http://lepoignardsubtil.hautetfort.com/
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Armand Goupil, Corps nu/Cornue, 1962 |
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Armand Goupil, Corps nu/Cornue, 1962 |
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Richard Humphry, Bailarina ciega, 1966 |
En 1936, la conferencia de Éluard en Londres, con motivo de la exposición internacional del surrealismo, incluye una exaltación del Marqués. Lévis-Mano la publica al año siguiente: L'évidence poétique.
No solo esto, ya que en el mismo año aparece otra de las preciosas ediciones del surrealismo: Les mains libres, compuesta de "dibujos de Man Ray ilustrados por los poemas de Paul Éluard", y, de los nada menos que 54 dibujos, dos son retratos imaginarios del Marqués que prefiguran el famoso retrato con ladrillos de la Bastilla, un año posterior.
A los visitantes surrealistas en la isla de Tenerife, tan prestigiada por Óscar Domínguez y sobre todo por la estancia bretoniana de 1935, acostumbro llevarlos a conocer la cordillera de Anaga, con parada obligatoria en el pueblo de Taganana y un paseo por la playa de arena negra del Roque de las Bodegas, desde donde hace siglos se exportaba vino de malvasía para algunos países europeos.
Al extremo de la pequeña playa, hay una formación rocosa conocida como Piedra de la Sal, tan desconocida que ni una sola vez es nombrada en la gigantesca enciclopedia informática, dato que acaba de sorprenderme. Tiene un pasadizo, y mismo al lado una de las rocas que baña el mar ostenta una enigmática espiral, guanche o neoguanche. Llevados de una súbita inspiración, Miguel de Carvalho y Rik Lina decidieron frotar sus lápices sobre una serie de hojas colocadas encima de la superficie rugosa. He aquí las dos que me regalaron:
Piedra de la Sal |
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Roque de las Ánimas y Piedra de la Sal |
Con 94 años, desapareció en el pasado otoño Víctor Chab, una de las grandes personalidades del surrealismo en su proyección argentina. Muchas veces nos hemos referido a él aquí, y aunque baste con poner su nombre en el buscador para encontrar nutrida información, aprovecho para reproducir el artículo de Caleidoscopio surrealista, añadiendo la página que le dedicó Aldo Pellegrini a su exposición de 1970 en la Galería Gradiva de Buenos Aires.
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Víctor Chab, Con la lluvia del embalsamador de piedras, 1966 |
En 2002 se publicó en Buenos Aires un gran libro sobre él, con motivo de su retrospectiva (1947-2002) en el Palais de Glace bonaerense. En el catálogo, valiosos textos de Édouard Jaguer, Jorge Villacorta Chávez, Julio Llinás, Enrique Molina, Aldo Pellegrini y Juan Andralis. En una entrevista del mismo año, Víctor Chab afirmaba: “Mi pintura es automática”. A la vez, Floriano Martins lo entrevistaba en el n. 31 de su revista digital Agulha (“Víctor Chab: una trayectoria del surrealismo”), afirmando el artista su fidelidad al surrealismo y al automatismo. Transcribo dos pasajes de sumo interés: “Si bien los fundamentos del surrealismo están muy claramente expuestos en el primer manifiesto de 1924, a partir de ese mismo año se lo dio por muerto sistemáticamente por los espíritus idiotas que no vieron más allá de sus narices. El límite que Jean Schuster establece entre el surrealismo histórico y el eterno –con la muerte de Breton– es una violencia golpista y arbitraria y totalmente innecesaria. Carece de fundamento teórico”. “Yo concibo el arte de pintar como el camino de la gran libertad. De igual manera que transité por caminos distintos y opuestos, en la actualidad mi obra está fijada al desnudo femenino; el cuerpo de la mujer no tiene igual como cantera para las variaciones estéticas y me produce un placer sin límites. El surrealismo tiene la particularidad maravillosa de no basarse en un corpus técnico como el cubismo, el fauvismo, el neoplasticismo, donde los fundamentos están basados estrictamente en la descomposición de la figura (cubismo), la plenitud del color (fauvismo) o la geometría octogonal (neoplasticismo). El surrealismo nos abre las puertas a lo desconocido. Todas las formas y todas las técnicas pueden adscribirse a las fantasías más delirantes: figuración o no figuración, y todas las variantes de la reunión de los contrarios”.
Más recientemente (2013), Víctor
Chab realizaba una serie de dibujos muy
bellos, cuyo colorido alegre contrasta con el de sus cuadros más
característicos, si acaso volviendo a algunos de los años 50, pero,
paradójicamente, con más jovialidad y alegría. Y es que estamos ante un artista
de esos pocos que han sabido mantener la inspiración viva a lo largo de una
larga vida, sin repetirse, sin regodearse en los propios hallazgos, sin
transitar senderos trillados por otros o por ellos mismos.
