miércoles, 20 de agosto de 2025

Sade y el surrealismo (1941-1945)

El material existente sobre Sade en el surrealismo es enorme, tal vez hasta superior al de Lautréamont, e incluso el estudio intelectual de ese tema cuenta con un libro específico (Svein Eirik Fauskevag, Sade dans le surréalisme, 1982). Aquí nos limitamos a señalar algunos jalones y rarezas, pero tanto es lo que tenemos registrado que solo avanzamos a trompicones, ocupándonos ahora de solo un lustro, por su carácter en verdad espectacular.

El lustro a que me refiero no puede empezar mejor: tras las páginas de Breton en 1940, Jacques Hérold ilustra a Sade en el juego de Marsella, ya que le salió ocuparse de él y de Lamiel, lo que le pareció perfecto, siendo ambas cartas de la rueda, o sea de la Revolución, la de Sade el genio y la de Lamiel la sirena. Sade, genio de la Revolución, blande una copa-puñal, y sus ojos, vistos de frente en su perfil, tienen por pestañas una mujer desnuda tendida (afortunadamente, no se aceptó la insistencia de Victor Serge en elegir a Robespierre en lugar de Sade):


Y atención a Hérold, porque se trata de otro de los grandes surrealistas sadianos, y lo vamos a reencontrar muy pronto. 

Seguimos en las cimas con la gran pintura por excelencia de la iconografía de Sade, Au château de Lacoste, de Toyen, 1943: 


No cambiamos de año con otro nombre checo, Jindrich Heisler, quien hace el frontispicio, no menos inolvidable que las dos imágenes anteriores, de La filosofía en el tocador:


Gérard Légrand, en L'Art magique, evoca el impacto que le produjo, una década antes, esta imagen:


En 1944, Roberto Matta hace en cera y mina de plomo sobre papel Los 120 días de Sodoma (y, como veremos, será Sade quien medie para su retorno al surrealismo, en 1959):


Quien se interese podrá buscar en la red algunas reproducciones de las veintidós planchas con que la repelente Leonor Fini ("pintora oficial del mundanismo trasnochado", según Annie Le Brun, y "la dama caca del museo imaginario", según Marcel Mariën) ilustró una edición de Juliette en 1944. Otra clase de interés nos ofrece esta antológica foto de Marcel Mariën, un año posterior, titulada De Sade a Lenin:


En Les mystères de la chambre noire, Édouard Jaguer, que no podía dejarla escapar, escribe: "Presentada en la exposición surrealista de Bruselas de 1945, une con rara felicidad en la elipse el propósito revolucionario y el erotismo; sin embargo, su significación latente no se encuentra de ningún modo agotada por la conjunción de esos dos aspectos de la reivindicación surrealista. De hecho, más que de un axioma visualizado, se trata sin duda y sobre todo de otra cosa, como el inicio de una historia que pertenece al espectador continuar, de un encanto y un amargor que anuncian en el fotógrafo de un instante la coloración particular de los cuentos reunidos en su libro Figures de poupe".