una reflexión sobre lo sagrado, o mejor dicho sobre un sagrado que no excluye lo profano, merece anotarse en esta cuestión incomprendida incluso por algunos surrealistas. Y Raúl Henao acaba apelando a los grandes valores del surrealismo: la libertad, la poesía, el amor... y la risa, que no suele asociarse a los anteriores, pese a la Antología del humor negro y a tanta risa como mana de los hontanares del surrealismo (un libro al que siempre debe volverse es, por cierto, Le rire des surréalistes, que Robert Benayoun, maestro en la materia, publicó en 1988).
La entrevista de Yesid Gaitán es espléndida, con Raúl Henao departiendo sobre Nerval, el azar, los espejos, la política (“Si la política no tiene poesía, ¿para qué hacer poesía con la política?”), el erotismo, la poesía y el esoterismo y la poesía y el pensamiento oriental, lo que nos lleva de nuevo a los haikus, que para Henao significan recuperar la “magia cotidiana” de que hablaba Breton, “la magia del instante, de las cosas pequeñas y cotidianas que nos rodean; no confundir el dedo que la señala con la luna. Es decir, recuperar de algún modo el asombro inicial del niño”.
“Espuma de mar el sueño, / bajamar / la vigilia.”
“Cortan mis palabras / con el filo / de una hoja de hierba.”
“La luna en la alberca. / O ¿es una alberca / en la luna?”