En su afán, sin paralelos en estos últimos lustros, de dar a ver filones de poesía ocultos o muy poco conocidos, Jean-Christophe Belotti inicia, tras el cuarto número de L'Or aux 13 Îles, una serie de ediciones que se abren con este volumen de Roger Renaud, titulado Vols de chouettes, caresses de chats, y que continuarán muy pronto con otro de Marianne van Hirtum.
Sobre la edición en sí, nada se puede decir que no hayamos ya dicho de la revista citada, dado que el esmero y la belleza vuelven a ser totales. Sobre el contenido, comenzaré remitiendo al
dossier dedicado en este espacio a Roger Renaud, donde ya incluíamos las páginas en que la revista daba la voz a su pensamiento y a su poesía. Con la aparición de esta obra, ya tenemos el libro de referencia, capital, sobre Renaud: tanto sobre su poesía como sobre su personalidad, de una originalidad extrema ambas.
François-René Simon le dedica unas páginas iniciales ("Renaud le désengagé"), pero lo que interesa son las del propio Renaud, en tres secciones. La primera, más sucinta, presenta su obra poética y se centra en las dos pasiones de su vida, complementarias sin duda: el surrealismo y la etnología, orientada hacia el mundo amerindio. La segunda, titulada "El gato de nueve plumas", nos da una semblanza de cada uno de los nueve ilustradores del libro, que son, a saber, Jorge Camacho, Torgia, Josette Exandier, Georges-Henri Morin, Guylaine, Jean Terrossian, Marianne van Hirtum, Aurélie Javelle y Brann Renaud. Las ilustraciones de Morin han sido hechas expresamente para el libro, y una de las dos de Camacho es la que acompañaba uno de sus poemas en el número 1 del Bulletin de Liaison Surréaliste, dibujo dedicado expresamente a Renaud. Las de Guylaine, Marianne van Hirtum y Josette Exandier son muy características (por no decir las de Terrossian, siempre inconfundible), con los animales de la primera, preciosos dibujos de la segunda a todo color y entre las cajas de la tercera una titulada La troizième revient..., que hay que unir urgentemente a esa fecunda temática de Nerval y el surrealismo. La gran sorpresa han sido para mí las de Torgia: Caída de piedras, Saudade y Coucher de soleil; de ella, que ha sido siempre la discreción personificada, hay creaciones dispersas que mucho quisiéramos ver un día reunidas. Aclararé que hablo de "ilustraciones" para entendernos, ya que todas estas imágenes pertenecen a artistas ligados vibrantemente a la vida de Renaud, y Belotti las prefiere llamar "ymages", recordando el título de la revista de nuestro caro Alfred Jarry. Entre las nueve semblanzas, resulta especialmente conmovedora la que consagra a Marianne van Hirtum.
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Georges-Henri Morin, Carnaval de los semidioses |
Al final de los poemas, Roger Renaud habla de ellos, los sitúa y caracteriza de tal manera que nada puede sustituir sus informaciones y reflexiones. El automatismo absoluto rige los que escribe a raíz de su incorporación al surrealismo, en febrero de 1968 (no llegó a tiempo de conocer a 1713). El automatismo iría mutando para llegar a erupciones poéticas más "dirigidas" y privadas, pero unidas por el hecho de ser poemas de amor, o mejor del amor, que a la vez no rompían con todo lo anterior, porque "son, como los textos del período surrealista, textos oídos, que vienen del otro lado del espejo" (y nunca retrabajados).
Ahora bien: el hito esencial en la biografía intelectual o espiritual de Renaud, y en la originalidad o singularidad de que yo hablaba, es su descubrimiento de la etnología, al haber llegado accidentalmente a sus manos los cantos de Alce Negro, uno de los grandes visionarios sioux, de quien tenemos traducida al español esa maravilla de libro titulada Alce Negro habla, y digo esto porque también yo estoy empapado desde los años mozos no solo de surrealismo sino de la cultura de los indígenas de la América del Norte, y siempre me he sentido atraído por la etnografía de los pueblos "primitivos" (y, a causa de su paganismo, y salvadas las distancias, por la del Portugal popular, cuyas ruinas iluminadas por un sol poniente aún llegué a tiempo de conocer). No encontré en el Bulletin de Liaison Surréaliste, cuando llegó a mis manos, artículos más deslumbrantes y revulsivos que los de Renaud, hasta el punto de que alerté a mi amigo Sergio Lima para que, en el número 2 de A Phala, recuperara un par de ellos, aunque faltó "Je, nous, blessés", que es el propiamente dedicado a la grandeza amerindia.
En su inmersión etnográfica, a través de la cual Roger Renaud deja claro que ha continuado "avanzando sobre las rutas de exploración mental y sensible, de deseo y de insumisión que me habían llevado al surrealismo", tuvo la suerte de aprender con Robert Jaulin, un verdadero maestro de la materia, lúcido y sin concesiones y autor entre varias obras más que notables de La paz blanca, libro de combate contra el integracionismo cultural del progresismo universalista. También debe señalarse que la fascinación amerindia marca la propia poesía de Renaud, y que quien lea estas páginas suyas recientes sobre su propia trayectoria y su propia poesía (como las de la encuesta sobre la exaltación) no puede sino concluir que la nobleza y la gravedad amerindia es exactamente lo que lo caracteriza como ser individual. Su obra poética, reunida aquí de manera primorosa y definitiva, es sin duda alguna uno de los grandes acontecimientos de este año de cuitas, para sumar a la edición centenaria de Poisson soluble y Les chants de la vue de Guy Cabanel.
"Boire l'horizon / comme un cheval comanche /s'évadant de son galop même / épéronné par ses traces"