miércoles, 13 de junio de 2018

Céline, en su justo sitio


Hay libros que hacen falta, y eso es exactamente lo que puede decirse de esta reciente obra de Patrick Lepetit sobre Céline, “ideólogo nazi”.
Siempre me sorprendió, y me costaba entenderlo, la simpatía que despertaba este personaje entre quienes menos podía esperarse, incluso algunas inteligencias anarquistas que solo parecían percibir en él su discurso antiburgués. Me han repugnado siempre los paliativos con algunos escritores o pensadores de mentalidad abyecta tan solo porque eran “grandes” o “geniales”, incluido un Borges, que llamó “caballeros” a los militares golpistas argentinos, acudió a Chile para recibir un premio de manos de Pinochet en sus primeros momentos y lamentaba que los Estados Unidos no se convirtieran en un imperio como los de los viejos tiempos. E incluidos, por supuesto, los Aragon y los Éluard.
Por eso es regocijante ver aparecer, y en el Atelier de Création Libertaire, este Voyage au bout de l’abject de Patrick Lepetit, que se abre con una cita definitiva de Jimmy Gladiator en La Crécelle Noire, publicación de corte anarcosurrealista, año de 1979: “Vamos a bajarles sus infernales humos a los que se aferran aún a las aberraciones del tipo «un tal (fascista notorio, o cristiano, o estalinista, o programa ex común) es un revolucionario en la Escritura (o en el Arte, o en el Cine)» ¡Qué lamentable es una revolución en! ¡Mierda a la Escritura, viva la Poesía, viva la Revolución, viva la Anarquía!”
Cuando Céline se encontraba en 1950 en Dinamarca temeroso del juicio que le iban a hacer en Francia, Le Libertaire (donde gozaba de simpatías) realizó una encuesta en que resultan admirables las respuestas de Breton y de Péret frente, por ejemplo, a la de un Jean Dubuffet, que lo consagra nada menos que como “uno de los más maravillosos poetas de nuestro tiempo”, añadiendo que “hay que absolverlo completamente, abrazarlo, honrarlo y festejarlo como uno de nuestros más grandes artistas y uno de los más orgullosos e incorruptibles muchachos de nuestra casa”. Al año siguiente, con antecedentes como este de Dubuffet (ahora voy comprendiendo por qué Jose Pierre lo llamó en 1959 “hitlerófilo” y “antisemita”) o de Paulhan y Nadeau, comenzaba la “rehabilitación” francesa de Céline, en la que militaron muchos figurones de la izquierda francesa como Paul Nizan o la pareja ubuesca, Aragon/Triolet, que lo tradujo al ruso. Hasta un André Gide perdía su lucidez viendo a este canalla como un bromista, o si no un loco.
Patrick Lepetit procede a un verdadero asedio tanto de la figura de Céline como de las operaciones de sus paladines, entre los que destaca Philippe Sollers, nada menos que desde 1963 hasta 2009, cuando llega a declarar: “Sitúo a Céline muy alto. La campaña de obliteración de Céline ha fracasado, y pese a que no querían que entrara en el Panteón, es ahí donde se encuentra. Yo lo coloco muy alto, con Proust, para el siglo XX, y creo que ya no hay nadie que diga verdaderamente lo contrario, o que se ensañe todavía en una vana polémica”. Que en lo último también se equivoca Sollers, lo demuestra la propia obra de Patrick Lepetit, que no deja ni un respiro a todos estos paladines, llegando hasta el homenaje que le hizo el año pasado el Magazine Littéraire, donde el editor celebraba “su capacidad de dinamitar la lengua francesa, en la línea de un Rabelais” –señala justamente Patrick Lepetit lo infinitamente lejos que está Céline del rabelesiano “buen reír humorístico y cálido”.
Los surrealistas difícilmente podrán olvidar la actuación de Céline con Robert Desnos, y estas palabras de Patrick Lepetit no dejan de evocárnoslo: “Que se deje de importunarnos con la bella lengua del autor de Féerie pour une autre fois con menosprecio de la incitación que fluye de su pluma como fluía la sangre de las innumerables víctimas de aquel tiempo”. Y para rematar: “Que cesen de hablarnos, sobre todas las líneas posibles de defensa de lo indefendible, de libros «de circunstancia», de obras de un «loco», de gran broma, de pura literatura”.