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Víctor Chab, poema-collage |
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Las minas abandonadas de La Mancha, Dielette, 1975 |
El título, Rêveur definitif, es la expresión con que él designaba al pintor, o sea al verdadero pintor. Presenta el libro la hija de Alleau, quien a la muerte de su padre descubrió una enorme cantidad de pequeñas acuarelas y de manuscritos sobre ellas, que hacían pensar en un proyecto de tratado. La acuarela era para Alleau un "medio de componer sueños con el agua", una "forma de escritura que comporta un alfabeto de signos y de colores, inventados por el propio artista y que tienen significaciones diversas como un poema, un ensayo o una novela". No olvidemos que, en propias palabras de nuestro artista hermetista, el agua es "la materia misteriosa por excelencia".
El primer estudio es de Gilles Boucherie, y se titula "El filósofo en el paisaje". Explora los motivos más específicos de las acuarelas (rostros y castillos emergiendo de espacios vaporosos, sobre todo) y determina con justeza la ausencia del elemento fantástico, poco o nada exitoso en áreas surrealistas; A la vez, las acuarelas de Alleau son una investigación sobre técnicas antiguas y una "interrogación sobre nuestra percepción del mundo".
Patrick Lepetit, desde hace tiempo una de las más notorias y genuinas autoridades del surrealismo en todo lo que se refiere a su dimensión esotérica, se centra en los paisajes y los "arrière-paysages" en Alleau. Profundizando en su sentido cósmico, Lepetit nombra a Josef Sima, Víctor Hugo, John Constable y el arte extremo-oriental.
Sigue una entrevista de Yoan Armand Gil a Bernard Roger, que conoció bien a Alleau y nos ofrece un testimonio de lujo. Las principales cuestiones que se desgranan son la entrada de Roger en el surrealismo, su encuentro con Alleau, las figuras de Canseliet, Baskine y Hunwald, el Círculo Hermes, las tan influyentes conferencias de Alleau, la Bibliotheca Hermetica y por fin la propia pintura de su amigo. Aquí surgen otros nombres en que las acuarelas hacen pensar, como Turner, Moreau y Redon, pero yo extraño a lo largo del libro el de Strindberg, por sus óleos de paisajes y marinas.
David Nadeau, otro autor decisivo en los estudios sobre surrealismo y hermetismo aparecidos en el último par de décadas, se centra específicamente en el surrealismo de Alleau, cuyo compromiso con el surrealismo fue "profundo y duradero", en particular por lo que se refiere a la busca de lo maravilloso (no habría que dejar aparte el perfil de nobleza que lo caracterizaba), y señala como su principal aportación teórica al surrealismo el concepto de imaginal, la noción de un espacio-tiempo imaginal. Nadeau caracteriza sus paisajes de manera muy bella al final de su ensayo.
Más específico, pero bienvenido, es el trabajo siguiente, de Pierre Mollier, sobre heráldica y surrealismo, con los ejemplos de Marcel Jean, Jorge Camacho y Alleu en tándem con Philippe Audoin. De Camacho es su Heráldica alquímica nueva, aparecida en 1978, con prefacio de Canseliet, en Le Soleil Noir. De Marcel Jean, su heráldica en el almanaque surrealista del medio siglo, a la que he recurrido varias veces a lo largo de mis trabajos en este espacio sobre Apollinaire, Sade, Rimbaud, Kafka, Duchamp y otros; al disponer ahora de las versiones coloreadas, he procedido hace unos días a actualizar sus blasones, pero para una más cómoda visión, he aquí la página definitiva, en Rêveur definitif:
De nuevo Xesús González Gómez nos incita a una serie de rápidas pesquisas en el dédalo surrealista. Nos envía el enlace del número 280 de los Cahiers du Sud, 1946, que se abre con una amplia antología del surrealismo realizada por un tal Claude Serbanne, más o menos acertada pero con los típicos prejuicios contra el automatismo y el carácter supuestamente "sectario" del surrealismo. Serbanne, según nos informa Mattias Forshage en su invalorable historia del surrealismo boreal, era un asociado del automaldenominado "surrealismo revolucionario", lo que explica mucho. Hay también, al final de este número de Cahiers du Sud, reseñas de Arcane 17 de Breton y de Le siège de l'air de Arp.
Claude Serbanne publicó al año siguiente una antología general del surrealismo, en lengua danesa. Pero el traductor era Steen Colding, una figura mayor del surrealismo en Dinamarca y a quien sin duda se debe el mayor rigor de la antología. La cubierta era de Wilhelm Freddie y en el interior se incluía una carta del artista a André Breton. Este libro aparece en mi cronología del surrealismo con el título de El hostigador de la duda, a nombre de Colding.
De una subasta de libros extraigo la de El hostigador de la duda junto a otra antología danesa, titulada El surrealismo actual. Poesía y prosa, editada por Finn Hermann en 1966 (ver enlace). Si uno siguiera esta sola información, dudaría del proyecto, ya que Louis Aragon en 1966 no es que formara mucha ni ninguna parte del "surrealismo actual", pero se trata en realidad de una antología general, como nos aclara Mattias Forshage:
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Wilhelm Freddie, El navío máquina de coser, 1939 |