Hace hoy exactamente cien años que aparecía el primer número de la más grande revista no solo del surrealismo sino de todos los tiempos, publicitada a su salida como "la revista más escandalosa del mundo". Con una tirada de 1.050 ejemplares, adoptaba en su portada la manera de las revistas científicas, y se desmarcaba por completo de las dadaístas al retirarle importancia a la tipografía para conceder toda relevancia a los textos y sus ilustraciones, con dibujos y muchas fotografías, en su mayoría anónimas.
En la portada, provocante y proclamativa, un fotocollage en tridente obra de Pierre Naville, y al abrir la primera página, el anuncio de la inminente revolución surrealista (con un pez de Chirico) y un editorial de Boiffard, Éluard y Vitrac acompañado (sin identificación) de El enigma de Isidore Ducasse, de Man Ray, sugiriendo un cuerpo vivo y en íntima relación con el texto.
En la segunda página se anuncia la encuesta sobre el suicidio y en la tercera ya tenemos una de las corrientes que atraviesan el surrealismo hasta el presente: el relato de sueños, con muestras de Breton, Chirico y Renée Gautier acompañadas por un dibujo de Max Morise. Los "textos surrealistas" que siguen son de Marcel Noll, Robert Desnos, Benjamin Péret, Simone Breton, Georges Malkine, Paul Éluard, Louis Aragon, J.-A. Boiffard, Francis Gérard y Max Morise, y el dibujo, sin título, es de Chirico (se trata de La aparición del caballo). También se incia en este número el hábito de reproducir de la prensa noticias o "faits divers", objeto incluso de un volumen, por Masao Susuki, de la colección "Surréaliste" editada por Georges Sebbag; los predominantes aquí son los que tienen por tema el suicidio.
De los ensayos, enumeremos el de Max Morise sobre la imposibilidad de una pintura surrealista, que va a generar la respuesta capital de Breton (acompaña estas páginas un dibujo de Masson que aparece por error al revés); el de Delteil sobre el amor (penoso, y violentamente respondido por Breton en el número 4 de la revista, porque con el amor no se juega); el de Aragon, gran ensayo sobre el objeto, y en concreto sobre las máquinas inútiles, "La sombra del inventor" (título chiriquiano); y el de Pierre Reverdy "El soñador entre las murallas", reflexión sobre el sueño y el acto poético. Aragon reseña Antabase de Saint-John Perse y deja una nota sobre Germaine Berton, a quien se dedica la página más potente del número, la extraordinaria declaración por la imagen en que la heroína surrealista aparece rodeada por los surrealistas y el único texto es una célebre cita de Baudelaire: "La mujer es el ser que proyecta la mayor sombra o la mayor luz sobre nuestros sueños"; por su parte, Éluard reseña el flamante Manifiesto del surrealismo.
La portada enumera a los ilustradores: Man Ray (aparte la señalada foto, la de los senos dobles y la de la cápsula con anillos de acero en vez de aceitunas), Chirico, Picasso (con una nueva metamorfosis de sus guitarras), Desnos, Masson, Max Ernst (una de ellas con unas sonámbulas), Naville y Morise. Pero hay una ilustración, entre las anónimas, que nos vale para cerrar en slapstick esta celebración centenaria. Acompaña, creo que premeditadamente, el ensayo de Aragon, tratándose de una foto del rodaje de la película que lanzó decisivamente a Buster Keaton, One Week, de 1920, con una casa desmontable monstruosa y la típica catástrofe final. En el minuto quince (aquí tenemos el enlace), podemos ver la secuencia en cuyo rodaje se hizo la foto, con Sybil Seely y Keaton (en la página 112 de Le regard de Buster Keaton, de Robert Benayoun, erróneamente viene una imagen similar del cuarto de baño como si perteneciera a The Elecric House, que por cierto acababa de estrenarse pocas semanas antes de que apareciera La Révolution Surréaliste).