La primavera se abre con esta
exposición de Camacho, inaugurada el pasado sábado en Pau.
Mañana, en Bruselas, le
corresponde a Jacques Lacomblez, con una retrospectiva de su obra entre 1951 y
2013, o sea toda una vida de fidelidad al arte, a la poesía y al surrealismo.
Esperamos reseñar próximamente la monografía de Quadri, con los textos de
Cabanel, Goutier y Vancrevel.
También esperamos reseñar el
catálogo francés de la retrospectiva de Meret Oppenheim que se desarrolla en el
Museo de Lille, con una presentación temática dividida en estos apartados:
Autorretratos enigmáticos, El juego como estrategia artística, Los sueños y el
inconsciente, En diálogo con la naturaleza, Objetos eróticos, Sobre las trazas
de lo invisible, Las interferencias entre la imagen y el texto y Metamorfosis.
Esta exposición se prolonga hasta el 1 de junio.
En el Museo de Utrecht se celebra
una exposición de “Surrealistas holandeses”. Un visitante parisino de mi entera
confianza me habla de sus “instalaciones para el gran público”, de sus
“animaciones vulgares (cadáveres exquisitos para los niños, objetos
pornográficos modernos, montajes de películas publicitarias con trozos de La
edad de oro y de Un perro andaluz sin indicar las fuentes, pinturas
Cobra...)”, y, en fin, del típico batiburrillo posmoderno que solo crea
confusión y que caracteriza a tantos museos empezando por el aborto parisino
que desde hace ya demasiadas décadas usurpa el espacio de un bello y bullicioso
mercado –¿para cuándo su demolición? En esta explotación espectacular del
surrealismo, es inútil, por supuesto, buscar nada del surrealismo actual, y hay
que contentarse con las obras y los documentos de tiempos acotados, lo que al
menos en este caso tiene la ventaja de tratarse de aventuras poco conocidas.