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Las respuestas de Breton y Péret a Le Libertaire, 1950

André Breton:

Cher camarade,
Mon admiration ne va qu’à des hommes dont les dons (d’artiste, entre autres)  sont en rapport avec le caractère. C’est vous dire que je n’admire pas plus M. Céline que M. Claudel, par exemple. Avec Céline l’écœurement pour moi est venu vite: il ne m’a pas été nécessaire de dépasser le premier tiers du Voyage au bout de la nuit, où j’achoppai contre je ne sais plus quelle flatteuse présentation d’un sous-officier d’infanterie coloniale. Il me parut y avoir là l’ébauche d’une ligne sordide. Aux approches de la guerre, on m’a mis sous les yeux d’autres textes de lui qui justifiaient amplement mes préventions. Horreur de cette littérature à effet qui très vite doit en passer par la calomnie et la souillure, faire appel à ce qu’il y a de plus bas au monde. L’antisémitisme de Céline, le soi-disant “nationalisme intégral” de Maurras, sous la forme ultra-agressive qu’ils leur ont donnée, ne sont pas seulement des observations, mais le germe des pires fléaux. A ma connaissance Céline ne court aucun risque au Danemark. Je ne vois donc aucune raison de créer un mouvement d’opinion en sa faveur.

Benjamin Péret:

Cher camarade,
L’intérêt soudain que Le Libertaire porte au nommé Céline me surprend profondément. Je ne peux pas oublier, en effet, que Céline a joué, avant et pendant la guerre, un râle tout à fait néfaste. Toute son oeuvre constitue une véritable provocation à la délation et, de ce fait, devient indéfendable à quelque point de vue qu’on se place car la poésie ne passe pas quoi qu’en disent ses thuriféraires par la bassesse et l’ordure. Or, l’œuvre de Céline se situe tout entière dans un égout où, par définition, la poésie est absente. Et l’on voudrait en soulever la plaque pour nous faire respirer les émanations méphitiques qui s’en dégagent! Non, qu’il reste au Danemark où il ne risque rien s’il n’ose pas se présenter devant un tribunal dont il n’a guère à attendre qu’une condamnation de principe. C’est toute une campagne de “blanchiement” des éléments fascistes et antisémites qui se développe sous nos yeux. Hier, Georges Claude était remis en circulation. Demain ce seront Béraud, Céline, Maurras, Pétain et compagnie. Quand toute cette racaille tiendra de nouveau le haut du pavé, qu’auront gagné les anarchistes et révolutionnaires en général? Pas de donquichottisme! Réservons notre solidarité –et celle-ci totale– pour les victimes de notre capitalisme, de Franco, Staline et autres dictateurs qui souillent aujourd’hui la surface du globe.

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Patrick Lepetit se situó en plena órbita del surrealismo en 2012, con la publicación de un libro ya de referencia: Le surréalisme, parcours souterrain. Recientemente nos ocupábamos de su bella colaboración con John Welson, Earthly kingdoms and dreamy knights, pero con anterioridad este poeta, ensayista y libertario normando ha publicado los poemarios Les tragédiennes (1978), Triptyque des solitudes (1989), Rouge solaire (1997), Rituel d’une fascination (2007) y Déclaration d’incandescence (2015). Recientemente, estuvo alerta a la impostura de las exposiciones pseudosurrealistas que venían presentándose como muestras del “surrealismo internacional” (y que en particular Miguel de Carvalho venía denunciando desde hace tiempo), impulsando el manifiesto verdaderamente surrealista internacional “Du ruisseau à l’égout”.
En el siguiente enlace pueden verse una serie de intervenciones suyas sobre el surrealismo: